Nos han hecho creer que el tiempo es irremediable. Que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. Que no existe el hubiera o el hubiese, sino el hay o el hubo. Que no podemos conducir nuestra vida hacia otros rumbos para evitar ciertas fatalidades. Que cualquier trazo es irreversible. Incluso Milan Kundera, autor de "La insoportable levedad del ser", adhiere a esta idea y asegura que no podemos hacer bocetos de nuestra existencia y después arrancarlos de nuestra libreta vital para arrojarlas al cesto de basura de la historia y trazar de nuevo los rumbos de nuestro destino en otras hojas. No se puede. Sin embargo, la vida nos brinda a veces la posibilidad de vivir lo que los místicos llaman "momentos mágicos". Es decir: esos instantes en los que el tiempo pierde todas sus dimensiones. El domingo, último día de vacaciones, tuve la posibilidad de vivir uno de esos momentos. Fue cuando disfruté, junto a mi hijo, de la exquisita y conmovedora película de Martin Scorsese "La invención de Hugo Cabret". Esa que narra las aventuras de un huérfano que vive en los pasadizos de una estación ferroviaria y se las ingenia para mantener en funcionamiento los múltiples relojes que marcan los horarios de los trenes. Y claro, mientras la historia transcurría, el tiempo dejó de existir. Literalmente. No sé cómo sucedió. Tal vez fue la nostalgia de las imágenes (un espléndido homenaje al cine en toda su dimensión) o la obsesión de ese niño por un robot autómata al que desesperadamente intenta reparar porque cree que guarda un mensaje de su padre muerto. Pero lo cierto es que, entre relojes y cinematógrafos, entre sueños y trucos de magia, el tiempo dejó de ser algo irremediable. Sí porque el buen cine está más allá del bien y del mal. No sabe de horas o minutos, solo entiende de sentimientos. Y al mirar esta película -como me sucedió también con "Cinema Paradiso", "Melody", "Medianoche en París" o "El piano", entre otras- uno puede ejercitar sus sentimientos y sentirse un poco eterno. Que no es poca cosa en esta sociedad convulsionada y aturdida. Por eso recomiendo verla en familia o disfrutarla entre amigos. Será una forma de sentirnos fuera del tiempo.

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