25 Enero 2013
A pesar de que desde el 6 de enero en adelante las lluvias aparecieron en los campos tucumanos, la elevada variabilidad de las lluvias durante el periodo de crecimiento de la caña de azúcar 2012-2013, hizo que coexistan cañaverales en las más diversas condiciones.
En efecto, un recorrido por la zona cañera pone en evidencia esa disimilitud: lotes muy buenos que se encuentran en mejores condiciones respecto de igual periodo del año pasado, y campos que tienen un bajo crecimiento, con signos de estrés hídrico intenso, muerte de parte del follaje y cepas perdidas.
Las situaciones más críticas se presentaron en las aéreas donde las precipitaciones fueron más parecidas a la del año pasado, y en lotes que el año anterior estuvieron fuertemente estresados por la falta de agua.
El manejo fue crucial en este ciclo de crecimiento, ya que el mantenimiento de la cobertura (maloja), por la ausencia de fuego, ayudó significativamente a soportar mejor el déficit hídrico temporal. En algunos casos las aplicaciones de herbicidas potenciaron el efecto negativo de la falta de agua.
Prácticas culturales
En una superficie levemente incrementada con respecto al año pasado, las diferentes prácticas culturales que corresponden a la etapa de crecimiento de los cañaverales llegaron a marcar la diferencia.
La fertilización es un procedimiento que ya se realizó en todas las plantaciones. En la actual etapa de campaña llevan adelante labores complementarias de manejo de malezas, riego en aquellos lotes que todavía no recibieron agua y tareas complementarias sobre manejo del suelo. Están siendo encaradas con atención por parte de los productores, que en la mayoría de los casos exhiben solidez y responsabilidad, técnica y operatividad.
Los meses que vienen
Si las condiciones hídricas se normalizan de aquí hasta el final del ciclo, las bajas en las producciones de materia prima se darán en aquellos lotes que estuvieron más expuestos al rigor de la sequía. En ese sentido, una característica fácilmente observable del cañaveral tucumano es la alta irregularidad, producto de la variabilidad de las precipitaciones, condición de cultivo, manejo, entre otras condiciones. Para la producción final del año debe considerarse que hubo otra vez un pequeño incremento en el área cultivada.
De aquí en más queda seguir manejando el control de malezas en aquellos cañaverales que no han cerrado aun, con el fin de evitar más perdidas de producción. Hay que estar atentos a la evolución de las camadas tardías del tupulo y también verificar la ausencia de ataques de orugas.
En efecto, un recorrido por la zona cañera pone en evidencia esa disimilitud: lotes muy buenos que se encuentran en mejores condiciones respecto de igual periodo del año pasado, y campos que tienen un bajo crecimiento, con signos de estrés hídrico intenso, muerte de parte del follaje y cepas perdidas.
Las situaciones más críticas se presentaron en las aéreas donde las precipitaciones fueron más parecidas a la del año pasado, y en lotes que el año anterior estuvieron fuertemente estresados por la falta de agua.
El manejo fue crucial en este ciclo de crecimiento, ya que el mantenimiento de la cobertura (maloja), por la ausencia de fuego, ayudó significativamente a soportar mejor el déficit hídrico temporal. En algunos casos las aplicaciones de herbicidas potenciaron el efecto negativo de la falta de agua.
Prácticas culturales
En una superficie levemente incrementada con respecto al año pasado, las diferentes prácticas culturales que corresponden a la etapa de crecimiento de los cañaverales llegaron a marcar la diferencia.
La fertilización es un procedimiento que ya se realizó en todas las plantaciones. En la actual etapa de campaña llevan adelante labores complementarias de manejo de malezas, riego en aquellos lotes que todavía no recibieron agua y tareas complementarias sobre manejo del suelo. Están siendo encaradas con atención por parte de los productores, que en la mayoría de los casos exhiben solidez y responsabilidad, técnica y operatividad.
Los meses que vienen
Si las condiciones hídricas se normalizan de aquí hasta el final del ciclo, las bajas en las producciones de materia prima se darán en aquellos lotes que estuvieron más expuestos al rigor de la sequía. En ese sentido, una característica fácilmente observable del cañaveral tucumano es la alta irregularidad, producto de la variabilidad de las precipitaciones, condición de cultivo, manejo, entre otras condiciones. Para la producción final del año debe considerarse que hubo otra vez un pequeño incremento en el área cultivada.
De aquí en más queda seguir manejando el control de malezas en aquellos cañaverales que no han cerrado aun, con el fin de evitar más perdidas de producción. Hay que estar atentos a la evolución de las camadas tardías del tupulo y también verificar la ausencia de ataques de orugas.