03 Febrero 2013
Françafrique. Ese término fue sinónimo, durante largo tiempo, de un trato sucio: Francia apoyaba los regímenes militares en sus ex colonias africanas y recibía a cambio ventajas económicas y el estatus de potencia regional. Los derechos humanos estaban en segundo lugar. El presidente, François Hollande, quiso romper con ello definitivamente. En Mali, el Ejército francés vuelve a estar activo en una ex colonia; sin embargo, según remarca el mandatario, Francia ya no tiene nada que ver con Françafrique.
Otrora gran potencia territorial, a Francia no le resultó fácil renunciar al poder más allá de las propias fronteras. Al final de la Segunda Guerra Mundial, muchos países aspiraron a la independencia, al punto que 1960 es recordado como "el año africano" porque 18 colonias ganaron su independencia; París perdió su dominio directo sobre 14 territorios.
Ocho años de guerra de Argelia, hasta su independencia en 1962, son una sangrienta prueba de lo difícil que fue para Francia despedirse de su poderío colonial. Hollande fue el primer Presidente en reconocer las crueldades del pasado. El país norafricano soportó durante 132 años "un sistema profundamente injusto y brutal", admitió en una visita realizada el año pasado. En octubre, el mandatario anunció en Senegal que es "tiempo de despedirse de Françafrique".
Cuán cerca pueden estar estos caminos lo demuestran las reacciones a los recientes pedidos de ayuda desde África. En diciembre, Hollande aún hacía oídos sordos a los ruegos del Gobierno de la República Centroafricana para que le ayudara a combatir a los rebeldes armados. Entonces aseveró que "de ninguna forma se meterá en los asuntos internos del país". Los soldados enviados allí tenían como único fin proteger a las instituciones francesas de los ataques, no "proteger un régimen", aclaró. Con vistas al pasado colonial del país, señaló claramente: "esos tiempos ya pasaron".
Apenas unas semanas después, el panorama es otro. Hollande, "al que ningún arte le es más ajeno que el de la guerra" (como escribió el diario Le Monde), tras un pedido de ayuda del Gobierno de Mali en una movida internacional casi solitaria, envió tropas francesas a África occidental, donde la existencia del país se vio amenazada por terroristas. Pero se esfuerza claramente en renunciar a las arrogantes apariciones de sus antecesores. El Presidente intenta evitar cualquier reminiscencia a los gendarmes de las viejas colonias.
Tanto la República Centroafricana como Mali se encuentran en el amplio cinturón que cruza África occidental y central, en el que Francia tenía muchas colonias y ejerce hasta hoy día una gran influencia. Pero la simple idea de una nación islámica en esa parte del mundo, donde los países más frágiles influyen enormemente los unos en los otros, para París fue el detonante para decidirse a actuar militarmente.
Mientras que antes la ayuda a las colonias tenía también que ver con la influencia diplomática a nivel internacional, hoy el centro son los factores económicos, como las materias primas o los mercados financieros. Actualmente, las tropas están presentes (con misiones o bases transitorias o permanentes) en casi una decena de países de la región, desde Burkina Faso hasta la República Centroafricana.
El Ejército francés conoce las zonas de combate africanas y reunió hace poco experiencia en el agreste Afganistán. Pero la tarea no es por ello más fácil. Para el ex primer ministro socialista, Michel Rocard, "todo es muy difícil". Él ve a Francia inmersa en "una lucha por una década".
Otrora gran potencia territorial, a Francia no le resultó fácil renunciar al poder más allá de las propias fronteras. Al final de la Segunda Guerra Mundial, muchos países aspiraron a la independencia, al punto que 1960 es recordado como "el año africano" porque 18 colonias ganaron su independencia; París perdió su dominio directo sobre 14 territorios.
Ocho años de guerra de Argelia, hasta su independencia en 1962, son una sangrienta prueba de lo difícil que fue para Francia despedirse de su poderío colonial. Hollande fue el primer Presidente en reconocer las crueldades del pasado. El país norafricano soportó durante 132 años "un sistema profundamente injusto y brutal", admitió en una visita realizada el año pasado. En octubre, el mandatario anunció en Senegal que es "tiempo de despedirse de Françafrique".
Cuán cerca pueden estar estos caminos lo demuestran las reacciones a los recientes pedidos de ayuda desde África. En diciembre, Hollande aún hacía oídos sordos a los ruegos del Gobierno de la República Centroafricana para que le ayudara a combatir a los rebeldes armados. Entonces aseveró que "de ninguna forma se meterá en los asuntos internos del país". Los soldados enviados allí tenían como único fin proteger a las instituciones francesas de los ataques, no "proteger un régimen", aclaró. Con vistas al pasado colonial del país, señaló claramente: "esos tiempos ya pasaron".
Apenas unas semanas después, el panorama es otro. Hollande, "al que ningún arte le es más ajeno que el de la guerra" (como escribió el diario Le Monde), tras un pedido de ayuda del Gobierno de Mali en una movida internacional casi solitaria, envió tropas francesas a África occidental, donde la existencia del país se vio amenazada por terroristas. Pero se esfuerza claramente en renunciar a las arrogantes apariciones de sus antecesores. El Presidente intenta evitar cualquier reminiscencia a los gendarmes de las viejas colonias.
Tanto la República Centroafricana como Mali se encuentran en el amplio cinturón que cruza África occidental y central, en el que Francia tenía muchas colonias y ejerce hasta hoy día una gran influencia. Pero la simple idea de una nación islámica en esa parte del mundo, donde los países más frágiles influyen enormemente los unos en los otros, para París fue el detonante para decidirse a actuar militarmente.
Mientras que antes la ayuda a las colonias tenía también que ver con la influencia diplomática a nivel internacional, hoy el centro son los factores económicos, como las materias primas o los mercados financieros. Actualmente, las tropas están presentes (con misiones o bases transitorias o permanentes) en casi una decena de países de la región, desde Burkina Faso hasta la República Centroafricana.
El Ejército francés conoce las zonas de combate africanas y reunió hace poco experiencia en el agreste Afganistán. Pero la tarea no es por ello más fácil. Para el ex primer ministro socialista, Michel Rocard, "todo es muy difícil". Él ve a Francia inmersa en "una lucha por una década".
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