Roberto Albornoz, el guardián de la memoria deportiva, fue distinguido por su trayectoria en la Fiesta del Deporte 2025
Reconocido por su aporte silencioso y constante al rescate de archivos, historias y nombres que marcaron al deporte tucumano, recibió una distinción especial en la tradicional gala organizada por LA GACETA.
RECONOCIMIENTO. Roberto Albornoz recibe el Premio a la Trayectoria de manos de Guillermo Monti, prosecretario de Redacción de LA GACETA, durante la Fiesta del Deporte 2025. LA GACETA / OSVALDO RIPOLL
Durante décadas, Roberto Albornoz estuvo presente en el corazón del deporte tucumano, siempre desde un lugar mesurado. Miró, leyó, recortó, guardó. Mientras otros gritaban infinitos goles o celebraban grandes títulos, él se detenía en el mínimo detalle. En crónicas olvidadas, en nombres que corrían riesgo de perderse para siempre... En la Fiesta del Deporte 2025, esa tarea silenciosa y paciente encontró su reconocimiento. LA GACETA le entregó el Premio a la Trayectoria por su aporte a la historia del fútbol tucumano y, por extensión, a la memoria deportiva de la provincia.
Esta vez no fue a contar la historia de otros. Esta vez, el nombre anunciado fue el suyo. Albornoz llegó acompañado por sus hijos, en un gesto que resumió sus valores mejor que cualquier discurso lo que representa el premio. “Es el resultado de muchos años de trabajo”, expresó. Roberto nunca buscó aplausos. Su emoción excede el brillo del galardón, viene del camino recorrido y de una vida entera ligada al deporte de Tucumán.
Desde chico, el deporte fue una constante. Le gustaba leer y seguir la actividad deportiva, en especial de fútbol, básquet y ciclismo. También fue protagonista. Roberto practicó patín cuando era joven, en una época en la que el deporte se vivía como parte natural de la vida cotidiana. Esa curiosidad inicial nunca se apagó. Incluso cuando la vida lo llevó lejos de la provincia, el vínculo se mantuvo intacto. Durante su estadía en la Patagonia, seguía pendiente de lo que pasaba en Tucumán gracias a los diarios que su familia le enviaba a Comodoro Rivadavia. “Siempre estuve ligado al deporte”, dijo, al repasar una vida atravesada por esa pasión.
El premio, admite, tiene un valor especial. No porque sea el primero -recibió varias distinciones a lo largo de los años-, sino por quién lo entrega. “Que venga de LA GACETA le da un toque distinto”, afirmó. El diario fue parte de su vida mucho antes de este reconocimiento: lo leyó, lo estudió, lo recortó y, con el tiempo, también lo nutrió. Por eso, el orgullo es doble. Es personal y también institucional.
Albornoz recuerda con claridad una entrevista publicada hace una década, cuando hablaba de la crisis del deporte tucumano. Esa nota nació de un trabajo compartido con Gustavo Rodríguez, en el marco de la reconstrucción histórica del clásico tucumano. Desde entonces, algunas cosas cambiaron y otras se profundizaron. “El comportamiento era otro”, dijo al comparar el pasado con el presente. No lo hace desde la nostalgia. Su mirada nace de la observación. En su juventud, el deporte era un espacio de convivencia. Hoy, percibe una pérdida de respeto que se agravó. “Lo peor es que no cambia”, expresó.
A pesar de que muchos lo llaman historiador, él prefiere correrse de ese título. Se define como un “recortador”, alguien que guarda lo que otros dejan pasar. El origen de todo está en su padre, ex jugador de San Martín de Tucumán, que dejó una herencia inesperada: archivos. “Los ‘viejos queridos’, como les digo yo, no hablaban tanto de su pasado”, recordó. Su padre fue parte del equipo que se consagró campeón de la República en 1944, un dato que Roberto descubrió mucho tiempo después, revisando recortes. No porque no fuera importante, pero sí porque en esa generación el pasado se guardaba.
Ese gesto marcó un camino. En su casa comenzaron a aparecer fotos, notas, documentos. Mucho del material está autografiado, lo que le da un valor incalculable. A lo largo de los años, la colección creció sin proponérselo. Recortó notas deportivas, y también textos sobre folklore, cultura y poesía. Conservó ejemplares de El Gráfico durante más de medio siglo, hasta que llegó el momento de desprenderse. “A veces no sé qué hacer con tantas cosas”, confesó. Pero nunca dudó de su importancia.
Al proceso de desprendimiento lo trató con cuidado. Parte de sus libros fueron donados a un club de lectores. Y gran parte del archivo deportivo encontró su destino en LA GACETA. Desde hace dos años, Albornoz entrega material vinculado al deporte y a otras actividades de interés histórico. “Creo que es donde mejor se va a conservar en el futuro”, sostuvo. El archivo del diario, bajo la mirada atenta de Sebastián Rosso, se convirtió en el lugar lógico para ese legado. No fue una decisión azarosa. Roberto toda su vida estuvo ligado al diario, compartió material con periodistas y recibió apoyo constante.
Cuando habla de la pérdida de la memoria, su tono cambia. Más que frustración o enojo, hay tristeza. “Cuánto lamento lo que se pierde”, dijo. Para él, conocer el pasado es una necesidad humana. “Si no se conoce el pasado, mal se puede enfocar el futuro”, afirmó. Guardar no es acumular. Es una forma de que el tiempo no borre todo.
A los jóvenes deportistas que fueron reconocidos en la Fiesta del Deporte les habla desde la experiencia. Ya participó de elecciones anteriores y sabe lo que significa ese momento. “Que continúen”, dijo. Para Albornoz, la constancia es la verdadera forma de permanecer. Los ve como ejemplos, para sus pares y para la sociedad en general. Observa a chicos y chicas que practican con entusiasmo sus actividades y que construyen desde el esfuerzo del día a día.
Roberto nunca levantó copas, tampoco convirtió goles de último minuto. Su lugar estuvo siempre un paso atrás, donde la historia corre el riesgo de borrarse. El Premio a la Trayectoria llega para confirmar que su trabajo tuvo sentido. Y, mientras el deporte tucumano siga buscando sus raíces, habrá en algún archivo una huella suya esperando ser leída.






















