Cinco claves sobre el uso del celular en el aula

Tras la sanción a estudiantes, la especialista Mariana Dato analiza el alcance de la medida y plantea ejes para comprender la problemática.

UN DEBATE ABIERTO. La sanción a alumnos por usar el celular en clase evidencia una polémica no resuelta. UN DEBATE ABIERTO. La sanción a alumnos por usar el celular en clase evidencia una polémica no resuelta.

La decisión de un colegio privado de la capital tucumana de prohibir los celulares en el aula y aplicar sanciones académicas a quienes incumplan la norma reavivó una discusión que aparece una y otra vez sobre el uso de teléfonos móviles dentro las instituciones educativas.

Para aportar luz en medio de ese debate, Mariana Dato, profesora en Ciencias de la Educación, analizó la medida y planteó cinco puntos clave para pensar el tema desde lo pedagógico, lo institucional y lo vincular.

1) El celular como parte del “contrato pedagógico”:

La especialista sostuvo que toda decisión sobre tecnología debería formar parte del contrato pedagógico entre docentes, alumnos y familias.

“No puede ser un tema aislado -advirtió-. Debe ser un acuerdo entre comunidad educativa y comunidad escolar. Si se entiende como una herramienta más (con límites, reglas y usos) debería explicarse y consensuarse”.

Según la experta, las prohibiciones tajantes suelen fracasar cuando no están acompañadas de explicaciones claras. “Cuando uno dice ‘no’ a un hijo, ese límite se sostiene mejor cuando está fundamentado. En las escuelas ocurre lo mismo: si se prohíbe el celular, hay que explicar por qué”, señaló.

2) ¿Distracción o herramienta didáctica? Las ambivalencias por el uso de un dispositivo:

Para Dato, el celular es, al mismo tiempo, un problema y una oportunidad.

Por el lado negativo, señaló que los dispositivos “vienen siendo un artefacto de desconcentración” y que generan “sobrecarga y estrés” porque los chicos sienten que deben responder mensajes o interactuar con aplicaciones de forma constante y al instante.

Pero también destacó un aspecto positivo, que pocas veces se aprovecha, como es su potencial pedagógico. “Puede ser utilizado como un dispositivo didáctico para buscar contenidos en sitios confiables. Hay recursos excelentes para secundaria, como Infoamérica, con libros y materiales gratuitos. También puede ser útil para trabajos grupales, investigaciones o actividades colaborativas”, explicó.

Incluso mencionó que en algunas escuelas se utiliza el celular en clases de computación: “Mis hijos lo usan para trabajar planillas de Excel. Es un recurso útil y accesible”.

La clave -advirtió- es diferenciar cuándo aporta y cuándo interfiere.

3) El aula tiene dimensiones distintas; no todo se resuelve con castigos:

Dato señaló un punto que considera central; la resolución del colegio “mezcla dimensiones” del trabajo en el aula.

Las especialistas en didáctica identifican al menos tres dimensiones:

• Lo pedagógico: lo que se enseña y se aprende.

• Lo temporoespacial: la organización del tiempo y del espacio de clase.

• Lo psicosocial: los vínculos, el clima, la interacción entre docente y estudiantes.

La resolución -según analizó la profesora- vincula el uso del celular con cuestiones de conducta, atención o socialización, que pertenecen a la dimensión psicosocial, pero luego aplica sanciones pedagógicas (llevado de materia) que nada tienen que ver con ese plano.

“Es un error mezclar dimensiones. El rendimiento académico se evalúa con pruebas y trabajos, no con el cumplimiento de una norma de convivencia”, remarca.

Y agrega: “El uso del celular no determina que un estudiante apruebe o no. En el rendimiento influyen factores como el capital cultural, la calidad de enseñanza, el acceso a recursos didácticos o la organización del estudio”.

4) Las sanciones extremas pueden generar más conflicto que solución:

Uno de los puntos que más sorprendió a Dato fue que la resolución sancionatoria establezca que quien tenga el celular en clase pueda llevarse la materia a diciembre.

“Es una arbitrariedad. Frente a decisiones arbitrarias, el adolescente se rebela mucho peor”, reflexionó.

Por eso, insistió en que las normas deben “ser claras, razonables y explicadas”. Un sistema de convivencia escolar efectivo -describió- funciona como un contrato: “Las dos partes deben adherirse a las pautas. No puede haber imposición sin diálogo”.

5) La solución requiere diálogo, gradualidad y alfabetización digital:

Para la especialista, la pregunta no es si debe haber o no celulares en las aulas, sino cómo regularlos.

“Es muy difícil pedirle a un chico de 11 o 12 años que no tenga celular. Son accesibles, útiles y forman parte de su vida cotidiana”, afirmó.

Por eso propone un enfoque más amplio:

• Reuniones con padres para acordar criterios.

• Charlas con los estudiantes sobre usos productivos y riesgos.

• Protocolos claros, que distingan horas o materias donde el celular puede ser un recurso y otras donde debe quedar guardado.

• Formación en inteligencia artificial y uso responsable de plataformas digitales.

“Si la escuela explica por qué limita el celular en determinadas horas y habilita su uso en otras, el estudiante lo comprende mejor. Y además aprende”, planteó.

Reacciones

Mientras el caso continúa generando reacciones en redes y en los pasillos escolares, Dato considera que el desafío va más allá de una prohibición puntual.
“El uso del celular en el aula es un tema que habrá que discutir en todos los niveles -públicos, privados, primario, secundario y universitario-. Pero discutir bien, sin arbitrariedades y entendiendo que la tecnología forma parte de la vida escolar”, concluyó.

La discusión está abierta. Y, como todo debate educativo, no se resolverá con un decreto, sino con diálogo, consenso y pedagogía.

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