Por Jorge Figueroa
08 Junio 2013
Pasaban las horas y la pantalla permanecía en blanco. No es la primera vez que le había sucedido esa situación. Daba vueltas y salía al balcón a fumarse un cigarrillo para apagarlo, fatalmente, por la mitad; abría decenas de ventanas en la computadora; distraídamente, buscaba algo que lo sorprendiera, que le permitiera arrancar con alguna línea siquiera. Pero nada. Un alumno lo obliga a contestar por chat, y el correo electrónico manda el aviso de que tiene uno nuevo, varios en realidad. Twitter está copado por los saludos entre periodistas y por el paro en gran cantidad de diarios en Buenos Aires, algo que no sé hace cuánto no ocurría: ¿10? ¿20? ¿30 años? La pantalla sigue en blanco, y ya marcha el segundo café de la mañana. Quedó pensando en la exposición de Aurelio Salas que se inauguró el jueves en el Museo Timoteo Navarro, en sus dibujos, en esos trazos, escasos, simples, pero que eran capaces de definir cualquier forma; que el artista murió en 1992, pero que, en el catálogo -groso error-, fecharon una obra en 1995; que se había extrañado por una instalación que a alguien se le ocurrió montar en la entrada de la muestra, sin necesidad alguna.
Pero no, no le habían pedido una columna sobre arte. En rigor, le habían solicitado unas líneas sobre nada, o sobre todo. Y Salas regresó a su cabeza: ¿cómo hacer que unas pocas líneas definan todo, o casi? El temor de la "página en blanco" es similar para los artistas, al de la "tela en blanco", lo había aprendido desde los años de la facultad. Tal vez fue ello, lo que animó a Kasimir Malevich a construir su propia teoría del color y sus pinturas "Blanco sobre blanco" en una serie de 1919. Había logrado que el mismo blanco, pase de ser un soporte a un discurso.
Pero no, no le habían pedido una columna sobre arte. En rigor, le habían solicitado unas líneas sobre nada, o sobre todo. Y Salas regresó a su cabeza: ¿cómo hacer que unas pocas líneas definan todo, o casi? El temor de la "página en blanco" es similar para los artistas, al de la "tela en blanco", lo había aprendido desde los años de la facultad. Tal vez fue ello, lo que animó a Kasimir Malevich a construir su propia teoría del color y sus pinturas "Blanco sobre blanco" en una serie de 1919. Había logrado que el mismo blanco, pase de ser un soporte a un discurso.
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