Por Juan Manuel Montero
18 Mayo 2013
"En casa de herrero, cuchillo de palo". Para un Gobierno que enarbola la bandera contra la trata de personas como una cuestión de Estado, ¿qué significará que la Justicia esté investigando si en una de sus dependencias, más precisamente en una alcaidía policial, se promovía y facilitaba la prostitución? Un verdadero cachetazo a un discurso que, muchas veces tambalea por la falta de ejemplos. Y, en épocas de hiperconectividad, todo se conoció a través de un celular.... provisto por la propia Policía.
En los últimos días, en lo que parece ser un discurso consensuado, los referentes del área de Seguridad decidieron admitir algunas falencias. Paul Hofer, el hombre que el ministro Jorge Gassenbauer eligió para secundarlo, pidió que se crea en la Policía "más allá de los casos de corrupción". "La única forma de que funcione a largo plazo es que consolidemos las instituciones, la Policía, el Poder Judicial. No digo que estamos bien, por supuesto que tenemos mucho para mejorar", afirmó. El gobernador José Alperovich suscribió la misma idea: "Estamos trabajando en localizar a los que venden drogas, porque lo que hay que hacer, además de reconocer que no estamos bien, es ocuparnos para mejorar la seguridad de Tucumán, porque es uno de los pedidos que nos hace la gente", admitió. Lo hizo luego de incorporar 300 agentes a la Policía. Más tarde, Gassenbauer y Jorge Racedo, el jefe de la fuerza, anunciaron la enésima compra de autos, motos y equipos de comunicación. "El delito va mutando y la respuesta de la fuerza de seguridad tiene que ir cambiando acorde a la situación", aseguró Gassenbauer. Y tiene razón el ministro. El delincuente no siempre es el mismo. Y uno de los peores es el que está adentro de la misma fuerza. Dos fiscales investigan gravísimos casos de corrupción en la Policía: Diego López Ávila y Adriana Giannoni. Todo surgió a raíz de la huella que dejó un delincuente al robar en la casa de un country. El hombre figuraba como detenido en el momento del atraco. Pero, aparentemente, a él y a otros, un grupo de policías los dejaban salir para robar y se quedaban con gran parte del botín. Los fiscales además sospechan que los mismos policías "apretaban" a los presos que salían con permiso del penal de Villa Urquiza, también para que salieran a asaltar para ellos. Pero a lo largo de la investigación, aún lejos de terminar, salieron a la luz otros hechos no menos escandalosos. Y el celular de uno de los acusados fue una prueba crucial. Y armaron un rompecabezas con los mensajes de texto: "a tal hora tenés que venir". "ya va a estar todo arreglado" "hay que hablar con..." "la hora sale...". "El hotel más protegido de Tucumán", lo bautizaron los investigadores. Incluso, en charlas informales, varios de los detenidos admitieron que pagaban para poder tener relaciones dentro mismo de la alcaidía de la Brigada. "El que tenía esposa o novia, podía pasar un rato con ella sin que nadie lo molestara", explicó una de las tres fuentes consultadas. "Al que no tenía novia, se la conseguían. Con plata se hacía lo que querían", agregó el informante.
Nadie del Ministerio de Seguridad sabía que se estaba investigando a los policías por estos hechos hasta que se ordenaron allanamientos en las casas de los sospechosos. Recién entonces los funcionarios supieron lo que estaba sucediendo. Pero ya era tarde. En la casa de al menos uno de los acusados se encontraron dólares que serían de una de las principales víctimas de los atracos. Los fiscales saben que no pueden equivocarse. Ya fueron advertidos con panfletos arrojados en los pasillos tribunalicios de que la corporación azul los está vigilando. Mientras tanto, en el Gobierno estudian cómo terminar con los delincuentes de afuera, sin saber tampoco cómo controlar a los de adentro.
En los últimos días, en lo que parece ser un discurso consensuado, los referentes del área de Seguridad decidieron admitir algunas falencias. Paul Hofer, el hombre que el ministro Jorge Gassenbauer eligió para secundarlo, pidió que se crea en la Policía "más allá de los casos de corrupción". "La única forma de que funcione a largo plazo es que consolidemos las instituciones, la Policía, el Poder Judicial. No digo que estamos bien, por supuesto que tenemos mucho para mejorar", afirmó. El gobernador José Alperovich suscribió la misma idea: "Estamos trabajando en localizar a los que venden drogas, porque lo que hay que hacer, además de reconocer que no estamos bien, es ocuparnos para mejorar la seguridad de Tucumán, porque es uno de los pedidos que nos hace la gente", admitió. Lo hizo luego de incorporar 300 agentes a la Policía. Más tarde, Gassenbauer y Jorge Racedo, el jefe de la fuerza, anunciaron la enésima compra de autos, motos y equipos de comunicación. "El delito va mutando y la respuesta de la fuerza de seguridad tiene que ir cambiando acorde a la situación", aseguró Gassenbauer. Y tiene razón el ministro. El delincuente no siempre es el mismo. Y uno de los peores es el que está adentro de la misma fuerza. Dos fiscales investigan gravísimos casos de corrupción en la Policía: Diego López Ávila y Adriana Giannoni. Todo surgió a raíz de la huella que dejó un delincuente al robar en la casa de un country. El hombre figuraba como detenido en el momento del atraco. Pero, aparentemente, a él y a otros, un grupo de policías los dejaban salir para robar y se quedaban con gran parte del botín. Los fiscales además sospechan que los mismos policías "apretaban" a los presos que salían con permiso del penal de Villa Urquiza, también para que salieran a asaltar para ellos. Pero a lo largo de la investigación, aún lejos de terminar, salieron a la luz otros hechos no menos escandalosos. Y el celular de uno de los acusados fue una prueba crucial. Y armaron un rompecabezas con los mensajes de texto: "a tal hora tenés que venir". "ya va a estar todo arreglado" "hay que hablar con..." "la hora sale...". "El hotel más protegido de Tucumán", lo bautizaron los investigadores. Incluso, en charlas informales, varios de los detenidos admitieron que pagaban para poder tener relaciones dentro mismo de la alcaidía de la Brigada. "El que tenía esposa o novia, podía pasar un rato con ella sin que nadie lo molestara", explicó una de las tres fuentes consultadas. "Al que no tenía novia, se la conseguían. Con plata se hacía lo que querían", agregó el informante.
Nadie del Ministerio de Seguridad sabía que se estaba investigando a los policías por estos hechos hasta que se ordenaron allanamientos en las casas de los sospechosos. Recién entonces los funcionarios supieron lo que estaba sucediendo. Pero ya era tarde. En la casa de al menos uno de los acusados se encontraron dólares que serían de una de las principales víctimas de los atracos. Los fiscales saben que no pueden equivocarse. Ya fueron advertidos con panfletos arrojados en los pasillos tribunalicios de que la corporación azul los está vigilando. Mientras tanto, en el Gobierno estudian cómo terminar con los delincuentes de afuera, sin saber tampoco cómo controlar a los de adentro.
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