Por Alberto Horacio Elsinger
23 Noviembre 2012
INTACTA. La estructura de lo que en otros tiempos intentaron convertir en Escuela de Policía sigue en enclavada en el verde de Capitán Cáceres.
Capitán Cáceres muestra una quietud típica de siesta chacarera. Aunque las agujas marcan más de las 17, las calles permanecen desiertas. El tercer pueblo gemelo habilitado en 1977 no deja de crecer desde sus orígenes. "Ahora hay más cordones cuneta, calles asfaltadas, casas y soluciones habitacionales", contó el vecino Marcelo Márquez.
Al igual que Soldado Maldonado, su aspecto es similar en cuanto a pulcritud. Y en una de sus manzanas, a una cuadra de la plaza 14 de Febrero, sigue intacta la estructura edilicia donde los aspirantes a ingresar a la Escuela de Policía de Tucumán efectuaban lo que ahora se conoce como Prueba de Actitud Física, En la segunda mitad de la década del 70 se denominaba PCP. "Incluso en tiempos de Bussi creo que hasta se consideró la posibilidad de trasladar la escuela a ese predio", agregó Márquez.
Al avanzar hacia el este se divisa el puente colgante que conecta el pueblo con la reserva La Florida. El paisaje impacta por su vegetación y colorido. Sobre la calle Arzúa está la sede comunal. "Este es el pueblo que más ha crecido. No solo en infraestructura sino también en población. Hay más de 200 viviendas, alrededor de 1.700 habitantes y nos encontramos a 12 km de Monteros", describió Julio Rodríguez, comisionado comunal de Cáceres. "Nosotros proveemos el agua potable a la población. Los vecinos son solidarios", agregó el funcionario, que reside en un barrio nuevo de esa jurisdicción.
Claro que, como le pasa a cualquier pueblo del interior de la provincia, Cáceres también tiene muchas necesidades. No hay cajero automático y no existe una industria que absorba mano de obra numerosa. En contrapartida, funcionan una cooperativa y una pyme. "Acá se consigue de todo. Contamos con escuela primaria y secundaria", agregó Rodríguez.
Al retomar la ruta 325 hacia el sur se empalma, en un cruce, con el tercer y ultimo tramo de la Interpueblos. Por allí se llega a Sargento Moya. El acceso hasta llegar al pueblo se caracteriza por hileras de gigantes árboles a los costados, a través de más de 300 metros. Un pórtico rosado identifica la entrada y salida a la última población gemela que se construyó y habilitó durante los turbulentos años 70. "Acá se queda la gente adulta y los jóvenes tratan de emigrar. Estamos muy lejos de la ciudad. No tenemos cajero automático. Y, aunque hay una cortada de ladrillos y una planta de tratamientos de plástico, es mucha la gente que vive con trabajos transitorios", explicó el vecino Polo Espinoza.
Los primeros habitantes de Moya eran en su mayoría obreros del ingenio La Providencia y de productores de zonas aledañas. "Lo bueno es que estamos cerca de Ibatín, al igual que Cáceres", contó Luis Argañaraz.
Al igual que Soldado Maldonado, su aspecto es similar en cuanto a pulcritud. Y en una de sus manzanas, a una cuadra de la plaza 14 de Febrero, sigue intacta la estructura edilicia donde los aspirantes a ingresar a la Escuela de Policía de Tucumán efectuaban lo que ahora se conoce como Prueba de Actitud Física, En la segunda mitad de la década del 70 se denominaba PCP. "Incluso en tiempos de Bussi creo que hasta se consideró la posibilidad de trasladar la escuela a ese predio", agregó Márquez.
Al avanzar hacia el este se divisa el puente colgante que conecta el pueblo con la reserva La Florida. El paisaje impacta por su vegetación y colorido. Sobre la calle Arzúa está la sede comunal. "Este es el pueblo que más ha crecido. No solo en infraestructura sino también en población. Hay más de 200 viviendas, alrededor de 1.700 habitantes y nos encontramos a 12 km de Monteros", describió Julio Rodríguez, comisionado comunal de Cáceres. "Nosotros proveemos el agua potable a la población. Los vecinos son solidarios", agregó el funcionario, que reside en un barrio nuevo de esa jurisdicción.
Claro que, como le pasa a cualquier pueblo del interior de la provincia, Cáceres también tiene muchas necesidades. No hay cajero automático y no existe una industria que absorba mano de obra numerosa. En contrapartida, funcionan una cooperativa y una pyme. "Acá se consigue de todo. Contamos con escuela primaria y secundaria", agregó Rodríguez.
Al retomar la ruta 325 hacia el sur se empalma, en un cruce, con el tercer y ultimo tramo de la Interpueblos. Por allí se llega a Sargento Moya. El acceso hasta llegar al pueblo se caracteriza por hileras de gigantes árboles a los costados, a través de más de 300 metros. Un pórtico rosado identifica la entrada y salida a la última población gemela que se construyó y habilitó durante los turbulentos años 70. "Acá se queda la gente adulta y los jóvenes tratan de emigrar. Estamos muy lejos de la ciudad. No tenemos cajero automático. Y, aunque hay una cortada de ladrillos y una planta de tratamientos de plástico, es mucha la gente que vive con trabajos transitorios", explicó el vecino Polo Espinoza.
Los primeros habitantes de Moya eran en su mayoría obreros del ingenio La Providencia y de productores de zonas aledañas. "Lo bueno es que estamos cerca de Ibatín, al igual que Cáceres", contó Luis Argañaraz.
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