12 Mayo 2013
Los secretos de la familia Stoker
El día en que cumple 18 años, India Stoker sufre la pérdida de su padre, a quien siempre estuvo muy apegada. Durante la ceremonia conoce a su tío Charly, cuya existencia le era desconocida. La presencia del recién llegado afectará el comportamiento de la jovencita e incidirá en la precaria relación que mantiene con su madre.
Menuda lección de construcción del relato dramático dicta el realizador coreano Chan-wook Park en esta película. El director logra narrar magistralmente los hechos que desencadena la muerte repentina de un padre de familia y la aparición en escena de un enigmático hermano suyo que parece estar fascinado con India, la joven hija del fallecido. Esta muchacha, profundamente golpeada por la muerte del padre, experimenta sensaciones ambivalentes ante la aparición del recién llegado, cuya existencia le era completamente desconocida.
La trama se desarrolla ante los ojos de los espectadores de manera impecable, con recursos cinematográficos de primer nivel. Cada una de las escenas está pensada para agregar un dato al bagaje de conocimientos del público de la misma manera en que un albañil coloca uno tras otro los ladrillos del muro que está edificando. Pero además, en cada plano hay un hallazgo formal que confirma la creatividad del realizador y demuestra que no ha dejado un solo detalle librado al azar. Chan-wook Park se vale de un encuadre virtuoso, y utiliza enfoques y desenfoques de cámara, sombras y angulaciones atrevidas para avanzar en el desarrollo de una trama nada sencilla pero perfectamente expuesta. Y todo este alarde formal no es otra cosa que el envase ideal para una historia compleja, intrigante y misteriosa, pero perfectamente resuelta en un desenlace sin fisuras.
Mia Wasikowska encuentra el tono justo para la joven protagonista gracias a una privilegiada capacidad de expresión que el director explota hasta en los gestos mínimos. Nicole Kidman parece haber cerrado el paréntesis plagado de personajes intrascendentes que signó estos últimos años de su carrera, porque vuelve a entregar una actuación consistente en un rol complejo, y Matthew Goode completa el trío central con una composición sólida.
Dicen que en algunas películas no importa mucho qué es lo que se cuenta sino cómo se lo cuenta. No es el caso de este filme; el que el director coreano pone una narración deslumbrante al servicio de una historia intrigante y entretenida, en la que el espectador debe prestar atención hasta al detalle aparentemente más insignificante.
La trama se desarrolla ante los ojos de los espectadores de manera impecable, con recursos cinematográficos de primer nivel. Cada una de las escenas está pensada para agregar un dato al bagaje de conocimientos del público de la misma manera en que un albañil coloca uno tras otro los ladrillos del muro que está edificando. Pero además, en cada plano hay un hallazgo formal que confirma la creatividad del realizador y demuestra que no ha dejado un solo detalle librado al azar. Chan-wook Park se vale de un encuadre virtuoso, y utiliza enfoques y desenfoques de cámara, sombras y angulaciones atrevidas para avanzar en el desarrollo de una trama nada sencilla pero perfectamente expuesta. Y todo este alarde formal no es otra cosa que el envase ideal para una historia compleja, intrigante y misteriosa, pero perfectamente resuelta en un desenlace sin fisuras.
Mia Wasikowska encuentra el tono justo para la joven protagonista gracias a una privilegiada capacidad de expresión que el director explota hasta en los gestos mínimos. Nicole Kidman parece haber cerrado el paréntesis plagado de personajes intrascendentes que signó estos últimos años de su carrera, porque vuelve a entregar una actuación consistente en un rol complejo, y Matthew Goode completa el trío central con una composición sólida.
Dicen que en algunas películas no importa mucho qué es lo que se cuenta sino cómo se lo cuenta. No es el caso de este filme; el que el director coreano pone una narración deslumbrante al servicio de una historia intrigante y entretenida, en la que el espectador debe prestar atención hasta al detalle aparentemente más insignificante.