La pérdida de valores debe trabajarse desde la educación

El sufismo es una rama espiritual del islam que inspiró la más alta poesía en lengua persa.

12 Junio 2012
La cara más conocida del islam como religión, aparte de su libro sagrado -el Corán-, es la Sharia, o ley revelada, que se ocupa de la observancia de los ritos y de los actos de devoción, y organiza la vida sociopolítica de los pueblos musulmanes. Menos conocida es la rama espiritual, representada por el sufismo.

Según Héctor Benjamín Mohammad, presidente de la Asociación Cultural y Culto Pan Islámica, esta mística musulmana se originó en Persia en el siglo VII y ha inspirado la más alta poesía en lengua persa.

"El sufismo es un movimiento heterodoxo dentro del islamismo, ya que existen distintas escuelas que desarrollan técnicas de concentración diversas, tales como el silencio, la música o el baile. Pero el objetivo de todas ellas es el mismo: el desarrollo espiritual del ser humano", explica Mohammad.

Agrega que el sufí aspira a la fusión con la divinidad mediante prácticas místicas de contemplación, cuyo estado final es el de "fana", al que se interpreta como una situación de exaltación amorosa y de unidad con Dios. "La práctica del sufismo tiene como propósito caminar hacia la verdad por medio del amor intenso y de la devoción", subraya.

Unidad
A la palabra "sufí" se le han atribuido varios significados, entre ellos "pureza" y "sabiduría". "El sufí, entonces, es alguien que ha descartado todo lo que no pertenece a su esencia más íntima, elige una forma de vida que busca ante todo hacer un llamado hacia la unidad de toda la existencia y que, como ser humano, pueda alcanzar su verdadero estado de plenitud y de bienestar e integre en sí mismo la trascendencia o espiritualidad", destaca el dirigente islámico.

Dentro del sufismo se busca honrar y respetar todas las diferencias, el mutuo entendimiento, aceptando y valorando los puntos de vista de los demás. Puede decirse que es una escuela de autoconocimiento y de perfeccionamiento del ser humano.

En la Argentina hay dos corrientes sufíes, la orden Yeharri al Halveti, con sede en Buenos Aires, y la comunidad Naqshbandi, que se ha extendido a varias ciudades del sur bonaerenses, a Rosario y a Córdoba. Ninguna de ellas ha llegado a Tucumán.

Dos tendencias
Mohammad considera que el sufismo es hoy una ocupación de tiempo libre, con actividades restringidas a prácticas como la lectura regular del Corán, oraciones y procesiones comunitarias. Apunta que en sus orígenes se desarrolló por la combinación de dos tendencias: misticismo y ascetismo. "La preocupación principal de los primeros sufíes fue que el pueblo llevara una vida devota, sin ostentaciones, pero los maestros posteriores alentaron las experiencias mas místicas o la renuncia a la vida mundana, surgiendo así distintas órdenes sufíes, lo que no significa su pertenencia al chiísmo o al sunismo ni adhesión a escuelas coránicas determinadas", añade.

En aquella época, las órdenes se formaban bajo las enseñanzas de grandes místicos sufíes, tal el caso de Ialal al din Rumi, el fundador de los derviches mevlevíes y uno de los más grandes poetas del sufismo.

Cada orden cumplía ciertas prácticas rituales pensadas para reforzar la dirección espiritual dada por el jeque, entre ellas la recitación colectiva del Corán o de los sermones, las salmodias de letanías o distintas formas que podían variar desde el servicio en las cocinas hasta prácticas extremas, como ser colgado cabeza abajo durante un tiempo dentro de un pozo o la práctica de ritos más elaborados, como la danza y la música, cuya meta era llegar el éxtasis.

"Esto generó la desaprobación de los ulemas (maestros de las escuelas musulmanas); sin embargo, los bailes de los derviches danzantes, la actuación de los derviches aulladores, la automutilación o el paseo sobre las brasas dieron gran colorido a la idea occidental de las prácticas sufíes", aclara Mohammad.

Pese a la profundidad de las enseñanzas sufíes, Mohammad considera que son propias de otros tiempos. "En nuestra época, caracterizada por el avance tecnológico y comunicacional, no se puede pensar que prácticas ancestrales puedan revertir la pérdida de valores que sufre nuestra sociedad", puntualiza.

Según su criterio, se debe trabajar fundamentalmente en la educación como soporte de toda actividad humana, emprendida en forma conjunta entre la familia, el Estado, y la sociedad toda.

"Debemos apuntar a lograr la comprensión de los procesos históricos, culturales y científicos, en un marco donde maestros, padres y niños expresen sus opiniones sobre lo correcto o incorrecto de cada situación -destacó-. Que aprendan a ser críticos con espíritu constructivo para alcanzar una convivencia más justa y tolerante".

Decía un Maestro a sus discípulos:
- Un hombre bueno es aquel que trata a los otros como a él le gustaría ser tratado. Un hombre generoso es aquel que trata a otros mejor de lo que él espera ser tratado. Un hombre sabio es aquel que sabe cómo él y otros deberían ser tratados, de qué modo y hasta qué punto. Todo el mundo debería ir a través de las tres fases tipificadas por estos tres hombres.

Alguien le preguntó:
-¿Qué es mejor: ser bueno, generoso o sabio?

- Si eres sabio, no tienes que estar obsesionado con ser bueno o generoso. Estás obligado a hacer lo que es necesario.

Una vez Satanás hablaba con un hombre, y le dijo:
- ¿Qué pides a cambio de tu alma?

- Exijo riquezas, posesiones, honores... también juventud, poder, fuerza... exijo sabiduría, genio... renombre, fama, gloria... placeres y amores... ¿Me darás todo eso?

- No te daré nada.

- Entonces no te daré mi alma.

- Tu alma ya es mía.

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