29 Mayo 2013
EL FABRICANTE. Bombos de madera de ceibo con afinado santiagueño.
"La frontera agrícola fue desplazando cada vez más lejos a los productores de miel", describió "Cuny" Ferreyra.
"Antes hacíamos acá, en El Cajón y gran parte de Burruyacu, lo que se conoce entre los apicultores como la primera primavera -añadió-. La segunda nos llevaba hasta San Pedro de Guasayán. Está mitad en Santiago del Estero y mitad en Catamarca. Y la tercera, a la zona de La Pampa después del 5 de diciembre",
Más adelante, recordó, "nosotros nos convertimos en grandes productores de miel. Pero después de la muerte de mi padre y de mi hermano, en un trágico accidente, en el cual también perdieron la vida mi cuñada y mi sobrina, todo cambió".
"Cuny" debió asumir la jefatura de su hogar. Y ese periplo de seis meses, que año a año lo llevaba a ausentarse de su terruño, comenzó a reducirse. Y él se transformó en un pequeño productor. "La escultura y el grabado me ayudaron mucho a salir de ese difícil trance. A mi padre le gustaba mucho el folclore. Me enseñó bastante, desde niño. Hasta que un día decidí hacer un bombo, con láminas de ceibo y cuero de vaca. No sólo me agradó sino que me lo compraron. No me dieron mucho pero a partir de entonces los sigo fabricando con el mismo material", dijo.
El abejero escultor de El Cajón también "rasca la guitarra" -según él-. A lo mejor bastante más de lo que su humildad le permite aceptar. Aunque claro está sus manos parecen ser un prodigio.
"Antes hacíamos acá, en El Cajón y gran parte de Burruyacu, lo que se conoce entre los apicultores como la primera primavera -añadió-. La segunda nos llevaba hasta San Pedro de Guasayán. Está mitad en Santiago del Estero y mitad en Catamarca. Y la tercera, a la zona de La Pampa después del 5 de diciembre",
Más adelante, recordó, "nosotros nos convertimos en grandes productores de miel. Pero después de la muerte de mi padre y de mi hermano, en un trágico accidente, en el cual también perdieron la vida mi cuñada y mi sobrina, todo cambió".
"Cuny" debió asumir la jefatura de su hogar. Y ese periplo de seis meses, que año a año lo llevaba a ausentarse de su terruño, comenzó a reducirse. Y él se transformó en un pequeño productor. "La escultura y el grabado me ayudaron mucho a salir de ese difícil trance. A mi padre le gustaba mucho el folclore. Me enseñó bastante, desde niño. Hasta que un día decidí hacer un bombo, con láminas de ceibo y cuero de vaca. No sólo me agradó sino que me lo compraron. No me dieron mucho pero a partir de entonces los sigo fabricando con el mismo material", dijo.
El abejero escultor de El Cajón también "rasca la guitarra" -según él-. A lo mejor bastante más de lo que su humildad le permite aceptar. Aunque claro está sus manos parecen ser un prodigio.
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