Por Fernando García Soto
13 Septiembre 2012
Si el Gobierno nacional tratara de disimular la que parece ser su máxima prioridad, como es la lucha sin cuartel contra lo que desde ese ámbito se denomina "corporación mediática", o "medios hegemónicos", o "monopolio informativo", o "cadena del desánimo", tal vez se podrían creer los argumentos que expuso ayer Echegaray. Hasta la presidenta, Cristina Fernández, tiene problemas para ocultar su idea de que el origen del malhumor social no tiene que ver con la inflación, la inseguridad, y las restricciones cambiarias o a las importaciones, sino con una campaña desestabilizadora orquestada por los principales medios de comunicación o por periodistas influyentes. Esta noción se asienta, entonces, en que el mensajero es el responsable de las malas noticias. El problema es que las "verdades a medias" que difunde el Gobierno ya no encuentran buena recepción ni siquiera entre sus partidarios, que no creen en la inflación que difunde el Indec, ni en las intenciones "sanctas" de la AFIP, un organismo que mutó de su rol recaudador a una tarea con poder de policía para mantener a raya a los que considera desestabilizadores del modelo que rige en la Argentina.
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