NUEVO CONTEXTO POLÍTICO. Aníbal Urios afirma que “la lógica política amigo-enemigo no va más”.
Las elecciones legislativas del 26 de octubre marcaron otro punto de inflexión, no sólo para la política, sino para la economía. La sociedad apostó nuevamente por el cambio y le dio la espalda al viejo discurso amigo-enemigo, que caracterizó las elecciones pasadas en la Argentina. “Fue un mensaje para toda la clase política, que ya no quiere ver la misma película y que, en definitiva, aspira a que alguien haga algo para sacar al país de la situación de crisis permanente”, afirma el politólogo Aníbal Urios. En una entrevista concedida a LA GACETA, el director de DC Consultores sostiene que, para 2026, “la sociedad argentina quiere más bisturí y menos motosierra” para encarar las reformas estructurales que modernicen al Estado.
-¿Después del 26 de octubre, es otra Argentina?
-No sé si es otra, pero sí que la sociedad ha ratificado el rumbo, y con esto no solo me refiero al presidente Javier Milei, sino también al rumbo de toda la política argentina. El mensaje de las urnas fue para toda la clase política, con una reafirmación de lo que ha sido 2023. Es como que gran parte de la sociedad le ha dicho a la dirigencia “quiero reformas, cambios de fondo y no ver siempre la misma película del pasado”. Hay una sensación generalizada de aceptar los cambios, de modificar algunas cuestiones, pero también de dejar otras como están, pero que son las menos. Todo esto, la inteligencia de la política deberá evaluarlo para analizar qué está dispuesto a cambiar y qué no. Allí surge la diferencia del nuevo político de aquel que no tiene conexión con la realidad. Le pasó al Partido Justicialista; también a Provincias Unidas y hasta dirigentes locales como el gobernador de Neuquén, Rolando Figueroa, que no tuvo una buena elección en su distrito. Ni hablar de Martín Llaryora en Córdoba o de Maximiliano Pullaro en Santa Fe. Ojo, no es mala referencia ser del Justicialismo, pero la sociedad ya no banca a una oposición que se muestre y que actúe como destructiva, como lo hizo Axel Kicillof y Cristina Fernández de Kirchner que, en el último sondeo que realizamos, ocho de cada 10 consultados le atribuyen la derrota peronista. Miremos el caso puntual de Buenos Aires, en septiembre no ganó Kicillof, sino los intendentes, que hablaban de las cosas que iban a hacer ante un estructura tradicional que propiciaba un no rotundo al cambio. Es peronismo reticente murió.
-El sondeo que elaboró la consultora que dirige prioriza las reformas: impositiva, laboral y previsional. ¿A qué se debe?
-Gran parte de la soceidad entiende que el mundo está avanzando y que la Argentina tiene que subirse a esa ola para no quedarse al margen del contexto internacional. En este sentido, estoy convencido que hay que cambiar el auto, porque este vehículo está viejo para correr la carrera que te impone la tendencia global. Las reformas estructurales son necesarias. La gente no discute los derechos, y creo que eso es un error de la política, sino que es más propensa a aceptar los cambios. Mirá el caso de los comerciantes; los pequeños reniegan acerca de que no pueden tener las mismas cargas que aquellos que emplean 100, 200 o 500 trabajadores. Otro tanto sucede con los impuestos. Los emprendedores se preguntan por qué tienen que aceptar una carga tributaria elevada y trabajar más para el Estado que para su propio negocio. Otro empresario te dice: “no tomo empleados porque es como adoptar un hijo. La mecánica del juicio laboral te puede llevar a una situación no deseada. Por eso, las reformas intentan poner todo en sintonía, de acuerdo con la realidad de cada sector y de cada actividad. Hoy te encontrás con sindicalistas millonarios que te dicen que perdes derechos si aceptas las reformas, pero te das cuenta que ellos están en otra sintonía, porque pierden sus ingresos. La gente no es tonta y por eso impulsa los cambios. Es verdad que se viene bancando situaciones con la inflación y con el dólar. Ahora le dicen que avancemos con las reformas y luego vendrán seguridad, educación y salud, que son prioridades, pero que se necesita financiamiento para darle más impulso. La inteligencia de la política pasa por cómo se aplican esas iniciativas.
-Después de las elecciones, Milei dijo que no cesará la motosierra. ¿La sociedad aguantará más ajustes?
-Creo que la motosierra sirvió para los dos primeros años. Con ella, el Gobierno nacional pudo sostener el ancla fiscal, recortando al máximo el gasto público. Además, logró avanzar con gran parte de la Ley Bases. Ahora, la misma sociedad le advierte: “guarda, que en algunas cosas podés pasar la motosierra, pero en otras tenés que aplicar el bisturí”, Para el año que se avecina, la gente quiere más bisturí y menos motosierra. Tocar algunas cuestiones, pero no avanzar a fondo en otras. Por ejemplo, en materia educativa, no resiste tanto el dilema pública o privada, sino que quiere saber qué hacen con el dinero de las universidades. Por allí pasa el debate, por debatir lo que es necesario cambiar, pero por la vía del consenso.
-Pero el FMI condiciona este tipo de posibilidades y quiere que avancen las reformas...
