31 Mayo 2013
"La pérdida fue del 57%, en comparación con las buenas campañas que tuvieron lluvias suficientes" En
La Sección Granos sugiere hacer economía del agua, cuidar los barbechos, elegir variedades estables y escalonar las siembras. El factor climático obligó a sembrar 40% en diciembre y 60% en enero. Rindes bajos
FALTA DE AGUA. En numerosos campos de Tucumán las plantitas de soja lograron nacer, pero no tuvieron fuerza para desarrollarse y murieron en el intento. FOTO DE ARCHIVO
Marcada por las extremas y adversas condiciones climáticas, la campaña de soja 2012/13 en Tucumán finalizó con un rinde promedio de 1.400 kg/ha, lo que significa una pérdida del 57%, en comparación con el rinde promedio provincial obtenido en las últimas campañas con buenas precipitaciones, que fue de 3.200 kg/ha.
Así lo indica el informe "Análisis productivo y económico de la campaña de soja 2012/13 en Tucumán, comparación con ciclos anteriores", efectuado por técnicos de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc), los ingenieros Mario Devani (jefe de la Sección Granos), Daniela Pérez, Fernando Ledesma, Virginia Paredes, José Sánchez y Graciela Rodríguez.
"Este año, la escasez hídrica y las altas temperaturas fueron superiores a las de la campaña anterior; sin embargo, en cuanto a los rendimientos, se observó un pequeño incremento de un 14,4% respecto al período 2011-2012, que fue de 1.230 kg/ha, la peor en diez años", apunta Devani.
Esto se explica -señala el especialista- "porque en la campaña recién concluida, las malas condiciones ocurrieron -en la mayor parte del área granaria de Tucumán y zonas de influencia- durante la implantación y desarrollo del cultivo; mientras que en 2012, hubo lluvias en abril, momento en que se iniciaba la trilla, situación que provocó una pérdida significativa".
"En el aspecto sanitario, lo más destacado estuvo representado por los ataques de 'bolillera' y 'picudo negro', así como también las 'chinches' al final del ciclo. A su vez, la presencia de malezas tolerantes o resistentes es cada vez más importante. En ambos casos, será necesario que el productor tenga programada una adecuada estrategia de manejo y prevención", opinan.
Precios y costos
Si bien los precios de venta de la oleaginosa fueron excelentes (pero inferiores a los de 2012 en iguales meses), nuevamente la extraordinaria caída de la productividad, principalmente, y la suba de costos, después, no permitió cubrir los gastos, resultando el margen bruto de soja negativo, con mayor pérdida en lotes bajo arriendo. Enfatiza Devani que "estos dos años nefastos, desde el punto de vista productivo y económico de la producción de soja en el NOA, hacen necesario replantear la incidencia muy negativa de la presión impositiva sobre la producción de la región. Además, es menester buscar alternativas que permitan compensar el gasto en flete y establecer nuevos acuerdos de arriendos. También, se debe ajustar el manejo del cultivo, especialmente en hacer un uso más eficiente del agua, que se traduce en mayor rinde. En este sentido, la rotación con gramíneas es clave por la cobertura y por la disminución en la incidencia de plagas, lo que reduce costos".
Sobre ese aspecto, explica: "Los productores que trabajan con el concepto de economía del agua, comparados con vecinos que no lo hacen, bajo igual condición de déficit hídrico, obtuvieron mejores rindes y, en algunos casos, llegaron a cosecha versus el vecino que no lo logró. Hablar de economía del agua implica favorecer la rotación con gramíneas, la cobertura, la sistematización del campo (curvas de nivel), el antecesor, y calidad y momento de aplicación del herbicida (invierno y verano), factores que permiten más infiltración, acumulación y mejor uso del agua".
Muchos sojeros "acumulan dos años de pérdida, a lo que se suma la imposibilidad de la siembra en el invierno 2013 (debido que no hubo recarga del perfil del suelo); para ellos, probablemente, sea imposible encarar la inversión para encarar la campaña 2013/14.
