Recuerdos fotográficos: 1824. De Tucumán a Buenos Aires, dos meses de viaje en carreta

En este espacio de “Recuerdos” LA GACETA busca revivir el pasado a través de imágenes que se encuentran guardadas en ese tesoro que es el Archivo de LA GACETA. Esperamos que a ustedes, lectores, los haga reencontrarse con el pasado y que puedan retroalimentar con sus propios recuerdos esta nueva sección.

Recuerdos fotográficos: 1824. De Tucumán a Buenos Aires, dos meses de viaje en carreta
Roberto Delgado
Por Roberto Delgado Hace 9 Hs

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En 1824, cuando el quinceañero Juan Bautista Alberdi dejó Tucumán para ir a estudiar durante nueve años a Buenos Aires, esa extenuante travesía por profundas huellas llenas de barro, detenciones por ríos crecidos y tormentas fue para él una gran aventura. “Me parecieron dos días, porque en la forma en que lo hice fue un paseo de campo continuado. Dormía en mi carreta dormitorio. Montaba a caballo a la mañana y pasaba todo el día en correrías, agradables por el paisaje siempre variado de nuestro tránsito. Recogido en mi carreta, a la entrada de la noche, me parecía volver a mi casa-habitación, que no había cambiado de lugar: tal era la lentitud con que marchaba la tropa o convoy de carretas, tiradas por bueyes, que hacía seis leguas por día”, contó el tucumano. Así se relata en “Una memoria de la ciudad entrañable”, de LA GACETA. Los vehículos eran pesados, en general fabricados en Tucumán, según cuenta Bernardo Frías en “Tradiciones históricas”, citado por Carlos Páez de la Torre (h) en “Aquellas lentas carretas” (28/07/2015).

Las carretas, tiradas por bueyes, “eran como las de los antiguos francos y godos, servidas por dos altas y chillonas ruedas, sostenidas por un eje de madera sin muelles”. La gente, mirando su aspecto, había formado una adivinanza: “¿Qué será: una vieja/ que camina con las orejas?”.

Frías dice que los carreros y sus ayudantes por lo general eran santiagueños. “Hombres intrépidos y arrojados… de pocas pulgas… cuchilleros” y “famosos por su lenguaje rudo y destemplado”. En ese tiempo, cuando se quería recriminar a alguien su manera de expresarse, se decía que “habla como un carrero”. Además de todos los contratiempos del camino, debían soportar las acometidas de los asaltantes y de los indígenas.

Al joven viajero no le molestó nada la travesía de 360 leguas (1.200 km). Al contrario. Cuenta José Luis Lanuza en “Los viajes de Alberdi”: “Cuando terminaron esas felices vacaciones por el campo, Juan Bautista se encontró con que, insensiblemente, había llegado a Buenos Aires. Pero ¿cómo encerrarse en un colegio después de tanta correría por la pampa, tanta persecución de avestruces y venados, tanto asado comido al pie del asador, tanta gritería de peones y de boyeros, tanta familiaridad con los vientos, las nubes y las estrellas?”. Lanuza dice que Alberdi no pudo soportar “la tiranía del colegio”; salió a trabajar como dependiente de tienda en Buenos Aires mientras se preparaba para estudiar. A causa de las carretas.

La imagen es “Plaza de las carretas”, del pintor viajero Juan Pedro León Pallière.

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