La productividad puede apuntalar el crecimiento de largo plazo

26 Mayo 2013

Eduardo Robinson - Economista

¿Cómo se evalúa el éxito de un modelo económico? Sencillamente, por los avances que logra en competitividad. Esto es, si la dinámica del esquema económico consigue sostener o incrementar la participación en los mercados internacionales y esto se traduce en mejoras en el nivel de vida de la población. En este sentido, conviene repasar algunos aspectos de la macroeconomía de los últimos años relacionados con la competitividad.

En 2002, Argentina devaluó el peso con respecto al dólar y paralelamente subieron los precios internacionales de los principales productos. Esta combinación de factores internos y externos, hizo que mejore la competitividad de la economía nacional, pero no genuinamente, porque se la ganó mediante una violenta devaluación de la moneda. La economía se disfraza de competitiva, con el fin de abaratar relativamente los productos de exportación para los países compradores y mejorar la rentabilidad del exportador que cobra, por ejemplo, en dólares y los cambia por pesos. Si el tipo de cambio es bajo, recibe pocos pesos mientras que si es alto recibe más cantidad de moneda local. Es decir, actúa como un incentivo para las ventas al extranjero. Es decir, devaluar implica mejorar la situación de los sectores exportadores, pero sino se trabaja para incorporar factores genuinas de competitividad, el efecto devaluatorio se diluye, vuelve a perderse competitividad y el círculo vicioso se retroalimenta.

¿Qué significan mejoras genuinas? Por ejemplo, lo que sucede con las retenciones a las exportaciones. ¿Cuáles son los efectos de este impuesto? Básicamente se reduce el precio para el exportador, lo que es un desincentivo para vender al extranjero. Paralelamente, al caer artificialmente aquel precio, crece el incentivo al consumo interno, pero baja la producción, al disminuir la rentabilidad. Los supuestos beneficios son de corto plazo. Asimismo, por el lado de las importaciones, dado que Argentina, necesita importar energía, para ello requiere destinar U$S 12.000 millones que es casi el superávit de la balanza comercial, la diferencia entre las exportaciones y las importaciones. Por evitar un mayor estrangulamiento en la disponibilidad de divisas, se establecieron trabas a las importaciones. Es claro, entonces que Argentina, en lugar de potenciar el comercio internacional, en los últimos años continuaron predominando las trabas.

Otra. En 2005, al prohibirse las exportaciones de carne vacuna, el argumento oficial era privilegiar la mesa de los argentinos dado que los salarios en el país no son tan elevados como los que rigen en otros. Es válido, pero, nuevamente, sólo para el corto plazo. Si no se incorpora productividad en la economía, nunca se alcanzarán los niveles salariales de los países más desarrollados. Los términos de intercambio son actualmente altamente favorables para el país. Esto hace que resulte relativamente más sencillo, que en otros períodos, incorporar competitividad. ¿Qué lograron las medidas? Reducir la oferta de carne, elevar el precio y desincentivar el consumo. El promedio de consumo entre 2005 y 2007 alcanzó a 72 Kg/por habitante hoy está en 60 Kg/por habitante. Los sectores exportadores han ido perdiendo rentabilidad lo que frena las inversiones y se pierde competitividad.

En la Argentina no puede sostenerse indefinidamente un tipo de cambio real y un gasto público alto. El resultado es pérdida de competitividad y daños en el sistema productivo. Es importante poner el foco en la productividad y en su crecimiento de largo plazo. De nada sirve expansiones económicas cada cinco años si no se avanza en mejorar la competitividad sistémica.

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