28 Abril 2013
"Ámense unos a otros como Yo los he amado..."El Evangelio de este domingo resume la misión de Cristo: traer el amor de Dios a los hombres y enseñarnos a nosotros también a amar.
La señal por las que nos descubren los otros, el distintivo de que somos cristianos es el Amor: "La señal por la que conocerán todos que son mis discípulos será que se aman los unos a los otros" (Jn 13, 35). El Señor nos ha dejado lo que Él llama "mandamiento nuevo". Nuevo porque no se trata de amar más o menos al prójimo, según de quien se trate, sino como Cristo nos ha amado: con un amor de Cruz.
Amar es un arte que necesita conocimiento y práctica. Nos preguntamos: hoy, ¿enseñamos a amar? ¿De qué modo? En una sociedad, donde el amor está ausente, ¿cómo enseñar y testimoniar el Amor de Jesús?
Nuestros Obispos nos dicen en Navega Mar Adentro: "La espiritualidad evangelizadora está marcada por el intenso amor a cada persona" (nº 11). Luego, presentan todo un programa de vida para llevarlo a la práctica: "...A veces se expresa como compañía silenciosa y compasiva; otras veces como palabra que alienta, abrazo que consuela, paciencia que apersona, disposición a compartir lo que posee; también se torna indignación por la injusticia y se expresa proféticamente en la denuncia. Se trata, siempre, de hacernos cercanos y solidarios con el que sufre. En este mundo donde frecuentemente nos sentimos desamparados, ignorados, utilizados, excluidos, ¿no es indispensable oír el llamado del Espíritu a cuidarnos y sostenernos unos a otros con extrañas de misericordia? (ibid. nº 11).
El amor cristiano es universal; se extiende a todos, sin discriminación que provenga de raza, lengua, creencias, ideas políticas, nivel social, etc. Alcanza también al enemigo. Por todo esto, no es posible pasar de largo ante los demás, sin ocuparnos de ellos, y no hacer un desprecio a Jesucristo: "En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer eso con uno de estos pequeñuelos, conmigo dejasteis de hacerlo" (Mt 25, 45).
Manifestar la caridad
El término caridad, por desgracia, se identifica demasiado con limosna, campaña pro damnificados. Pero caridad no es otra cosa que el amor cristiano sobrenatural; y como amor que es, debe tener múltiples manifestaciones prácticas. Es escuchar a quien necesita comunicar algo a los demás; callar cuando nuestras palabras pueden herir; sonreír, a pesar del cansancio; ayudar con finura y sin dar importancia en el trabajo ajeno, corregir con serenidad; dar buenas contestaciones, enseñar con el ejemplo, saber descubrir los gustos de los que nos rodean para darles pequeñas alegrías, agradecer el bien que nos hacen; no hacer comentarios negativos sobre las personas, etc.
Reflexionemos
El amor es la gran fuerza que puede cambiar este mundo. Empeñémonos ahora en practicar el "mandamiento nuevo", y que sea el amor al prójimo -hasta la Cruz- nuestro distintivo.
La señal por las que nos descubren los otros, el distintivo de que somos cristianos es el Amor: "La señal por la que conocerán todos que son mis discípulos será que se aman los unos a los otros" (Jn 13, 35). El Señor nos ha dejado lo que Él llama "mandamiento nuevo". Nuevo porque no se trata de amar más o menos al prójimo, según de quien se trate, sino como Cristo nos ha amado: con un amor de Cruz.
Amar es un arte que necesita conocimiento y práctica. Nos preguntamos: hoy, ¿enseñamos a amar? ¿De qué modo? En una sociedad, donde el amor está ausente, ¿cómo enseñar y testimoniar el Amor de Jesús?
Nuestros Obispos nos dicen en Navega Mar Adentro: "La espiritualidad evangelizadora está marcada por el intenso amor a cada persona" (nº 11). Luego, presentan todo un programa de vida para llevarlo a la práctica: "...A veces se expresa como compañía silenciosa y compasiva; otras veces como palabra que alienta, abrazo que consuela, paciencia que apersona, disposición a compartir lo que posee; también se torna indignación por la injusticia y se expresa proféticamente en la denuncia. Se trata, siempre, de hacernos cercanos y solidarios con el que sufre. En este mundo donde frecuentemente nos sentimos desamparados, ignorados, utilizados, excluidos, ¿no es indispensable oír el llamado del Espíritu a cuidarnos y sostenernos unos a otros con extrañas de misericordia? (ibid. nº 11).
El amor cristiano es universal; se extiende a todos, sin discriminación que provenga de raza, lengua, creencias, ideas políticas, nivel social, etc. Alcanza también al enemigo. Por todo esto, no es posible pasar de largo ante los demás, sin ocuparnos de ellos, y no hacer un desprecio a Jesucristo: "En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer eso con uno de estos pequeñuelos, conmigo dejasteis de hacerlo" (Mt 25, 45).
Manifestar la caridad
El término caridad, por desgracia, se identifica demasiado con limosna, campaña pro damnificados. Pero caridad no es otra cosa que el amor cristiano sobrenatural; y como amor que es, debe tener múltiples manifestaciones prácticas. Es escuchar a quien necesita comunicar algo a los demás; callar cuando nuestras palabras pueden herir; sonreír, a pesar del cansancio; ayudar con finura y sin dar importancia en el trabajo ajeno, corregir con serenidad; dar buenas contestaciones, enseñar con el ejemplo, saber descubrir los gustos de los que nos rodean para darles pequeñas alegrías, agradecer el bien que nos hacen; no hacer comentarios negativos sobre las personas, etc.
Reflexionemos
El amor es la gran fuerza que puede cambiar este mundo. Empeñémonos ahora en practicar el "mandamiento nuevo", y que sea el amor al prójimo -hasta la Cruz- nuestro distintivo.
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Cristo