"Avellaneda -escribe Alejandro Wall en su hermoso libro '¡Academia carajo!'- es la Cachemira del fútbol, una zona en disputa. Dos canchas separadas por 200 metros se miran de costado. El 'Libertadores de América' y el 'Juan Domingo Perón', una pareja de construcciones irreconciliables". Con fronteras que llevan los nombres de Almirante Cordero y Ricardo Enrique Bochini. Cruces por las calles Italia o Alsina. Aunque nadie entra en territorio enemigo. Es una convivencia a los codazos. Casi un conflicto de medianeras. Dos elefantes de cemento separados por dos cuadras. Avellaneda como capital de la desmesura futbolera. Un récord del que ninguna ciudad puede enorgullecerse en el mundo. "Eso -dice Wall- es un país que ama el fútbol".

Del amor al odio, en Avellaneda, hay entonces apenas 200 metros. A veces esa distancia es aún menor. Sucedió, por ejemplo, la última semana. Una semana "rara", aunque el partido fue "normal". Lo dice el DT de Racing, Luis Zubeldía, tras la derrota del viernes por la noche 1-0 ante un Quilmes que, si se salva del descenso, puede hundir al "enemigo" Independiente. Racing salió a jugar sin delanteros netos, por primera vez en todo el campeonato, regaló espacio en defensa y sufrió un rápido gol, a los 9', que a muchos de los presentes en el estadio les dio la impresión de que jamás sería igualado, aunque se jugaran "100 años más", como dijo un fanático por la web. Racing tuvo tres chances para empatar y chocó contra el arquero Emanuel Trípodi.

"Ensuciamos a cualquiera gratis", se enojó Omar De Felippe, DT de Quilmes, ante los que lanzaron suspicacias tras el 1-0. "Yo te vi festejar una derrota". "Para tomar cerveza Quilmes, retirar copas en Avenida Mitre 470 (sede CAI)". "Nos vamos muy contentos porque por fin pudimos darle una alegría a la gente". Los afiches burlones publicados ayer por hinchas de Independiente, como si ya supieran de antemano que Racing perdería, se suman a otros que lanzaban amenazas. Fueron los que difundieron días antes del partido contra Quilmes los propios hinchas de Racing: "Si no pierden con Quilmes hay balas para todos! Los puntos a Quilmes o al hospital!".

Un experimentado ex Racing como el 'Chanchi' Estévez, que pide a los jugadores actuales de la "academia" que jueguen como si estuvieran "en plena práctica". Y otro todavía más experimentado, mundialista inclusive, como el 'Piojo' López, que recuerda que en la última fecha del Apertura 95 Independiente "jugó como en una práctica" y fue goleado por Vélez, que así salió campeón y amargó a Racing (que tampoco hubiese ganado el título porque terminó perdiendo su partido ante Colón).

"A nosotros nos tocó vivir la misma situación de pelear el descenso y ellos estaban contentos. Así que no veo por qué yo ahora no pueda tirar una cañita al aire", siguió el "Piojo". Como si nadie le hubiese avisado que, días antes, los barras de Racing amenazaron a los jugadores para que se dejaran perder ante Quilmes.

Inevitable, las casas de apuestas internacionales dieron de baja el Quilmes-Racing. Bwin, Bet365 y miapuesta.com, tres de las empresas más grandes en el rubro, sacaron el partido el mismo miércoles, cuando el triunfo de Quilmes cotizaba 8 pesos por cada 10 jugados, una cifra inusual. No hubo explicaciones oficiales. La FIFA tiene un acuerdo que envía un alerta si las casas de apuestas sospechan que el partido puede estar arreglado. Inclusive el árbitro de ese partido puede avisar a los dos capitanes segundos antes de iniciarse el cotejo sobre la situación. Se sabe de casos en Alemania y en Italia, por citar sólo a Ligas bien poderosas. En estos días también en España se sospecha de partidos arreglados recientes, según informa el diario "Marca". En Italia, se descubrió hace dos años el caso de un equipo de Serie A que, ya condenado al descenso, comenzó a vender partidos. Y que sus "ultras" (los barras locales), lejos de indignarse por la situación, exigieron a los jugadores formar también ellos parte del acuerdo. No quedarse afuera del negocio.

En Argentina nadie denuncia arreglos. Se puede jugar a perder, o a no ganar, sencillamente porque así lo indican las reglas del "folclore" vernáculo. Las que dicen que, como escribió un colega, "es mejor el descenso ajeno que el campeonato propio", porque "cotiza más festejar la desgracia".

Wall, el colega autor del libro "¡Academia carajo!", entrega un notable relato sobre el título ganado en 2001, cuando el país se incendiaba. Escribió también esta semana en la página web "Informe Escaleno" un hermoso texto sobre qué puede sentir un hincha de Racing ante la posibilidad de que el "rojo" pueda sufrir el descenso.

Dice que "todo" su recuerdo del descenso de Racing "es mi viejo llorando". Y acepta eso de que "la identidad de un hincha también se forma por el otro" y que "la idea del 'no existís', esa negación infame, queda invalidada cuando el otro es tan importante". Por eso, no es menor un eventual descenso de Independiente. Porque igualaría "la piedra traumática" del descenso.

Pero luego viene la reflexión más interesante, especialmente en un fútbol que, por momentos, parece no tener remedio, con barras que golpean (como el caso reciente de Independiente Rivadavia, en Mendoza) o amenazan (como en Racing). Para salvar a este fútbol, nos dice Wall, "podríamos empezar, en todo caso, por desdramatizar el descenso".

Y así cierra su artículo, para que sepamos que, además de las declaraciones que son título de los diarios, también hay otras que muestran otras formas de seguir amando al fútbol: "acá estamos los hinchas de Racing para hacer nuestro aporte, y los hinchas de River podrán hacer el suyo, y los de San Lorenzo también vendrán. El descenso no es el fin de nada: no sólo no es la muerte, que ya es mucho decir, sino que además es lo más parecido a una reconstrucción: es volver a armar la jugada, como hace Barcelona y nos gusta tanto".

Nadie dice que será fácil, pero eso sería un verdadero cambio cultural: pensar el descenso como una circunstancia del juego, la peor derrota quizá, aunque no peor que la quiebra de tu club, que el remate de la cancha, que una patota pegándole patadas a tu vida de hincha.

Digamos que irse al descenso no es un drama del que no se vuelve, y tampoco es una gran cosa en estos años en los que los grandes ya no son tan grandes y los chicos ya no son tan chicos; años en los que se fue River y, después de algunos vidrios rotos, el mundo siguió andando. Es una sensación de vacío, ah, sí, se experimenta cierto dolor y después volvés. Un club, en cambio, cuesta siglos ponerlo en pie. "El día que lo entendamos -concluye Wall- cambiamos el fútbol".

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