Tiempo de varones que no se desviven por "concretar"

El psicólogo y escritor reivindica estos tiempos en los que la gente se libera de mandatos. Una mirada sobre "el lado B" del amor.

DESAFIO. El amor nos obliga a enfrentar nuestros temores, dice Rolón. PRENSA GABRIEL ROLON DESAFIO. El amor nos obliga a enfrentar nuestros temores, dice Rolón. PRENSA GABRIEL ROLON
05 Mayo 2012
El amor tiene su lado B. Y ese lado no es todo lo luminoso que se presenta, afirma Gabriel Rolón, escritor y psicoanalista a quien sus largas horas de escucha detrás del diván le han dado argumentos para desmitificar la versión mágica de la relación amorosa. Con esa misión es que Rolón acaba de publicar "Encuentros. El lado B del amor", libro en el que desmonta las mitologías clásicas sobre la infidelidad, la histeria y la sexualidad, entre otras cuestiones que mueven y conmueven a hombres y a mujeres por igual.

En diálogo con LA GACETA, el ex conductor de "Todos al diván" y ex compañero de ruta de Alejandro Dolina en su aventura radial afirma que no hay épocas mejores o peores para el amor: y reivindica estos tiempos que corren porque, dice, son épocas en las que tanto varones como mujeres se permiten elegir en libertad.

- En "Encuentros", usted le pone la lupa al amor en sus distintas facetas. ¿Hay épocas y épocas para el amor?

- Si bien es innegable que toda cultura influye en la manera y el estilo de amar de cada lugar y cada tiempo, y que evidentemente por eso el arte caballeresco es diferente a la manera en la cual nuestro arte actual pudiera mostrar al amor, creo que siempre, y en toda época posible, el amor ha transitado por algunos lugares que nos son comunes a los seres humanos. Todos deseamos ser reconocidos, amados y atravesamos miedos e inseguridades. En ese sentido, tanto ayer como hoy, el amor lo pone al sujeto ante el desafío de hacer frente a sus sueños y a sus temores.

- En la "agenda del amor", la infidelidad es uno de los grandes temas. ¿Cómo la explica usted?

- Es innegable que es un tema muy importante y conflictivo. No podemos negar que el enamorado sueña con que la persona que ama no desee a nadie más y que nunca lo engañe. Lo segundo es posible, lo primero es una utopía. El amor no detiene el deseo y eso hace que la fidelidad, lejos de ser algo natural y sencillo, es una decisión que cada persona toma o no; y que se lleva adelante a veces con muchísimo esfuerzo. Es un tema complicado, pero eso no quiere decir que haya que taparlo con la alfombra diciendo aquello de que "el que ama no traiciona". Eso no siempre es así. Y está bien que así sea. Decía Borges que un hombre sin tentaciones jamás tendrá la oportunidad de ser santo. En ese sentido es que la fidelidad (por la que como analista no tomo partido ni a favor ni en contra) toma un valor verdadero ante la existencia de las tentaciones.

- Hay quienes sostienen que los avances de la mujer han incidido en esta suerte de escenario de desencuentros entre varones y mujeres...

- Creo que el cambio producido en los últimos años, en cuanto a los avances femeninos, ha cambiado las reglas de juego. Pero estoy a favor de eso. Me gusta pensar en mujeres independientes que no necesitan de los hombres, porque eso nos permite sentir que cuando dos personas están juntas es porque lo desean. Hay una enorme diferencia entre la necesidad y el deseo; y el sujeto siempre es más sano cuanto más se aleja de la necesidad y más se acerca al deseo. Ese avance femenino les impone a los hombres, al menos a los heterosexuales, mejorar y esforzarse por hacerse desear.

- En su libro, usted desmonta otro mito: que la histeria sólo era femenina...

- Mi idea de la histeria es una idea clínica que nada tiene que ver con lo que habitualmente se llama histeria. No se trata de gente que seduce para no concretar, del mero coqueteo narcisista para sentirse atractivo. Es una entidad clínica, una enfermedad que pueden padecer tanto hombres como mujeres. Creo que cuando ahora se dice que el hombre está más histérico, lo que quiere decirse en verdad es que está más feminizado, que le presta más atención a su cuerpo, que participa más de la seducción por sí misma sin ese intento de concreción obligada como única meta. En ese aspecto, me parece un cambio interesante. Aquella idea de que la mujer estaba con quien quería y el hombre con quien podía, los dejaba en un lugar casi animalesco. De modo que celebro esa feminización que los compromete más con el juego de la seducción y el deseo.

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