Huirapuca en el "Veco" Villegas: cuando un torneo se convierte en un recuerdo familiar
Leandro Molinuevo vive un torneo distinto: comparte la concentración, las rutinas y los silencios con sus hijos, Eliseo e Isaías. Entre habitaciones compartidas, charlas que no terminan en la cancha y una vida moldeada por el mismo club, el torneo se vuelve un capítulo íntimo de una historia familiar.
Isaías, Leandro y Eliseo Molinuevo tras el partido frente a Tala. Analía Jaramillo/LA GACETA.
El “Veco” Villegas es, para muchos, un torneo. Para el entrenador de Huirapuca, Leandro Molinuevo, sin embargo, es también una postal de su propia vida. En la delegación viajan sus dos hijos, Eliseo e Isaías, y la convivencia transforma cada momento en algo más profundo que un simple fin de semana lejos de casa. La línea entre ser padre y ser entrenador se vuelve difusa, pero no conflictiva: es un territorio que Leandro aprendió a transitar con naturalidad, aunque por dentro todo se movilice distinto.
Lo primero que reconoce es la emoción. “Tengo dos hijos en el plantel; está cargado de emoción”, admite. Pero rápidamente aparece la otra cara, esa que solo entiende alguien que combina la paternidad con la conducción de un grupo: los chicos son uno más, aunque el vínculo continúe cuando se apagan las luces. “En la cancha el trato es el mismo. La diferencia es que en casa los reproches son más grandes, porque ya se sienten más en confianza”, cuenta, casi entre risas.
La historia viene de lejos. La familia Molinuevo vive a cuatro cuadras del club. Cuatro cuadras que son casi una metáfora: el camino más corto entre la casa y la pasión. Eliseo e Isaías crecieron ahí, casi literalmente entre camisetas, bolsos y tardes de entrenamiento. “Isaías ha ido en coche al club”, recuerda Leandro. Eliseo, un año mayor, caminaba o corría detrás. La infancia de ambos tuvo el mismo escenario: un club lleno de amigos, de rutinas repetidas y de un padre que todavía jugaba.
En la casa, todo gira alrededor del rugby. No como mandato, sino como un idioma compartido. “Somos seis, cuatro varones. Mi señora solo escucha rugby todo el día”, dice Leandro. Y los chicos lo confirman con naturalidad. Eliseo, el mayor, lo explica con simpleza. “Desde los cuatro años venimos al club. Es lindo porque acá todos son como familia”, dice. Isaías agrega otro detalle. “Cuando entramos a la cancha hay un entrenador, deja de ser papá. Pero en la casa hablamos de rugby y de afuera también. Siempre estamos juntos”, describe.
Para muchos chicos, el “Veco” es un aprendizaje. Para Leandro y sus hijos, es una versión ampliada de su propia vida: el mismo vínculo, pero intensificado el cansancio de los partidos y las emociones.
CHARLA TÉCNICA. Molinuevo valoró el esfuerzo de sus dirigidos en cada partido. Analía Jaramillo/LA GACETA.
La madre, cuentan los tres, vive todo esto desde otro lugar. Eliseo lo explica con honestidad adolescente. “Ella odia que volvamos golpeados; siempre hay reproches en casa”, admite. Isaías también sonríe cuando lo dice. “Prefería que hiciéramos otros deportes, pero es lo que nos gusta”, agrega. En esa tensión mínima, casi inevitable, asoma algo todavía más fuerte: la certeza de que esta historia no podría haber sido distinta. Nacieron dentro del club, crecieron ahí, aprendieron a convivir con el deporte como parte del ADN familiar.
¿Qué significa, entonces, estar juntos en un torneo como el “Veco”? Para los chicos, es un sueño. Para Leandro, también, aunque lo diga de otra forma. Eliseo lo sintetiza. “Es el mayor sueño de todos: compartir esto con mi papá de entrenador y jugar con mi hermano”, señala. Isaías agrega otra imagen íntima. “En la casa somos cuatro hermanos, todo rugby siempre. Está bueno hablar, estar juntos. Acá es lo mismo, solo que más intenso”, relata.
El “Veco” Villegas seguirá su curso, con días largos, horarios ajustados y momentos que se escapan rápido. Pero la historia de esta familia ya tiene un lugar propio dentro del torneo. Un capítulo que no se medirá en resultados, sino en algo mucho más profundo: el recuerdo de un viaje compartido entre un padre y sus dos hijos, en el que el rugby fue apenas la excusa para estar juntos un poco más.






















