La memoria en flamenco

La gran bailaora Carmen Amaya bajó de su estatua de Montjuic al teatro San Martín el viernes. Once bailarines de Trànsit Danza -dirigidos por María Rovira- le rindieron homenaje en una visceral fusión de danza contemporánea y flamenco. Recrearon la identidad, el olvido y la supervivencia trayendo a la memoria Somorrostro, un barrio que ya no existe en Barcelona. En nostálgicas imágenes en blanco y negro y con recursos escenográficos que incluyeron una playa de arena -de verdad- en el proscenio. Sensual, altanero, desgarrado, el baile se fue forjando con maestría en un vocabulario coreográfico coral, solista o de parejas. Tajante, de planta, taco, punta y golpe, el taconeo estremeció nuestra sangre hija de los barcos. La música, de pies desnudos, de palmas o de castañuelas, de dulce guitarra, de honda voz del cante... o del crescendo implacable del cajón, hasta colmar varios paroxismos. Y los tímidos ¡bravo! trocaron por furibundos ¡ole!

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