En 1913 el célebre paisajista francés Charles Thays lanzaba una alerta ecológica frente al proceso de deterioro que avizoraba en el piedemonte, en un informe realizado por encargo del gobernador Ernesto Padilla.
Así se relató en nuestra sección “Recuerdos Fotográficos” del lunes 17, en el que el paisajista Thays consideraba que la sierra del Aconquija debía ser “una reserva cuyo efecto principal será tomar las selvas en su estado actual, protegerlas contra toda obra de destrucción y deterioro” y lamentaba la extensión de las áreas sembradas de caña y la tala para combustible. “Se debe, sin demora alguna, exceptuar de la zona a cultivar una gran área de montes naturales, que constituirán, en el porvenir, uno de los adornos más hermosos de la provincia y del país”, expresaba.
Más de 100 años después, se debate la forma en que se debe organizar y regular el crecimiento poblacional en esta zona privilegiada. Yerba Buena, que está estrenando un nuevo Código de Planeamiento, había paralizado hace una década la explosiva urbanización, acompañada de una fuerte crisis de la provisión de agua así como de servicios y de movilidad. Tafí Viejo, que había tratado de mantener a raya ese crecimiento urbano, ha quedado en medio del acelerado desarrollo poblacional de las zonas aledañas: Cebil Redondo, Villa Carmela, Nueva Esperanza y Los Nogales.
Cabe destacar, en este sentido, el esfuerzo de la Universidad Nacional de Tucumán por mantener como reserva biológica toda el área del cerro que abarca el Parque Sierra de San Javier.
En una producción periodística de ayer se da cuenta de cómo en Tafí Viejo se ha producido una reducción de la superficie cultivada de limón a cambio de una mayor apertura de calles, un mayor nivel de pavimentación y al consolidación de nuevos barrios.
El presidente de la Asociación Citrícola del Noroeste Argentino, Roberto Sánchez Loria, considera que el desplazamiento de la producción y el avance de la urbanización “es un proceso normal, que ocurre en todos los lugares del mundo”. “Cuando las tierras están próximas a los centros urbanos, con el tiempo comienzan a adquirir valor y finalmente se incorporan a desarrollos urbanos”.
Con todo, conviene advertir que expertos en urbanismo, como Marta Casares, han advertido que la falta de control en el desarrollo altera el equilibrio y que “el valor paisajístico que buscan muchas urbanizaciones privadas es el mismo que terminan degradando al instalarse”. Ella señaló que se ha producido una pérdida irreversible del suelo productivo, una fragmentación del paisaje agrícola y un aumento de conflictos por el uso del territorio. Remarcó, en este sentido, que ese proceso se agrava por un problema estructural: “Tucumán aún carece de una ley provincial de ordenamiento territorial”, dijo.
Convendría tener en cuenta estas consideraciones, y actuar en consecuencia, en busca de ajustar el equilibrio entre la urbanización, los cultivos y el piedemonte.


















