14 Abril 2012
Nueva visión del naufragio más famoso
Jack Dawson gana en una partida de poker un pasaje para embarcarse en el lujoso buque "Titanic". Allí conoce accidentalmente a la joven prometida de un poderoso hombre de negocios. El romance entre ambos se trunca a causa de la tragedia que acaba con el legendario transatlántico.
Algo debe saber sobre el negocio del cine este señor Cameron, que mantuvo durante más de una década a este filme como el de mayor recaudación en la historia, y que después lo desplazó con "Avatar", otra producción suya. Como para confirmar sus laureles, vuelve (a 100 años exactos del naufragio sobre el que gira la historia de la película) con un nuevo lanzamiento de su taquillera producción, reconvertido al lenguaje de la tercera dimensión. El manejo de esta nueva tecnología, que opera como un imán sobre el público (sobre todo joven y adolescente) y que estaba en pañales cuando se filmó "Titanic" le permite a Cameron ofrecer un nuevo producto; si bien se trata exactamente de la misma película, es cierto que la sorprendente adaptación a la tercera dimensión y la excelencia de la imagen en alta definición permiten disfrutar nuevamente de una película que no por nada arrastró multitudes a los cines de todo el planeta. "Titanic" se ha convertido en un clásico, con escenas recordadas (y parodiadas, los que marca un índice claro de su popularidad) y con réplicas (como "I´m the king of the world") que ya han pasado a la historia.
Hay que reconocer la sagacidad de Cameron al elegir el centenario del hundimiento del lujoso transatlántico en las heladas aguas del Atlántico norte como fecha del relanzamiento de su película; pero no hay que restarle méritos como realizador, a la luz de los resultados de su apuesta. La película no ha sufrido el paso del tiempo, y se deja ver a lo largo de sus 194 minutos con el mismo interés de hace una década y media. El ritmo del relato no ha decaído con el paso de los años, a pesar de que el lenguaje cinematográfico ha evolucionado en este tiempo y ha sometido al público a un acostumbramiento forzoso a otros ritmos y a otras técnicas narrativas. El filme está claramente dividido en dos partes, de casi exactamente la misma duración: en la primera mitad, se narra el encuentro de los jóvenes de distintas clases sociales, interpretados por un notablemente joven DiCaprio y por la siempre talentosa Kate Winslet. La historia de ese amor imposible germina a medida que la tragedia se cierne sobre el mítico crucero; la hora y media final de la película describe el hundimiento del barco y cierra la proyección dramática de la historia sobre la época actual, en la narración de una sobreviviente del naufragio. Resulta interesante observar cómo una película que ya se ha visto en pantalla grande, en DVD y en innumerables repeticiones televisivas puede conservar el interés y la tensión dramática a lo largo de su desarrollo, a pesar de que la trama no ofrezca ya sorpresa alguna. Son, sin dudas, méritos del director, que supo armar un guión sólido, conducir a un grupo de actores solventes alrededor de una pareja protagónica muy bien elegida, y apelar sabiamente a la tecnología disponible hace 15 años (y de refrescarla ahora con los adelantos vigentes) para decorar su relato con imágenes deslumbrantes. Puede señalarse que, afortunadamente, el realizador no cayó en la tentación de buscar la sorpresa del espectador a toda costa para lucir la técnica del 3D; y es cierto también que la sensación de profundidad y de tercera dimensión se nota más en la primera parte del filme que en las dramáticas escenas del naufragio propiamente dicho que cierran el filme.
Finalmente: este relanzamiento de "Titanic" permite confirmar que en el cine, siempre es importante cómo se nos cuenta el cuento, pero que lo fundamental siempre fue y será qué se cuenta en el cuento.
Hay que reconocer la sagacidad de Cameron al elegir el centenario del hundimiento del lujoso transatlántico en las heladas aguas del Atlántico norte como fecha del relanzamiento de su película; pero no hay que restarle méritos como realizador, a la luz de los resultados de su apuesta. La película no ha sufrido el paso del tiempo, y se deja ver a lo largo de sus 194 minutos con el mismo interés de hace una década y media. El ritmo del relato no ha decaído con el paso de los años, a pesar de que el lenguaje cinematográfico ha evolucionado en este tiempo y ha sometido al público a un acostumbramiento forzoso a otros ritmos y a otras técnicas narrativas. El filme está claramente dividido en dos partes, de casi exactamente la misma duración: en la primera mitad, se narra el encuentro de los jóvenes de distintas clases sociales, interpretados por un notablemente joven DiCaprio y por la siempre talentosa Kate Winslet. La historia de ese amor imposible germina a medida que la tragedia se cierne sobre el mítico crucero; la hora y media final de la película describe el hundimiento del barco y cierra la proyección dramática de la historia sobre la época actual, en la narración de una sobreviviente del naufragio. Resulta interesante observar cómo una película que ya se ha visto en pantalla grande, en DVD y en innumerables repeticiones televisivas puede conservar el interés y la tensión dramática a lo largo de su desarrollo, a pesar de que la trama no ofrezca ya sorpresa alguna. Son, sin dudas, méritos del director, que supo armar un guión sólido, conducir a un grupo de actores solventes alrededor de una pareja protagónica muy bien elegida, y apelar sabiamente a la tecnología disponible hace 15 años (y de refrescarla ahora con los adelantos vigentes) para decorar su relato con imágenes deslumbrantes. Puede señalarse que, afortunadamente, el realizador no cayó en la tentación de buscar la sorpresa del espectador a toda costa para lucir la técnica del 3D; y es cierto también que la sensación de profundidad y de tercera dimensión se nota más en la primera parte del filme que en las dramáticas escenas del naufragio propiamente dicho que cierran el filme.
Finalmente: este relanzamiento de "Titanic" permite confirmar que en el cine, siempre es importante cómo se nos cuenta el cuento, pero que lo fundamental siempre fue y será qué se cuenta en el cuento.
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