04 Agosto 2013
TAPADO HASTA LAS OREJAS. Cerca del mediodía, uno de los moradores del jardín todavía no se había despertado. Los perros huelen sus pies y pasan. LA GACETA / FOTOS DE JORGE OLMOS SGROSSO - MAGENA VALENTIE
Son las 11 de la mañana y todavía no se ha despertado. Está bastante acostumbrado a la dureza del banco de cemento. No le molesta tampoco el ir y venir, las carcajadas y los gritos de los adolescentes del Colegio Nacional, que pasan a su lado a cada rato. Mucho menos los perros que buscan el pasto para hacer sus necesidades y se detienen en su "cama" a olisquear sus viejas zapatillas. Él saca un dedo y se acomoda un poco la colcha, que lo cubre con cabeza y todo. A su alrededor quedan las cenizas de una fogata, un envase tetrabrik de vino ya vacío y papeles sucios. En esa esquina, de avenida Sarmiento y Maipú, en la manzana del Colegio Nacional Bartolomé Mitre, la vida pasa indiferente.
Los apacibles jardines que rodean el señorial edificio del Colegio Nacional están sembrados de materia fecal y de basura. El peor lado es el que da hacia la avenida Sarmiento, frente al Casino.
La manzana se extiende por Muñecas, Sarmiento, Maipú y Santa Fe, pertenecía a la Provincia. Pero en 1905, por decreto del 25 de febrero fueron cedidos a la Nación. Las rejas que protegían el edificio fueron retiradas en la década del 68 y llevadas, en parte, a uno de los jardines de infantes de la municipalidad cuenta el rector del colegio Nacional, Raúl Lischinsky.
Pero la falta de rejas no le preocupa, sino que no haya una limpieza constante de los espacios verdes. "Le corresponde a la municipalidad, pero solamente se corta el pasto, muy de vez en cuando hace la limpieza. Los vecinos tiran bolsas de basura, que luego los perros se encargan de desparramar por todos lados. La vereda de la Maipú es usada como estacionamiento. Los vehículos rompen el piso y los árboles que plantan los alumnos. ¿Por qué la municipalidad no viene a poner el cepo", se pregunta.
La dirección de Espacios Verdes de la Municipalidad se quedó sin titular. La subdirectora a cargo por estos días, Valeria Amaya, reconoce que "no hay nadie exclusivamente dedicado a eso, pero lo mantenemos. Se corta el pasto", responde al ser consultada.
Sin embargo, tanto los vecinos como las autoridades del colegio se quejan por la suciedad. "Los viernes es tremendo. Vienen alumnos de otras escuelas y se juntan a fumar y a tomar al lado del busto de Sarmiento. Dejan todo sucio. ¡Aquí no hay vigilancia!", aporta la vicerrectora del turno mañana, Graciela Noemí Ale. "A todo esto hay que sumarle la presencia de dos indigente, un hombre y una mujer que viven y duermen en los jardines. La señora hace sus necesidades frente a los alumnos, es terrible", se estremece la docente.
Pero es injusto decir que nadie hace nada. Como la obligación de los conserjes termina en la puerta de la escuela, Juan Carlos Moyano, el señor que vende golosinas, ha decidido él mismo barrer en la zona donde él trabaja, que es el frente del edificio.
"Lo hago porque son buenos conmigo y me dejan trabajar tranquilo", dice con humildad. Por Santa Fe, entre Maipú y Sarmiento, hay otra persona que piensa igual. Es Miguel Ángel Machado, cuidador de autos. "Me gusta ver todo limpio por eso barro la vereda aunque sea con una rama de palmera", cuenta. "Todos vienen a pasear los perros y dejan todo sucio", señala el pasto.
"¡Mirá, tengo la bolsita!", desafía Diego González, vecino de la zona, sacando una bolsa del bolsillo. Lo acompaña el paseador y adiestrador Héctor Murúa. "Aquí habría que poner un centro de adiestramiento canino", propone.
Por lo pronto es mejor evitar caminar por el pasto, si no quiere que una "torta" indeseable le quede pegada en la suela del zapato.
Los apacibles jardines que rodean el señorial edificio del Colegio Nacional están sembrados de materia fecal y de basura. El peor lado es el que da hacia la avenida Sarmiento, frente al Casino.
La manzana se extiende por Muñecas, Sarmiento, Maipú y Santa Fe, pertenecía a la Provincia. Pero en 1905, por decreto del 25 de febrero fueron cedidos a la Nación. Las rejas que protegían el edificio fueron retiradas en la década del 68 y llevadas, en parte, a uno de los jardines de infantes de la municipalidad cuenta el rector del colegio Nacional, Raúl Lischinsky.
Pero la falta de rejas no le preocupa, sino que no haya una limpieza constante de los espacios verdes. "Le corresponde a la municipalidad, pero solamente se corta el pasto, muy de vez en cuando hace la limpieza. Los vecinos tiran bolsas de basura, que luego los perros se encargan de desparramar por todos lados. La vereda de la Maipú es usada como estacionamiento. Los vehículos rompen el piso y los árboles que plantan los alumnos. ¿Por qué la municipalidad no viene a poner el cepo", se pregunta.
La dirección de Espacios Verdes de la Municipalidad se quedó sin titular. La subdirectora a cargo por estos días, Valeria Amaya, reconoce que "no hay nadie exclusivamente dedicado a eso, pero lo mantenemos. Se corta el pasto", responde al ser consultada.
Sin embargo, tanto los vecinos como las autoridades del colegio se quejan por la suciedad. "Los viernes es tremendo. Vienen alumnos de otras escuelas y se juntan a fumar y a tomar al lado del busto de Sarmiento. Dejan todo sucio. ¡Aquí no hay vigilancia!", aporta la vicerrectora del turno mañana, Graciela Noemí Ale. "A todo esto hay que sumarle la presencia de dos indigente, un hombre y una mujer que viven y duermen en los jardines. La señora hace sus necesidades frente a los alumnos, es terrible", se estremece la docente.
Pero es injusto decir que nadie hace nada. Como la obligación de los conserjes termina en la puerta de la escuela, Juan Carlos Moyano, el señor que vende golosinas, ha decidido él mismo barrer en la zona donde él trabaja, que es el frente del edificio.
"Lo hago porque son buenos conmigo y me dejan trabajar tranquilo", dice con humildad. Por Santa Fe, entre Maipú y Sarmiento, hay otra persona que piensa igual. Es Miguel Ángel Machado, cuidador de autos. "Me gusta ver todo limpio por eso barro la vereda aunque sea con una rama de palmera", cuenta. "Todos vienen a pasear los perros y dejan todo sucio", señala el pasto.
"¡Mirá, tengo la bolsita!", desafía Diego González, vecino de la zona, sacando una bolsa del bolsillo. Lo acompaña el paseador y adiestrador Héctor Murúa. "Aquí habría que poner un centro de adiestramiento canino", propone.
Por lo pronto es mejor evitar caminar por el pasto, si no quiere que una "torta" indeseable le quede pegada en la suela del zapato.