FELICES. Stancanelli, Núñez y Mayoral celebran el primer puesto en su categoría. Foto de Osvaldo Ripoll/LA GACETA.
La XXXIV edición del Transmontaña de Rally Enduro cerró su temporada en los imponentes senderos de San Pedro de Colalao, un escenario que nuevamente puso a prueba la resistencia, la pericia y el corazón de cada piloto. Entre las miles de historias que dejó la última fecha, una brilló con una fuerza especial: la de Javier Stancanelli, Luis Mayoral y Javier Núñez, tres amigos, tres apasionados del enduro y ahora, ganadores indiscutidos de la categoría Equipos B.
El festejo los encontró exhaustos, emocionados y, sobre todo, unidos. Porque lo que lograron no fue solamente un triunfo deportivo: fue la coronación de un camino construido a fuego lento, entre asados, entrenamientos, madrugones y una amistad que se volvió motor.
El primero en intentar poner en palabras lo vivido fue Stancanelli. Con la adrenalina todavía a flor de piel, contó lo que significó cruzar la meta como líderes. Antes de hablar, respiró hondo; quizás buscaba ordenar sensaciones que todavía latían demasiado fuerte.
“Para nosotros es un desafío muy grande”, dijo, dejando que la frase marcara el tono. “La expectativa que teníamos era hacer podio, porque sabíamos que era una carrera muy dura y todos los pilotos entrenan para esta competencia. Tuvimos la suerte de andar parejo, no tuvimos ningún problema mecánico en la moto y pudimos terminar bien”, agregó.
A su lado, Mayoral asentía. Él también tenía claro que competir en San Pedro no es para cualquiera, y que incluso los más experimentados pueden quedarse en el camino. Cuando le preguntaron si esperaban un triunfo, sonrió como quien conoce la respuesta desde siempre.
TODOS JUNTOS. Stancanelli, Núñez y Mayoral posan junto a integrantes del equipo y familiares. Foto de Osvaldo Ripoll/LA GACETA.
“Uno siempre lo espera, lo soñamos todos”, confesó. “Se fue dando en la carrera. Me sentí muy cómodo hasta el primer control; ahí nos empezaron a decir que íbamos primeros. Mantuvimos el ritmo, no nos caímos, no hicimos ninguna macana”, añadió.
Pero no todo es motor y técnica. También agradeció a quienes no salen en la foto, pero sostienen desde atrás. “Gracias a JB por la asistencia. La moto impecable siempre. Había que acelerar nomás. Teníamos todo listo. Y al ‘Buitre’ (Sergio García) y a Mario, que siempre nos aconsejan. Ellos son parte de nuestra familia también”.
Núñez se sumó a la charla cuando llegó el momento de contar el origen de este trío que ya empieza a escribirse en la historia del Transmontaña. Antes de su cita, el relato se detuvo en el inicio improbable: un asado, un encuentro casual y una pasión compartida.
El inicio de una gran amistad
“Esto comenzó hace unos años. En un asado nos conocimos y empezamos a hacer enduro juntos. Después armamos un circuito donde entrenamos. Todo esto es mérito del sacrificio: gastar plata en la moto, en cuidarse, entrenar”.
Claro; la anécdota de cómo decidieron correr juntos apareció como un guiño del destino. “Una vez me llamaron para ir a Jujuy. Me fui a las 10 de la noche, llegué a las 2 de la mañana y largamos a las 8. Salimos terceros. Ahí dijeron: ‘¿Qué opinás si corremos el Transmontaña juntos?’ Y así se armó el trío”, explicó..
La charla cerró con la esencia misma del enduro: la hermandad. Antes de cerrar el díalogo, el contexto lo decía todo: más allá del resultado, lo que queda es el vínculo. “El enduro fortalece amistades”, afirmaron. “Un chico que viene de Buenos Aires rompió la moto en Los Nogales. Llegó al taller, donde nos reunimos, y terminó durmiendo en la casa de mi suegro, sin conocernos. Eso es lo que genera la moto: tenemos algo en común y eso nos hace más unidos”, cerraron.
En San Pedro, entre polvo, adrenalina y abrazos, Stancanelli, Mayoral y Núñez completaron mucho más que una carrera. Escribieron una historia que nació en un asado y que actualmente huele a gloria.






















