En el sistema financiero argentino aún predomina el cortoplacismo

La intermediación financiera se recuperó gracias a la expansión de la base de clientes. En los últimos años se evidenció una disminución de los niveles de morosidad. Sin embargo, aún predomina el cortoplacismo en el financiamiento. Siguen las restricciones para proyectos de largo aliento

02 Junio 2013

Eduardo Robinson - Economista

De una noche oscura a un día soleado. Así define AMF Economía al momento que ha vivido la intermediación financiera durante los últimos 10 años. En 2001, la pérdida anual podía contabilizarse en valores equivalentes a varios puntos porcentuales de los activos, actualmente las entidades acumulan ejercicios con beneficios que tienden a reflejar una adecuada y satisfactoria relación entre los activos invertidos y las ganancias obtenidas, dice la consultora. A modo de ejemplo, el resultado medido en términos de activos (ROA) ascendió a 2,9% en los últimos 12 meses, un rendimiento particularmente elevado considerando los estándares de ejercicios anteriores. 

¿Dónde estuvo el gran cambio de esta década? Básicamente, en la ampliación de la base de clientes, plantea AMF. En estos 10 años, aumentó en 153% la cantidad de individuos que operan crediticiamente con las entidades, en tanto que la cantidad de empresas y otras personas jurídicas se expandió 70%. Uno de los factores distintivos de estos últimos años es el reducido nivel de morosidad privada (mínimos no sólo en valores absolutos sino también en la comparación con países de la región y del mundo desarrollado). Si bien en estos meses se observa una leve suba en el segmento de créditos al consumo, no habría que olvidar el "castigo" que generaban los elevados porcentuales de irregularidad (superiores al 30% de la cartera con privados) a principios de 2003, indica la consultora.

Indudablemente, la significativa ampliación de la base de clientes esconde aún asignaturas pendientes: por un lado, el 60% de las financiaciones con agentes privados comprende un plazo de vencimiento inferior al año. Esto implica admitir un sesgo cortoplacista del mercado de créditos, situación que dificultosamente admita el apalancamiento de ambiciosos proyectos de inversión (que requieren un plazo de maduración extendida). Con esta visión coincide el economista Eduardo Robinson. En la Argentina, predominan los depósitos a corto plazo, y por lo tanto, los bancos están restringidos para otorgar préstamos a largo plazo, dice el experto.

La tasa de interés pasiva, la que remuneran los bancos por los depósitos, es negativa si se la compara con la inflación. No obstante, las escasas opciones de inversión financiera, hacen que los depósitos a plazo fijo continúen creciendo. En el último año se expandieron un 45%, representan un tercio del total de depósitos y el 90% no supera los 60 días de colocación. Estas cifras evidencian el cortoplacismo y la poca calidad crediticia vigente en el país.

Al analizar la situación macroeconómica argentina, es claro que las debilidades superan a las fortalezas. Entre las primeras: creciente déficit fiscal financiado con emisión monetaria, inestabilidad cambiaria, alta inflación, debilidad del poder adquisitivo, suba de costos de producción en dólares, insuficiencia de inversiones, desabastecimiento energético, entre los más relevantes. Por el lado de las fortalezas: el nivel de precios internacionales para exportación, las potencialidades productivas y la situación del sistema bancario.

¿Por qué es una fortaleza la actual situación del sistema bancario? Si los bancos enfrentaran una situación de debilidad crecería la incertidumbre, se deterioraría la cadena de pagos, se encarecería el crédito y habría mayor incertidumbre. Todo este proceso frenaría aún más las inversiones y se profundizarían las debilidades de la economía.

Tras la crisis de 2001/2002, el proceso de intermediación financiera quedó debilitado en la Argentina. De 22% del PBI que representaba el crédito al sector privado hacia fines de la convertibilidad, quedó en 12% y ahora alcanza al 15%. La principal consecuencia del tambaleo del sistema bancario en 2001 fue el cortoplacismo. Predominan los depósitos a corto plazo, y por lo tanto, los bancos están restringidos para otorgar préstamos a largo plazo. La tasa de interés pasiva, la que remuneran los bancos por los depósitos, es negativa si se la compara con la inflación. No obstante, las escasas opciones de inversión financiera, hacen que los depósitos a plazo fijo continúen creciendo. En el último año se expandieron un 45%; representan un tercio del total de depósitos y el 90% no supera los 60 días de colocación. Estas cifras reflejan la poca calidad crediticia vigente en el país.

Por su parte, los préstamos destinados al sector privado crecieron en el último año un 43%. El rubro que más subió fue el descuento de documentos, un 68%; le siguen las tarjetas de crédito con el 48%. Tal expansión coincide con la representatividad en la estructura de préstamos: Documentos y Personales participan con el 22% -cada uno-, Tarjetas el 17% y Adelantos el 14%. El 75% del crédito al sector privado es de muy corto plazo.

