CONTENTA. Vasile asegura que encontró su lugar en el mundo como arquera de Natación y Gimnasia. Foto de Gonzalo Cabrera Terrazas.
La final del Anual femenino dejó una de esas postales que el hockey recordará durante años: un 3-2 sufrido, ajustado, cargado de nervios y festejos, con Natación y Gimnasia abrazado en el centro de la cancha después de vencer a Huirapuca en el tercer partido de la serie. Pero mientras la tribuna explotaba y las campeonas saltaban envueltas en el humo blanco, hubo una figura que se quedó un segundo en silencio: Sofía Antonela Vasile, la arquera que eligió Tucumán para estudiar, que volvió al hockey después de años de pausa y que ayer, con guantes y orgullo, cerró una historia que comenzó a más de 300 kilómetros de allí.
Su vida cambió cuando decidió mudarse a Tucumán. No vino por un pase deportivo ni por una beca: vino porque la educación marcó el camino. Antes de que la final la convirtiera en una de las protagonistas del título, Sofía explicó ese primer paso lejos de su provincia.
“Me vine por razones de estudio. Estoy haciendo Comunicación acá”, contó con tranquilidad, como quien sabe que esa decisión definió todo lo que vino después.
Pero ese cambio tuvo un costo: el hockey quedó en pausa. Su pasión de adolescencia tuvo que esperar. “Tuve que parar unos años. No me daban los tiempos, tampoco lo económico. Era imposible entrenar”, recordó Vasile, mirando hacia el arco como si allí estuviera guardada parte de su historia.
La pausa terminó cuando el mundo empezaba a levantarse después de la pandemia. El hockey volvió antes como deseo que como posibilidad. Hasta que un día se convirtió en convicción. “Después de la pandemia dije: vuelvo sí o sí. Y acá estoy”, dijo, con ese tono que mezcla alivio, determinación y una especie de agradecimiento íntimo.
Volver no significó entrar directo a Primera. Sofía empezó de abajo, como empiezan las historias que después valen la pena. “Empecé jugando en el bloque B. Fue puro trabajo, sacrificio… mi sueño era estar en la Primera del club”, explicó, y en su voz no había queja: había orgullo. Natación no fue solo el lugar donde volvió a vestirse de arquera. Fue su punto de apoyo en una provincia nueva, lejos de casa. “Desde el principio tuve la suerte de encontrarme con personas que me dieron la confianza de sentirme yo. Nunca sentí obligación de demostrar algo que no podía o no era. Eso lo valoro muchísimo”, agregó, agradecida por ese recibimiento que la sostuvo durante los primeros años.
“Después de tantos años, ya me acostumbré. Le tengo cariño a Tucumán, tengo amigos, tengo mi vida acá. El club es una de las razones por las que me quedo”, reconoció Vasile, dejando en claro que su historia ya no está dividida en dos provincias: ahora está unida por un trayecto de casi 300 kilómetros que recorre cada vez que vuelve a ver a su familia.
Ellos, su familia, también estuvieron presentes en la final, aunque fuera desde lejos. “Me bancan siempre, con mensajes, videos y fotos. Hoy justo estaban volviendo de ver la final del sábado. Les dedico este triunfo a mi hermana, a mi sobrino, a todos”, dijo, y por primera vez la voz le tembló apenas un segundo.
"Mantuvimos el plan de juego y la templanza para hacer lo que sabemos hacer", dijo Vasile sobre la final
La final la encontró firme, decidida y con una tranquilidad que no siempre acompaña a las arqueras en partidos tan grandes. El 3-2 se defendió con uñas y dientes, y en uno de los momentos más calientes apareció su mano para desviar un remate que parecía gol. Al ser consultada si en algún momento sintió que el partido se escapaba, respondió sin dudar. “En ningún momento”, afirmó. “Entramos muy convencidas. Mantuvimos el plan de juego y la templanza para hacer lo que sabemos hacer”, añadió.
“Este título es sentirse pleno. No son sólo tres días de entrenamiento. Hay esfuerzo económico, de tiempo, de acomodar la vida afuera, pero todo vale cuando pasa esto”, dijo Vasile, con una honestidad que explica su recorrido mejor que cualquier dato y que invita a una respuesta inevitable.
“Somos campeonas porque venimos trabajando muchísimo. No es solo corazón: es esfuerzo mental y físico”, cerró la arquera, que levantó una vida entera construida lejos de casa, en un arco que ya no es solo un puesto: es su lugar.






















