BUENOS AIRES.- Falta menos de un mes para la próxima cumbre semestral del Mercosur y nada hace suponer que vaya a haber novedades positivas en lo que hace a la cada vez más conflictiva relación entre la Argentina y Brasil, los dos principales socios del alicaído bloque comercial. Mucho menos con el estallido de una protesta social generalizada en las principales ciudades del país vecino, cuyas autoridades deberán evaluar qué caminos seguir para resolver una ecuación más que complicada: contener la inflación y al mismo tiempo aumentar las tarifas del autotransporte (la vuelta atrás de esos incrementos es pasajera), seguir con la devaluación del real (que ya acumula 12% en lo que va de 2013) y mantener los planes de incentivos fiscales a la industria en medio de preocupaciones por la reprimarización de las exportaciones.

Del tipo de solución dependerá el futuro de la relación con la Argentina, aunque no alcanza a vislumbrarse un final feliz en ese sentido. ¿Ajuste fiscal, suba de tasas, subsidios al transporte, una combinación de cada cosa? Ninguna de las opciones parece favorecer al comercio bilateral o las inversiones. Al mismo tiempo que se desataba la rebelión en Brasil, su ministro de Desarrollo, Fernando Pimentel, mantenía en Olivos una entrevista fuera de agenda con la presidenta Cristina Fernández. El motivo principal de la reunión es en sí mismo una de las paradojas del proceso de integración: la enésima prórroga del acuerdo automotor, diseñado en 1994 como una de las "excepciones" al libre comercio entre los países del Mercosur. Todavía es motivo de comentarios en ámbitos políticos, empresarios y diplomáticos el abrupto final del encuentro de abril en Buenos Aires entre las presidentas Fernández y Dilma Rousseff, que los esfuerzos de ambas cancillerías no pudieron disimular. O no quisieron, a juzgar por la ausencia absoluta, al mes siguiente del cruce presidencial, de representantes del Gobierno argentino en la despedida de su destino porteño del ex embajador Enio Cordeiro.

En la década


En medio de las discusiones entre oficialismo y oposición acerca de si corresponde calificar a la década kirchnerista como "ganada" o "perdida", conviene analizar el comportamiento de los movimientos de las empresas brasileñas en la Argentina durante ese período. El desembarco masivo comenzó en 2002, con un evidente aprovechamiento de la caída de la caída de la convertibilidad y la consiguiente devaluación del peso. Así desembarcaron Petrobras, Ambev, Camargo Correa, Marfrig, entre otras. El abandono del "tipo de cambio competitivo" sumado a otras mudanzas de corte político, parecen estar marcando un final de ciclo. Más que un motivo de preocupación, la Argentina se presenta como una molestia tanto entre la burocracia de Brasilia como entre los industriales paulistas.

En las dos ciudades admiten que la continuidad del Mercosur depende más de la necesidad brasileña de presentarse al mundo como un líder regional que por sus ventajas comerciales. Si de liberarse de una carga se trata, en Sao Paulo se tomó como una "buena noticia" las rescisión del contrato de ALL dispuesta por el Gobierno argentino. Fue el único caso en el que la decisión no fue directamente de la empresa, como sí lo fueron los retiros de Vale, Marfrig, JBS, Duratex y Randon, además de las evaluaciones que en el mismo sentido viene realizando Petrobras. Por su parte, Camargo Correa y Andrade Gutiérrez no tienen previsto despedirse del país pero su presencia se verá reducida, en buena medida porque basaban el grueso de sus expectativas en ser proveedoras de Vale.

Y para el final, otra ilusión perdida. Hace por lo menos cincuenta años que la economía brasileña viene superando a la argentina, que en la primera mitad del siglo XX contaba con un Producto Bruto superior al de su vecino. Y aunque la brecha en favor de ellos se fue ensanchando, al menos quedaba de este lado de la frontera la satisfacción de tener un mayor ingreso por habitante. Ya ni eso puede computarse a nuestro favor: según el FMI, el PBI per capita brasileño es de U$S 12.339, contra los 11.572 de la Argentina. Para el Banco Mundial, la diferencia es de U$S 10.710 a U$S 9.124.

Habrá que conformarse con Messi...

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