¿Por qué es un sistema bancario en el que predomina el corto plazo? Por la poca confianza. El insumo básico para que funcionen los bancos es la confianza. Sin perspectivas claras no pueden alargarse los plazos de colocación de los depósitos y, al no disponer de fuentes de fondeo alternativas a los depósitos, como la emisión de obligaciones negociables en dólares, no pueden endeudarse en moneda extranjera y tener ingresos en pesos. Este es el núcleo del pobre desarrollo del crédito hipotecario en la Argentina.

Otro factor que influye para el desarrollo del crédito es la dinámica inflacionaria. En un contexto de inestabilidad de precios, se inhibe la oferta crediticia y en gran medida también la demanda al subir las tasas de interés. Hoy los bancos presentan una elevada situación de liquidez, buenos indicadores de solvencia, rentabilidad y bajo nivel de morosidad. Estos factores constituyen una fortaleza para los bancos y para la economía. Sin embargo, predomina el corto plazo; es allí donde las entidades perciben los mayores márgenes de rentabilidad, debido a las tasas de interés más altas que cobran por esos financiamientos. Por ello, el año pasado, el Banco Central obligó a las entidades a otorgar préstamos a empresas grandes y a PyME a una tasa de interés fija del 15%, con el fin de financiar proyectos de inversión. La medida condicionó el otorgamiento de unos $ 15.000 millones, equivalentes al 5% de la masa de depósitos del sector privado de cada entidad.

El drenaje

Desde fines de 2011, momento en que se estableció el cepo cambiario, los depósitos en dólares alcanzaba los U$S 14.800 millones; hoy son de US$ 7.149 millones. En este escenario, hay preocupación en los bancos por la sangría de dólares. El drenaje afectará los préstamos en esa moneda a empresas que lo aplican al comercio exterior. Así, hay entidades que directamente no pueden asistir en dólares a sus grandes clientes, y las empresas optan por financiarse en pesos. Esto tiende a consolidarse y, en consecuencia, ya se percibe una mayor presión en el mercado en pesos que podría generar una suba en la tasa de interés. No obstante, los bancos continúan líquidos y eso permite aún ofrecer tasas bajas y negativas, medidas en términos reales, a los ahorristas. Por otra parte, las limitaciones en el segmento en dólares para los bancos implica una merma en un sector del negocio y, por eso, limitará las posibilidades de ampliar la oferta para proyectos de inversión.

Para evitar que la economía entre en un proceso recesivo que afecte la evolución del crédito, el Gobierno recurre a lo poco que tiene a su alcance. Tomó nota de que hay detener la escalada inflacionaria, con acuerdos y controles, instrumentos precarios en este sentido, pero hay que evitar que se profundice la inestabilidad de precios. De lo contrario, seguirá deteriorándose el poder de compra de los asalariados, presionará al alza los costos en dólares y afectará aún más la competitividad del tipo de cambio estimulando a los agentes a una fuga del peso. Esto llevaría a una suba en la tasa de interés, lo que estrangularía el crédito al sector privado. Puede afectar al sistema bancario en la medida que se reduciría el volumen crediticio.

El dilema
Puja entre el consumo y los exportadores 

Los bancos entienden que la actual política económica de la Argentina, al impulsar el consumo, puede evitar que se profundice la desaceleración de la actividad. Sin embargo, hay situaciones sectoriales como los que padecen los exportadores, un sector que observa que su rentabilidad cada vez es más golpeada. Tal situación lleva a cierta contracción crediticia lo que afecta las perspectivas en el sistema.

El desafío
Solucionar las inconsistencias 

Si bien el sistema bancario es hoy una fortaleza de la macroeconomía, aún no se logró reactivar el crédito de largo plazo que impulse el desarrollo y permita cambios estructurales en sectores de infraestructura y vivienda. Para recrear el crédito en el país, principalmente el destinado al crecimiento, se necesita corregir varias inconsistencias que presenta la macroeconomía nacional. El desafío aún perdura.

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Lo que se viene 
Proyectos de largo plazo 

El "libreto" de los últimos años ha posibilitado un verdadero "boom" de la banca en el que la recuperación de la rentabilidad, del crédito y la drástica disminución de la morosidad han sido elementos distintivos, dice AMF. Para los próximos años, los desafíos se concentran en seguir ampliando la base de los negocios a través de una mayor formalidad de los agentes económicos, mientras que se debería profundizar la inserción de las instituciones financieras en los proyectos de largo plazo de empresas y familias.

Tendencia 
Financiamiento privado 

Los préstamos destinados al sector privado, crecieron en el último año un 43%. El rubro que más se expandió fue el descuento de documentos, que lo hizo en un 68%. Le siguen las tarjetas de crédito con una incremento del 48%.

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