El crimen generó una paranoia colectiva

La noticia del trágico final de la estudiante de 24 años conmocionó a muchos jóvenes y a sus padres. Las calles permanecieron casi vacías ayer a la madrugada. En los pocos bares abiertos, los jóvenes recibían llamadas de sus progenitores preocupados.

OPERATIVO ESPECIAL. En el lugar donde se encontró el cuerpo sin vida de Paulina, la Policía realizó un procedimiento ayer para procurar encontrar algunos indicios que puedan conducir al homicida de la joven. LA GACETA / JUAN PABLO SANCHEZ NOLI OPERATIVO ESPECIAL. En el lugar donde se encontró el cuerpo sin vida de Paulina, la Policía realizó un procedimiento ayer para procurar encontrar algunos indicios que puedan conducir al homicida de la joven. LA GACETA / JUAN PABLO SANCHEZ NOLI
13 Marzo 2006
La noticia de la tragedia pegó fuerte. Fue una madrugada lluviosa y triste, con muchos bares y pubs clausurados, y pocos jóvenes por las zonas que cada fin de semana suelen poblarse de música y diversión.
"No hay dudas de que muchos padres recomendaron a sus hijos no salir. También hay temor, y la Municipalidad clausuró varios bares", comentó Rodrigo Linares, encargado de un local céntrico. Según contó, todas las conversaciones giraban en torno al crimen de Paulina Lebbos y a la inseguridad. Además, detalló que los celulares no paraban de sonar y que se notaba que eran padres preocupados.
Por la mañana, en la plaza Independencia, los diarios se convirtieron en el centro de atención de decenas de personas. Línea tras línea, la historia de Paulina conmocionó y aterrorizó a jóvenes y a padres. "No volver tarde ni solos"; "no subir en cualquier remise". Las frases se repetían.
Desde que se enteraron de la tragedia, la psicosis se apoderó de ellos. Los jóvenes piensan que podría haberle pasado a cualquiera. "Estoy asustada. Creo que no voy a ir a bailar por un tiempo", dijo Romina Paz, de 19 años. Un grupo de estudiantes salteños estaba asombrado. "Cuando llegamos a Tucumán nos atemorizó esta historia. No sabíamos que había tanto peligro. Nos dijeron que hay muchos remises ilegales y que puede pasar cualquier cosa", dijeron Noelia Saravia y Soledad Vargas. En tanto, su compañero, Eduardo Vides recibía consejos de su madre Mabel: "deben ir en grupos y pedir la licencia".
Carlos Ibarra se agarraba la cabeza. Tiene dos hijas, de 17 y 18 años. Y sabe que no puede prohibirles que salgan a bailar. "Les recomendé que no vuelvan solas, que se fijen bien el lugar donde están", comentó. Su esposa, Viviana Medina, añadió: "les pedí que no subieran a un remise". "Apenas vi en la tele que la Policía encontró a Paulina muerta entré en pánico. Saqué el auto y fui a buscar a mis hijos por todas partes. Cuando los vi, los abracé fuerte y me los traje a casa. No puedo creer que haya ocurrido algo así, que los jóvenes estén tan expuestos a estas aberraciones", manifestó Julio Castaño, que también es remisero. "Siempre les dije que tomen los autos que estén identificados, pero eso hoy no es garantía porque hay miles que pegan calcomanías de las agencias y son truchos. Nadie sabe quién maneja un remise ni lo que te puede hacer", dijo.
El psicoanalista Manuel Andújar explicó que el estado de paranoia colectiva en toda la sociedad es común después de un hecho impactante. "Se produce un shock que hace que uno haga una identificación masiva; uno pierde los parámetros y referencias más reales y entra en una inflamación imaginaria, en la que piensa que le puede ocurrir a uno o a sus hijos", detalló.
Ante este tipo de psicosis, que puede generar roces en la relación padre-hijo, Andújar recomienda ante todo mantener y subrayar el diálogo familiar. "Más allá de este caso muy doloroso, la comunidad está sensibilizada por la inseguridad que enfrentan los jóvenes en su diversión nocturna. Esta es una cuestión en la que el Estado debe intervenir", dijo.