El valor de un encuentro de arte urbano

17 Noviembre 2025

En momentos en que la comunidad busca espacios de unión y de identidad, el 5º Encuentro Nacional de Arte Urbano “Mavé Pintá” emerge como una apuesta firme por la solidaridad, la socialización y la participación ciudadana. Más de 40 artistas de todo el país se reunirán en el complejo del Ateneo Salesiano para intervenir unos 160 metros de muro, con murales y grafitis que aluden a la cultura popular y a la identidad tucumana.

No es un mero espectáculo, sino una expresión de lo colectivo. Abierto y gratuito, permite al público acercarse, dialogar con los creadores en pleno proceso y apropiarse del arte como bien común. Por eso cumple un rol social decisivo: habilita en especial a los jóvenes a canalizar inquietudes, a contarse y a reconocerse en esas obras que, en lugar de dividir, convocan y fortalecen la pertenencia.

En una época en la que la atomización amenaza el tejido comunitario, el arte público propone lo contrario: espacios de encuentro. Ver trabajar a un artista, compartir su técnica y su visión, implicarse como espectador transforma cualquier pared en una plataforma de diálogo. Para la juventud representa una vía saludable para expresarse: no desde la confrontación ni desde la evasión, sino desde la construcción colectiva. Allí la ciudad cobra un papel central como escenario de procesos que estimulan el intercambio y la creatividad.

Pero no basta con eventos aislados y esporádicos. Es imprescindible que las instituciones del Estado comprendan que el arte público no es accesorio, sino un componente esencial de cualquier política de integración y de desarrollo social. Apoyar una iniciativa como “Mavé Pintá” vale; pero lo verdaderamente transformador es garantizar continuidad: convocatorias periódicas, infraestructura, programas permanentes de arte comunitario y acompañamiento a los artistas que sostienen estas propuestas con enorme esfuerzo.

Además, una política cultural integral no debe limitarse a las artes plásticas. Aunque murales y grafitis cumplen un rol vital en la identidad urbana, es necesario fomentar también la escultura que dé volumen al espacio público; la música que los pueble de resonancias; la danza que los ponga en movimiento, y el teatro que convoque al pensamiento y a la emoción compartidos. Una ciudad que abra sus puertas a múltiples manifestaciones artísticas es una ciudad más viva, más democrática y más inclusiva. Ese es el valor de “Mavé Pintá”: la posibilidad de transformar muros en narrativas, de convertir el espacio público en escenario de encuentros y de dar lugar a quienes buscan su voz. Una política cultural coherente lo entiende: va más allá del subsidio ocasional y apuesta a la continuidad y al arraigo de la creatividad como motor social.

La invitación es clara tanto para los responsables del Estado como para la comunidad: no permitamos que el color, la forma y el impulso de este encuentro se diluyan en un fin de semana. Aprovechemos esta energía colectiva para construir un ciclo cultural sostenido, reconocible y participativo. Que muros, plazas, auditorios y escenarios al aire libre vuelvan a llenarse de arte. Porque cuando el arte se hace social, público y compartido deja de ser solo obra: se convierte en tejido comunitario. Y eso es, precisamente, lo que nuestra sociedad necesita.

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