El Gobierno envía tropas a las ciudades donde se juega la Copa Confederaciones

Hubo nuevos incidentes en San Pablo, durante la movilización en reclamo de la rebaja en el precio del colectivo. Recife fue la única sede que no solicitó un refuerzo para su seguridad. Dos sectores. Un intendente fue encerrado en un banco

CERCA DEL ESTADIO. La Policía montó un operativo de seguridad especial ayer en Fortaleza, donde la selección del Brasil se enfrentó con la de México. REUTERS CERCA DEL ESTADIO. La Policía montó un operativo de seguridad especial ayer en Fortaleza, donde la selección del Brasil se enfrentó con la de México. REUTERS
20 Junio 2013

BRASILIA.- El Gobierno del Brasil envió efectivos de la Fuerza Nacional de Seguridad (grupo armado especializado para actuar en caso de disturbios sociales o situaciones excepcionales) a cinco de las seis ciudades en las que se disputan partidos de la Copa Confederaciones.

En un comunicado, el Ministerio de Justicia precisó que las tropas comenzaron a llegar en la noche del martes a Fortaleza (donde ayer hubo marchas antes del partido entre Brasil y México), Salvador de Bahía, Río de Janeiro, Minas Gerais y el Distrito Federal, a pedido de las respectivas gobernaciones. Recife es la única ciudad donde se realiza la competencia deportiva que no recibirá efectivos federales.

Según el Ministerio, el despliegue no está relacionado con la ola de protestas que se vienen realizando en todo el país, que ha dejado decenas de heridos y un centenar de detenidos por tumultos, actos de vandalismo y duros enfrentamientos entre policía y manifestantes.

Entre los reclamos sociales figura el costo de las obras en los estadios de fútbol para esa copa y el Mundial de 2014, así como la realización de las Olimpíadas de 2016 en Río de Janeiro. En las consignas, se exige que el dinero destinado a esos trabajos se vuelque en mejoras en los sistemas públicos de salud, vivienda, educación y transporte. También se repudia la corrupción en el Estado, en un listado heterogéneo de planteos y sin un liderazgo visible (ver "Manifestantes...").

Precisamente, el aumento en el precio del colectivo en San Pablo (fue llevado a U$S 1,6) disparó las marchas convocadas por el Movimiento Pase Libre (MPL), que ayer confirmó una nueva movilización para esta noche.

Las concentraciones comenzaron siendo pacíficas, pero en esta semana giraron a intentos de toma de edificios públicos, como ocurrió el martes en la Alcaldía de San Pablo, contra la cual se arrojaron piedras y se rompieron todos los vidrios de las ventanas y puertas, mientras la Policía reprimía a los movilizados. Los vándalos también quemaron colectivos y destruyeron algunos comercios de la zona céntrica.

Los autores de los ataques contra el edificio eran una minoría en relación a los 50.000 manifestantes que intentaban continuar en forma pacífica con los actos. Ambos grupos, los más enardecidos y los moderados, se enfrentaron entre ellos durante algunos momentos.

En un intento de calmar el descontento, el alcalde paulista Fernando Haddad, del oficialista Partido de los Trabajadores (PT), se comprometió ante los dirigentes del MPL a evaluar la posibilidad de reducir la tarifa, aunque calificó de atroces a los destrozos. Esta medida ya fue tomada por una docena de municipios, entre los que sobresalen Pernambuco, Recife, Foz do Iguaçu, Porto Alegre, Goiania y Manaos.

En la noche del martes también hubo incidentes en Belo Horizonte, con quema de ómnibus, bloqueo de calles y destrozos. En Florianópolis, se cortó el puente de acceso a la ciudad, pero no hubo disturbios. En Juazeiro do Norte (Estado de Ceará), el alcalde, Raimundo Macedo, fue encerrado por manifestantes dentro de una sucursal bancaria hasta que la Policía lo rescató.

Las protestas no distinguen origen político y se cuestiona tanto al PT como a su socio, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño, y al opositor Partido de la Social Democracia Brasileña. (DPA-Reuters-Télam)

Manifestantes con reclamos heterogéneos desafían al poder

Ana María Pomi - DPA

BRASILIA.- La sorpresiva "primavera brasileña" que está "despertando al gigante" sudamericano, se gestó en las redes sociales para copar las calles a lo largo y ancho del país, en un movimiento espontáneo que reta al establishment con el difuso objetivo de "cambiar al Brasil".

Ese desafío al poder es el más claro acuerdo tácito en torno al cual comulgan los indignados brasileños, que conforman un grupo heterogéneo en lo que a reivindicaciones se refiere. "Sin una plataforma reivindicativa específica, protestas difusas por el país tienden a mirar al Gran Otro, por usar lenguaje psicoanalítico", sintetizó Igor Gielow, del diario Folha de Sao Paulo.

Distintas tribus llevaron a las calles temas que van desde el aumento del precio del transporte público y la corrupción, hasta el "despilfarro" de dinero público en eventos deportivos y la defensa de más recursos para vivienda, salud y educación.

Además de heterogéneo en sus banderas y unánime en la lucha contra el poder establecido, el incipiente movimiento es "orgullosamente apartidario" y reniega de liderazgos personales y partidos políticos, con lo que rompe la histórica dualidad del Brasil posterior a la dictadura, encarnada por el oficialista Partido de los Trabajadores (PT) y el opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).

Por sus particulares características, el movimiento le patea el tablero ideológico al izquierdista PT usando los mismos métodos de lucha cuya "paternidad" exclusiva ostentó durante décadas la agrupación de la actual mandataria y ex guerrillera, Dilma Rousseff.

Con esto, los miles de indignados se adjudicaron al menos dos ventajas contra el "poder enemigo": confundirlo con la ausencia de discurso "normal" y, al PT en particular, ponerlo en la encrucijada de tener que reprimir "sus" métodos de lucha o no actuar contra quienes le declaran la guerra. "No entendemos lo que está ocurriendo", resumió el martes el sentir gubernamental el ministro jefe del Gabinete Civil de la Presidencia de la República, Gilberto Carvalho.

Este movimiento sin jefes, banderas ni color, hace arder las calles brasileñas en forma inédita y promete seguir desafiando a un poder al cual mantiene, al menos por ahora, en desventaja: sorprendido, confundido, estupefacto y casi indefenso. Un poder que cuando usó la clásica represión policial (como hace una semana en San Pablo) sólo logró que salgan multitudes a la calle.

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