09 Agosto 2013
EN LA SALA. Director y solista comparten partitura, historia y música. LA GACETA / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO
A los 10 años, Johannes Brahms (1833-1897) ya mostraba en público sus grandes dotes para el piano. La madurez del hombre y del músico alemán llegaron con la composición de gran cantidad de obras que forman parte del repertorio esencial de la música del Romanticismo.
En el verano de 1878 compuso su primer -y único- Concierto para violín y orquesta opus 77 en Re mayor. Esta noche, la Orquesta Sinfónica de la UNT bajo la conducción del maestro Ricardo Sbrocco, interpretará el rico intercambio que propone Brahms, con Eduardo Ludueña en el violín.
El músico invitado nació en Córdoba, pero su larga residencia en Buenos Aires le ha neutralizado la tonada de nacimiento. Tiene una extensa trayectoria musical como solista, como integrante de grupos de cámara y como miembro de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Además dirige el Centro Suzuki Buenos Aires, institución que desarrolla la Estimulación Musical Temprana, desde niños hasta jóvenes de nivel universitario. No es esta la primera vez que Ludueña toca en Tucumán: hace unos años interpretó Tchaikovsky.
En detalle
"Para este concierto, Brahms le pidió consejos a su amigo, el reputado violinista Joseph Joachim, que según cuenta la historia, no le llevó mucho el apunte", cuenta Sbrocco en la platea del Alberdi. "De hecho simplificó algunas partes, las mejoró para el violín. De todos modos es un concierto exigente musicalmente, como todo Brahms, y técnicamente para el violín", refiere Ludueña.
"A pesar de que Brahms era muy apegado a la forma clásica, en su alma era romántico. Eso trasluce, por ejemplo, el segundo movimiento, que es glorioso", destaca Sbrocco.
Ludueña amplía: "los tres movimientos son geniales; hay mucha carga. El primer movimiento -allegro ma non troppo- se extiende unos 20' y es ya un gran movimiento de sinfonía. De hecho está muy cercano el opus a la Segunda sinfonía, tiene ese aire; es muy sinfónico y muy concertante entre violín y orquesta. Está muy cargado de momentos diferentes; el segundo -adagio- es lento, y el tercero, el allegro giocoso es muy enérgico".
"Para el oyente afloja la tension anterior, pero no en cuanto a orquesta y solista: Brahms no afloja nunca hasta la última nota -resalta Sbrocco-. Las dificultades están salpicadas a lo largo de toda la obra. Cada movimiento tiene lo suyo, cuestiones de tempo, de afinación; en el segundo movimiento, la entrada de los vientos de madera..."
La suite
El director recuerda que esta noche el concierto se inicia con la Suite americana, de Antonin Dvorak (1841-1904). Sbrocco comenta que el músico checo vivió tres años en New York porque lo contratan como director del Conservatorio. Allí conoce y escucha mucha música nativa, spirituals y folclore. "Esa influencia se ve plasmada en varias de sus obras, de las cuales la más conocida es la Sinfonía del Nuevo Mundo. Da la casualidad que ambos compositores eran contemporáneos. Brahms (que le llevaba ocho años a Dvorak) formaba parte de un jurado que aprobó una beca que pedía Dvorak. Entonces conoce la obra del músico checo, y entablan una amistad de respeto y admiración mutua".
ESTA NOCHE
• A las 22, en el teatro Alberdi (Jujuy y Crisóstomo Álvarez). Entradas, desde $ 30
En el verano de 1878 compuso su primer -y único- Concierto para violín y orquesta opus 77 en Re mayor. Esta noche, la Orquesta Sinfónica de la UNT bajo la conducción del maestro Ricardo Sbrocco, interpretará el rico intercambio que propone Brahms, con Eduardo Ludueña en el violín.
El músico invitado nació en Córdoba, pero su larga residencia en Buenos Aires le ha neutralizado la tonada de nacimiento. Tiene una extensa trayectoria musical como solista, como integrante de grupos de cámara y como miembro de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Además dirige el Centro Suzuki Buenos Aires, institución que desarrolla la Estimulación Musical Temprana, desde niños hasta jóvenes de nivel universitario. No es esta la primera vez que Ludueña toca en Tucumán: hace unos años interpretó Tchaikovsky.
En detalle
"Para este concierto, Brahms le pidió consejos a su amigo, el reputado violinista Joseph Joachim, que según cuenta la historia, no le llevó mucho el apunte", cuenta Sbrocco en la platea del Alberdi. "De hecho simplificó algunas partes, las mejoró para el violín. De todos modos es un concierto exigente musicalmente, como todo Brahms, y técnicamente para el violín", refiere Ludueña.
"A pesar de que Brahms era muy apegado a la forma clásica, en su alma era romántico. Eso trasluce, por ejemplo, el segundo movimiento, que es glorioso", destaca Sbrocco.
Ludueña amplía: "los tres movimientos son geniales; hay mucha carga. El primer movimiento -allegro ma non troppo- se extiende unos 20' y es ya un gran movimiento de sinfonía. De hecho está muy cercano el opus a la Segunda sinfonía, tiene ese aire; es muy sinfónico y muy concertante entre violín y orquesta. Está muy cargado de momentos diferentes; el segundo -adagio- es lento, y el tercero, el allegro giocoso es muy enérgico".
"Para el oyente afloja la tension anterior, pero no en cuanto a orquesta y solista: Brahms no afloja nunca hasta la última nota -resalta Sbrocco-. Las dificultades están salpicadas a lo largo de toda la obra. Cada movimiento tiene lo suyo, cuestiones de tempo, de afinación; en el segundo movimiento, la entrada de los vientos de madera..."
La suite
El director recuerda que esta noche el concierto se inicia con la Suite americana, de Antonin Dvorak (1841-1904). Sbrocco comenta que el músico checo vivió tres años en New York porque lo contratan como director del Conservatorio. Allí conoce y escucha mucha música nativa, spirituals y folclore. "Esa influencia se ve plasmada en varias de sus obras, de las cuales la más conocida es la Sinfonía del Nuevo Mundo. Da la casualidad que ambos compositores eran contemporáneos. Brahms (que le llevaba ocho años a Dvorak) formaba parte de un jurado que aprobó una beca que pedía Dvorak. Entonces conoce la obra del músico checo, y entablan una amistad de respeto y admiración mutua".
ESTA NOCHE
• A las 22, en el teatro Alberdi (Jujuy y Crisóstomo Álvarez). Entradas, desde $ 30
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