La superficie sembrada con soja en Tucumán viene disminuyendo, desde hace cuatro campañas. Se pasó de 293.220 ha (2008/09) a 172.630 ha en esta campaña, lo que implica una reducción del 41%. Las razones fueron el avance de la caña de azúcar y, en menor medida, el citrus y el maíz. Sin embargo, en esta campaña el factor determinante en la baja del área fue la extensa sequía, que determinó un importante atraso en la siembra, y el cambio hacia cultivos más adaptables a esta contingencia. "Nunca, en mi vida profesional, había experimentado tres años seguidos de sequía; sin embargo, hay que pensar que el año próximo puede ser duro también, porque venimos con un perfil de suelo complicado", comenta Devani y añade: "la recomendación a los productores es que trabajen de una manera defensiva y con un criterio de economía de agua. Emplear bien el líquido significa realizar los barbechos en tiempo y forma, adoptar un esquema escalonado de fechas de siembra, que los suelos estén en buenas condiciones, trabajar con cuidado los rastrojos y los niveles de fertilidad, trabajar con una densidad de planta no muy alta y, en vez de emplear variedades adaptables, usar las estables y alta potencialidad. Todo esto ayuda para que, frente a una mala situación, los rindes no caigan tanto", comenta Devani.
Hacia el maíz
"El viraje más significativo en estos años fue hacia el maíz", resalta el profesional. "A comienzos de temporada, la intención de siembra era inferior al registro del ciclo anterior, por dificultades en su comercialización. Pero ante la imposibilidad de sembrar soja, esperanzados en que las lluvias mejorarían y con el afán de reducir la caída de la rentabilidad, los productores recurrieron al maíz, cultivo más adaptado a la siembra tardía. Así, la siembra alcanzó a 64.820 ha, lo que implica un área un 31% superior a la del ciclo anterior. También hubo lotes que se destinaron al poroto.
Similar a lo ocurrido en el Ciclo 2011/12, la intensidad del fenómeno meteorológico (la adversidad de las condiciones climáticas) fue variable y se configuró un verdadero mosaico de situaciones a lo largo y a lo ancho de toda la zona productora de soja de Tucumán y zonas de influencia. Pero en general, toda el área se vio afectada en forma significativa, afirmaron los técnicos de la Eeaoc.
En algunas localidades, como Monte Redondo, hubo déficit de aproximadamente 100 mm de agua en diciembre, enero y marzo, comparando con la situación normal; la diferencia sólo bajó a 35 mm en febrero. Además, se registraron elevadas temperaturas, y muy baja humedad relativa durante prolongados períodos.
La falta de precipitaciones obstaculizó el inicio normal de la campaña sojera, produciendo un retraso en la siembra, determinando que un 40% del área se sembrara en diciembre y un 60% en enero.
Los "Grupos Cortos de Maduración V y VI indeterminados y determinados" se sembraron predominantemente en diciembre, siendo, además, los más representativos de las siembras de ese mes. Por su parte, los "Grupos Largos VII y VIII" fueron sembrados tanto en diciembre como en enero.
Enero y diciembre
La siembra en enero implica un menor rendimiento con relación al potencial productivo del cultivo, disminución que se hace más significativa en la medida en que más hacia febrero se realice la siembra. De modo que, esta campaña comenzó con una expectativa de rinde inferior al potencial esperable para el cultivo en la zona.
Las siembras de diciembre sufrieron mucho, en especial aquellas en las que se emplearon grupos cortos de madurez, lo que determinó -en muchos casos- lotes resembrados, y en otros casos, lotes perdidos o abandonados.
En general, las siembras tempranas que recibieron un alivio por las precipitaciones de febrero aparentaron, a la vista, una mejora significativa. Pero en realidad, en el cultivo predominaban plantas tipo "palmeritas", sojas que habían recuperado sólo una buena apariencia en el tercio superior de las plantas. Estas plantas tenían un desequilibrio fisiológico importante y, al continuar el estrés, perdieron la mayor parte de las hojas basales, conservando una especie de "penacho" en la parte superior, con entrenudos donde coexistían flores y vainas en formación de distintos tamaños. Las vainas tenían un número variable de semillas en crecimiento, predominando aquellas con 1 y 2 granos y muy pocas con 3 granos. Se observaba, además, gran derrame de vaina.
Los cultivos provenientes de las siembras de enero, en general, habían desarrollado una menor estructura, y gracias a las precipitaciones de mediados de febrero mejoraron su desarrollo, logrando en muchos casos cerrar el entresurco, lo que dependió de la variedad. Estas plantas tenían una estructura más acorde con los días transcurridos, desde siembra a la floración, por lo que fisiológicamente estaban más equilibradas, situación que inicialmente hizo tener una mejor expectativa de rinde.
El rendimiento esperado dependía del momento en que se sembraron en enero. Pero después del 20 de febrero, sólo se registraron lloviznas, y un alto porcentaje de estas siembras comenzó a deteriorarse, intensificado por los calores de marzo-abril. Este proceso determinó el "arrebatamiento" en los cultivos, los que terminaron con granos chatos, pequeños, con granos verdes, y muy bajos rindes.
