Motoviajeros: un motor, dos ruedas y un camino a la aventura

A los integrantes de los 'motogrupos' no sólo los une la pasión por el motociclismo, sino también el espíritu inquieto que los empuja a hacer travesías.

BANDA DE VIAJEROS. Los integrantes de varios motogrupos tucumanos posan en el parque 9 de Julio; los une la pasión por las dos ruedas. LA GACETA / FOTOS DE INéS QUINTEROS ORIO BANDA DE VIAJEROS. Los integrantes de varios motogrupos tucumanos posan en el parque 9 de Julio; los une la pasión por las dos ruedas. LA GACETA / FOTOS DE INéS QUINTEROS ORIO
18 Mayo 2013
Los hombres que emprenden un viaje en motocicleta saben que no contarán con techo ni rueda de auxilio. Ese primer riesgo ya promete una aventura. Después vienen la ruta, el vértigo, el rugido compañero del motor, los cambios de temperatura, los aromas de la travesía... atravesar esa cortina de sensaciones hasta formar parte del paisaje. Los hombres que viajan en motocicleta aseguran que este peregrinaje lleva hacia el encuentro con uno mismo, hacia la reflexión. "Vamos en grupo, pero cada uno sumergido en su propio mundo entre la máquina y el camino", revela Javier Soraide, integrante de los Power Custom, uno de los tantos grupos de motoviajeros que hay en Tucumán.

Así, los amantes de viajar en moto se fugan hacia una carretera que es a veces cordillera, otras veces desierto, otras un salar o un pueblo olvidado y desconocido. "Vamos en manada, es cierto -continúa Soraide-, pero es una manada de lobos solitarios".

El sentimiento
Estos aventureros aseguran que viajar en moto genera una sensación de libertad. El motor que los agita no es el ansia de llegar sino el placer del recorrido, disfrutar del tiempo suspendido en el camino entre dos lugares. Un día cualquiera, un motoviajero une San Miguel de Tucumán con Tafí del Valle sólo para tomar un cafecito y volver, como lo hace periódicamente Julio Vaca, del motogrupo Dejando Huellas.

Un motoviajero adicto a las rutas no tiene pudor en afirmar que realizó tres viajes desde Tucumán a Ushuaia, como es el caso de Jorge Castro, integrante de los Power Custom. La primera vez que atravesó esa distancia fue en 1970, piloteando una Zanella 125. "Mi abuelo andaba en moto desde 1904 y transmitió esa pasión a mis padres, mis padres a mí y yo a mis hijos. Hoy hasta mis nietos me acompañan en la ruta".

Para entender el entusiasmo de esta raza motera basta con citar la anécdota de Soraide acerca de la vez en que la instalación eléctrica de su moto se dañó horas antes de partir hacia una expedición: "contaba sólo con la plata para el viaje. Aún así me fui a una casa de comercio, pasé la tarjeta de crédito y me compré una Honda 100. Jamás pensé en irme en auto o en bondi porque uno tiene sentimiento motero".

Los portadores de ese sentimiento son, en su mayoría, hombres. Pero también pueden encontrarse algunas mujeres entre las filas sus filas. Daniela Sánchez (24) del Club FZ, estudia Recursos Humanos y se define como una amante de la adrenalina, aunque resalta que siempre se sintió segura y protegida por sus compañeros de viaje: "Tuve una moto de 250 cc hermosa, pero mi viejo la vendió porque, según él, estaba descuidando la carrera -se ríe la joven-. Apenas me reciba me compro otra".

Unión motera
En Tucumán, los diferentes grupos de motoviajeros han comenzado a unirse con el fin de fortalecer la concurrencia y periodicidad de los motoencuentros en la provincia y, a su vez, facilitar la interacción entre ellos y con el resto de la región.

"Porque el sentimiento motero es uno solo -afirma Roberto Caro Fournier, líder de los Maiden Brothers-. Ojalá un día logremos unir a todos los grupos de viajeros de Tucumán primero, y de la región después, para que seamos una familia".

En ese sentido, el 1 de mayo pasado se realizó en Salta el primer concilio de motoviajeros del norte con el fin de hacer un cronograma y apoyar los encuentros.

"Un motoviajero se caracteriza no sólo por su espíritu aventurero, sino también por su esencia solidaria. Jamás abandonamos a un compañero en la ruta. Por eso sería bueno que se logre esta unión, más allá de los tamaños, cilindradas y tipos de motos. Todos compartimos la misma pasión", explica Miguel Palomino, del Aconquija Motor Club.

Ruedas en el camino
La percepción que estos aventureros tienen de sus motos varía según la persona. Algunos las definen como amigas, otros como amantes, muchos como sus compañeras. "Las motos dos tiempos son unas locas desatadas; las cuatro tiempos, fieles como los perros -observa Vaca-. Este vehículo es una extensión de nuestro cuerpo que nos permite viajar a mayor velocidad. Pero es sólo una máquina, el alma la pone uno".

Ese es el sentimiento que los une. A bordo de sus motocicletas algunos han conocido el árido desierto de Atacama o desafiado la cuesta de Lipán, en Jujuy, recorriendo una zigzagueante y empinada ruta que trepa como una víbora hasta los 3.800 metros de altura. Quizás en este mismo momento uno de ellos se encuentre en viaje respondiendo a ese impulso constante que los obliga a poner las ruedas en el camino. "Sí, es verdad que las motos son peligrosas -concluye Vaca-, pero ¿acaso no es peligrosa la vida?"

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