-Siempre te condiciona y no sólo en la Argentina. Es la política internacional la que te empuja. El oficialismo tendrá la excusa de ir viendo cómo puede jugar entre la demanda del Fondo y los reclamos de la sociedad argentina. En el camino, Javier Milei tiene un gran aliado que es Donald Trump. El presidente de los Estados Unidos no es para Milei como el venezolano Hugo Chavez lo fue para Cristina Fernández de Kirchner. Hay otra expectativa. Hay un dicho que señala que, si querés ser millonario, juntate con los millonarios. Creo que todos entendimos que las promesas de Venezuela no llegaron a buen puerto, aquellos megaanuncios de Chavez sobre el tren o el gasoducto continental. En aquellos años se entusiasmó a la gente, pero ni siquiera empezaron las obras. Las alianzas ideológicas de la región no dieron resultados. Entonces, hoy ven que hay acercamiento con el hombre que, en los hechos, maneja el mundo. Por lo menos, la percepción general es que se prueba a ver qué sale y luego vemos cómo sale.
-Hay varios expertos que consideran que el acuerdo bilateral entre la Argentina y los Estados Unidos no es favorable para nuestro país. ¿Qué piensa?
-Eso lo tendrá que evaluar, más adelante, la sociedad. En nuestros sondeos, desde que asumió Trump, hicimos dos preguntas respecto de la relación con la Argentina. La primera fue en noviembre de 2024 cuando la mayoría opinó que la relación con Milei era propicia para un acuerdo comercial bilateral. La segunda la hicimos en octubre, antes de las elecciones. En esa encuesta, la gente decía que era por allí, que no aceptaba el discurso peronista de “patria, sí; colonia, no”. Esa discusión es vieja. Y ahora volvimos a preguntar. Las expectativas de la sociedad son más prudentes, pero existen. Eso va a pasar siempre y mirará más si el acuerdo genera los réditos esperados, con más inversiones. Y, de no ser así, puede que a Milei le pase lo mismo que a Cristina con Chavez y se diga que todo fue puro humo. Pero eso se evaluará más adelante. Puede ser algo positivo para 2027, pero también algo negativo, si no se dan los resultados.
-¿Cómo está hoy el humor social, tomando en cuenta que la economía venía a los tumbos y ahora se vislumbra un poco más de estabilidad?
-Este año, las elecciones han sido ejemplificantes en ese aspecto. Pasó en Buenos Aires, con un triunfo justicialista, y un mes después, Milei ganó las legislativas. Creo que aquellos que esperaban los mismos resultados no entendieron la dinámica. Una cosa son las elecciones locales, otras las provinciales y muy distinto las nacionales. De allí la diferencia en los resultados. Los contextos definen elecciones. Uno lo fue en septiembre; otro lo fue en octubre. El Presidente entendió que el discurso de septiembre no debía ser el mismo que para octubre porque, de otro modo, perdía de nuevo. Habló de juntarse con ciertos sectores opositores y de alcanzar consensos. Eso era lo que la gente quería escuchar. El peronismo, en cambio, hizo todo al revés. Habló de frenar a Milei cuando la gente no quería eso, pero en septiembre, los dirigentes justicialistas se abocaron más al hacer, a laburar, y por eso ganaron. En esencia, Cristina Fernández ha sido el gran freno del peronismo. Estuvo presente en octubre, pero no en septiembre, que no es un dato menor. Jorge Taiana fue su candidato, que no era atractivo para gran parte del electorado porque representaba al pasado, y eso asustó a la gente que no quería volver a repetir viejas historias.
-De todas maneras, Milei necesitará de alianzas para avanzar con su iniciativas. El 65% de los que respondieron a su encuesta indica que será necesario captar el apoyo a las reformas de aquellos que quieran el cambio. ¿Quiénes están incluidos?
-Eso es clave para responder lo que pasa en los partidos o en las alianzas políticas. No importa del partido que vengan, ni cuál es la ideología, sino que es fundamental sentarse a trabajar para avanzar con los cambios que se proponen. Esa es la demanda social. Y, en ese escenario, cabe la posibilidad de ver surgir a una verdadera oposición constructiva, sin que piensen que tal o cual apoyo a alguna medida le quitará pertenencia a la fuerza a la cual representa. La lógica amigo-enemigo no va más. Aquellos que la propicien, no entendieron el mensaje de la sociedad.
-¿Cómo cierra este año?
-Este año cierra con los mismos ejes que en 2023: mucha expectativa y mucha esperanza. Eso se da independientemente de los escándalos que debió afrontar la gestión de Milei, tanto en el caso Libra como en el de la Agencia Nacional de Discapacidad. Milei intenta volver al casillero de la confianza, pero sigue vacío. Se aferra, entonces, al de la esperanza y al de la expectativa, pero sabe perfectamente que los argentinos lo irán evaluando constantemente. En marzo veremos si pasa el examen, porque resta un tiempo para pensar en 2027. Aquel que quiera arrebatarle la conducción del país tendrá que esmerarse para darle una mejor versión que Milei. Para eso, tendrá que empezar a trabajar desde ahora.






