El rinde fue más afectado en aquellos lotes en los que, en invierno, se implantó garbanzo, que en aquellos libres de cultivos o tuvieron trigo y adecuado control de malezas. Y se obtuvieron mayores rindes en lotes provenientes de rotación con maíz o sorgo en verano.
Así lo indica el informe "Análisis productivo y económico de la campaña de soja 2012/13 en Tucumán, comparación con ciclos anteriores", efectuado por técnicos de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc), los ingenieros Mario Devani (jefe de la Sección Granos), Daniela Pérez, Fernando Ledesma, Virginia Paredes, José Sánchez y Graciela Rodríguez.
"Este año, la escasez hídrica y las altas temperaturas fueron superiores a las de la campaña anterior; sin embargo, en cuanto a los rendimientos, se observó un pequeño incremento de un 14,4% respecto al período 2011-2012, que fue de 1.230 kg/ha, la peor en diez años", apunta Devani.
Esto se explica -señala el especialista- "porque en la campaña recién concluida, las malas condiciones ocurrieron -en la mayor parte del área granaria de Tucumán y zonas de influencia- durante la implantación y desarrollo del cultivo; mientras que en 2012, hubo lluvias en abril, momento en que se iniciaba la trilla, situación que provocó una pérdida significativa".
"En el aspecto sanitario, lo más destacado estuvo representado por los ataques de 'bolillera' y 'picudo negro', así como también las 'chinches' al final del ciclo. A su vez, la presencia de malezas tolerantes o resistentes es cada vez más importante. En ambos casos, será necesario que el productor tenga programada una adecuada estrategia de manejo y prevención", opinan.
Precios y costos
Si bien los precios de venta de la oleaginosa fueron excelentes (pero inferiores a los de 2012 en iguales meses), nuevamente la extraordinaria caída de la productividad, principalmente, y la suba de costos, después, no permitió cubrir los gastos, resultando el margen bruto de soja negativo, con mayor pérdida en lotes bajo arriendo. Enfatiza Devani que "estos dos años nefastos, desde el punto de vista productivo y económico de la producción de soja en el NOA, hacen necesario replantear la incidencia muy negativa de la presión impositiva sobre la producción de la región. Además, es menester buscar alternativas que permitan compensar el gasto en flete y establecer nuevos acuerdos de arriendos. También, se debe ajustar el manejo del cultivo, especialmente en hacer un uso más eficiente del agua, que se traduce en mayor rinde. En este sentido, la rotación con gramíneas es clave por la cobertura y por la disminución en la incidencia de plagas, lo que reduce costos".
Sobre ese aspecto, explica: "Los productores que trabajan con el concepto de economía del agua, comparados con vecinos que no lo hacen, bajo igual condición de déficit hídrico, obtuvieron mejores rindes y, en algunos casos, llegaron a cosecha versus el vecino que no lo logró. Hablar de economía del agua implica favorecer la rotación con gramíneas, la cobertura, la sistematización del campo (curvas de nivel), el antecesor, y calidad y momento de aplicación del herbicida (invierno y verano), factores que permiten más infiltración, acumulación y mejor uso del agua".
Muchos sojeros "acumulan dos años de pérdida, a lo que se suma la imposibilidad de la siembra en el invierno 2013 (debido que no hubo recarga del perfil del suelo); para ellos, probablemente, sea imposible encarar la inversión para encarar la campaña 2013/14.
La superficie sembrada con soja en Tucumán viene disminuyendo, desde hace cuatro campañas. Se pasó de 293.220 ha (2008/09) a 172.630 ha en esta campaña, lo que implica una reducción del 41%. Las razones fueron el avance de la caña de azúcar y, en menor medida, el citrus y el maíz. Sin embargo, en esta campaña el factor determinante en la baja del área fue la extensa sequía, que determinó un importante atraso en la siembra, y el cambio hacia cultivos más adaptables a esta contingencia. "Nunca, en mi vida profesional, había experimentado tres años seguidos de sequía; sin embargo, hay que pensar que el año próximo puede ser duro también, porque venimos con un perfil de suelo complicado", comenta Devani y añade: "la recomendación a los productores es que trabajen de una manera defensiva y con un criterio de economía de agua. Emplear bien el líquido significa realizar los barbechos en tiempo y forma, adoptar un esquema escalonado de fechas de siembra, que los suelos estén en buenas condiciones, trabajar con cuidado los rastrojos y los niveles de fertilidad, trabajar con una densidad de planta no muy alta y, en vez de emplear variedades adaptables, usar las estables y alta potencialidad. Todo esto ayuda para que, frente a una mala situación, los rindes no caigan tanto", comenta Devani.
