El silbido de la condena no perdona a las estrellas

El hombre se calza la camiseta, la besa y la siente como nunca cuando sale a la cancha. Pero empieza el partido y de entrada las cosas no le salen bien. Un error tras otro lo castigan con una popular que se le vuelve en contra. Entonces todos aquellos buenos sentimientos de la previa se ponen en duda. Ahora es el tipo que no siente los colores, al que la camiseta le pesa kilos, que no se juega. Con el partido perdido, el resultado para él no es otro que el abucheo. Y se va silbado.

He ahí el problema. Ese pitido dolió más que un puñal, porque se clavó en el pecho como si fuera tal. Así llega el momento del bajón anímico, ese tan difícil de remontar.

En el fútbol argentino esto le puede pasar a cualquiera, y si bien siempre está aquél que se compró al público y se lo guardó rapidito en el bolsillo, por lo general los fanáticos son los más exigentes a la hora de los reconocimientos o las disculpas. El hecho de que haya excepciones confirman la regla, pero no es la idea hablar de ellos.

El último caso claramente es el de Lionel Messi. El astro indiscutido del fútbol mundial, que al igual que casi todo el equipo argentino que el viernes empató con Bolivia 1 a 1, fue reprimido por el hartazgo de la hinchada argentina que no puede entender cómo con tamaña calidad de jugadores el equipo no puede ser capaz de derrotar al inferior plantel vecino. La cuerda se rompió hace rato... ¿Cuánto faltará para que Argentina vuelva a contagiar el fervor de los viejos tiempos?

El peor obstáculo

Por historia, Argentina nunca estará falta de grandes figuras, aunque las tenga todas repartidas por el mundo. Pero es aquí donde radica el primero de los obstáculos de la Selección. Es que la falta de conocimiento entre los jugadores hace muy difícil armar un verdadero equipo. Los pocos días de entrenamiento antes de cada partido conspiran para que ello pueda resolverse.

La suma de los malos resultados hace que la atención ya no se centre en los nombres propios. Atrás quedaron aquellos tiempos donde se esperaba con ansia la lista de convocados. Ahora varios optan sólo por aguardar el anuncio del DT con el deseo que el equipo salga del pozo, gane como sea, con los apellidos que sea.

Así pasan los años, los entrenadores, no tantos jugadores, es que algunos se repiten siempre, quizás por capricho del propio DT. Otros son insustituibles hasta para el más innovador de ellos y en cambio algunos son de esos futbolistas comodines: pueden aparecer por un lado, o por el otro, pero también pueden no volver más. Tampoco falta el tapadito, aquél que irrumpe con una novedosa convocatoria y deja el alma en la cancha ganándose los aplausos que debían tener como destino a su compañero estrella. Y bueno, como dicen en el fútbol (y en todo lo que lo rodea) no hay lógica. Mala regla para Argentina, que si fuera por razonamiento, entonces el equipo debería estar mucho, mucho, más arriba de donde ahora se encuentra.

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