Estamos a las puertas de un mes especial. Diciembre suele “llevarnos puestos”, como se dice habitualmente: despedidas de año, reuniones sociales, plazos que se vencen; dinero que no alcanza; impuestos que hay que pagar,; cuestiones laborales que es necesario cerrar; la organización de las Fiestas; los preparativos para las vacaciones y un largo etcétera suelen generar un sabor agridulce. Por un lado, hay expectativas e ilusión, pero, por el otro, una suerte de angustia, de carga pesada, como si la línea de meta (el Año Nuevo) se alejara en vez de acercarse.
Aunque luzca difícil, este puede ser un buen momento para ver la vida desde otra perspectiva: aprovechar los momentos en los que las obligaciones dan un respiro para intentar poner el foco en cuestiones relevantes, en lo que ocurre por debajo de la superficie de las urgencias y sobre los que se basa realmente la vida (la familia, los amigos, la salud, nosotros mismos).
Una buena estrategia puede ser tratar de no caer en la trampa de la productividad. El frenesí de este mes empuja a medir el éxito del año por la cantidad de “ítems completados” (compras, fiestas asistidas, proyectos cerrados).
Esta mentalidad puede entramparse en lo urgente y sacrificar lo verdaderamente importante: el sentido de cada acción realizada. Al enfocarse solo en “terminar el año” bajo presión se transforma el mes de la celebración en un mero cierre administrativo.
Se suele ver el 31 de diciembre como una línea de meta, seguida de una lista de propósitos de Año Nuevo que a menudo se desvanecen.
Si en lugar de eso se concibe a diciembre como un puente tal vez sea posible cambiar la dinámica. La pausa permite realizar un ejercicio de análisis profundo (¿qué me hizo feliz este año? ¿Qué debo dejar ir?)
Este balance introspectivo es vital para que las metas del próximo año no sean meros deseos vacíos, sino intenciones sólidas y meditadas.
Sucede que la calidad de la planificación futura está directamente relacionada con la calidad de la reflexión presente. Diciembre es el mes ideal para construir ese puente entre lo que fuimos y lo que queremos ser, fuera de la presión de los plazos.
En el ámbito social, el afán por cumplir con todos los compromisos expone al riesgo de coleccionar momentos superficiales. El verdadero valor reside en crear conexiones genuinas. Priorizar un encuentro tranquilo con un amigo, una conversación significativa en familia o simplemente un momento de quietud con uno mismo.
Sin dudas, para muchas personas 2025 fue un año complicado. Creemos que trabajar introspectivamente para cambiarle el signo a diciembre puede ser una buena alternativa frente los desafíos que nos impondrá el 2026. No es fácil, claro. Pero vale la pena intentarlo.





