Hacia el maíz
"El viraje más significativo en estos años fue hacia el maíz", resalta el profesional. "A comienzos de temporada, la intención de siembra era inferior al registro del ciclo anterior, por dificultades en su comercialización. Pero ante la imposibilidad de sembrar soja, esperanzados en que las lluvias mejorarían y con el afán de reducir la caída de la rentabilidad, los productores recurrieron al maíz, cultivo más adaptado a la siembra tardía. Así, la siembra alcanzó a 64.820 ha, lo que implica un área un 31% superior a la del ciclo anterior. También hubo lotes que se destinaron al poroto.
Similar a lo ocurrido en el Ciclo 2011/12, la intensidad del fenómeno meteorológico (la adversidad de las condiciones climáticas) fue variable y se configuró un verdadero mosaico de situaciones a lo largo y a lo ancho de toda la zona productora de soja de Tucumán y zonas de influencia. Pero en general, toda el área se vio afectada en forma significativa, afirmaron los técnicos de la Eeaoc.
En algunas localidades, como Monte Redondo, hubo déficit de aproximadamente 100 mm de agua en diciembre, enero y marzo, comparando con la situación normal; la diferencia sólo bajó a 35 mm en febrero. Además, se registraron elevadas temperaturas, y muy baja humedad relativa durante prolongados períodos.
La falta de precipitaciones obstaculizó el inicio normal de la campaña sojera, produciendo un retraso en la siembra, determinando que un 40% del área se sembrara en diciembre y un 60% en enero.
Los "Grupos Cortos de Maduración V y VI indeterminados y determinados" se sembraron predominantemente en diciembre, siendo, además, los más representativos de las siembras de ese mes. Por su parte, los "Grupos Largos VII y VIII" fueron sembrados tanto en diciembre como en enero.
Enero y diciembre
La siembra en enero implica un menor rendimiento con relación al potencial productivo del cultivo, disminución que se hace más significativa en la medida en que más hacia febrero se realice la siembra. De modo que, esta campaña comenzó con una expectativa de rinde inferior al potencial esperable para el cultivo en la zona.
Las siembras de diciembre sufrieron mucho, en especial aquellas en las que se emplearon grupos cortos de madurez, lo que determinó -en muchos casos- lotes resembrados, y en otros casos, lotes perdidos o abandonados.
En general, las siembras tempranas que recibieron un alivio por las precipitaciones de febrero aparentaron, a la vista, una mejora significativa. Pero en realidad, en el cultivo predominaban plantas tipo "palmeritas", sojas que habían recuperado sólo una buena apariencia en el tercio superior de las plantas. Estas plantas tenían un desequilibrio fisiológico importante y, al continuar el estrés, perdieron la mayor parte de las hojas basales, conservando una especie de "penacho" en la parte superior, con entrenudos donde coexistían flores y vainas en formación de distintos tamaños. Las vainas tenían un número variable de semillas en crecimiento, predominando aquellas con 1 y 2 granos y muy pocas con 3 granos. Se observaba, además, gran derrame de vaina.
Los cultivos provenientes de las siembras de enero, en general, habían desarrollado una menor estructura, y gracias a las precipitaciones de mediados de febrero mejoraron su desarrollo, logrando en muchos casos cerrar el entresurco, lo que dependió de la variedad. Estas plantas tenían una estructura más acorde con los días transcurridos, desde siembra a la floración, por lo que fisiológicamente estaban más equilibradas, situación que inicialmente hizo tener una mejor expectativa de rinde.
El rendimiento esperado dependía del momento en que se sembraron en enero. Pero después del 20 de febrero, sólo se registraron lloviznas, y un alto porcentaje de estas siembras comenzó a deteriorarse, intensificado por los calores de marzo-abril. Este proceso determinó el "arrebatamiento" en los cultivos, los que terminaron con granos chatos, pequeños, con granos verdes, y muy bajos rindes.
El rinde fue más afectado en aquellos lotes en los que, en invierno, se implantó garbanzo, que en aquellos libres de cultivos o tuvieron trigo y adecuado control de malezas. Y se obtuvieron mayores rindes en lotes provenientes de rotación con maíz o sorgo en verano.