Por Juan Manuel Asis
11 Agosto 2013
A esta hora, las 22.20, el radicalismo tucumano puede sonreír y el alperovichismo preocuparse. Hasta ahora. Es que la buena elección del senador José Cano en la capital le permite soñar a los radicales con una buena elección en octubre, por lo menos para retener su banca. Sin embargo, si a los radicales les queda vocación de poder en sus venas, deberían aprovechar este oxígeno electoral para pensar en 2015.
Los números pueden permitirle el lujo de soñar con pelear por la intendencia de San Miguel de Tucumán en 2015. Pero, a no malinterpretar lo que están diciendo las urnas, no sólo es una buena elección de los hombres de Alem, sino una pésima votación del peronsimo en la capital. En este punto, el peronismo hará lo de siempre, buscar traidores en vez que buscar errores políticos estratégicos. Como era previsible, en este caso, el gran culpable, para los alperovichistas, es el intendente Domingo Amaya. Obvio, quieren trasladar todas sus culpas a una sola persona.
El jefe municipal también tendrá sus argumentos para decir que no fue sólo su responsabilidad. Seguro, hay culpas compartidas, pero esto es política, cuando se pierde hay que buscar un chivo expiatorio, es la picardía de los que no quieren compartir los errores. Sin embargo, José Alperovich no puede darse el lujo -como lo hacen sus adláteres- de pelearse con Amaya. Aun falta una elección, la más importante, la de octubre. Allí necesitará de todos, y no puede darse el lujo de dejar heridos en el camino.
Los números pueden permitirle el lujo de soñar con pelear por la intendencia de San Miguel de Tucumán en 2015. Pero, a no malinterpretar lo que están diciendo las urnas, no sólo es una buena elección de los hombres de Alem, sino una pésima votación del peronsimo en la capital. En este punto, el peronismo hará lo de siempre, buscar traidores en vez que buscar errores políticos estratégicos. Como era previsible, en este caso, el gran culpable, para los alperovichistas, es el intendente Domingo Amaya. Obvio, quieren trasladar todas sus culpas a una sola persona.
El jefe municipal también tendrá sus argumentos para decir que no fue sólo su responsabilidad. Seguro, hay culpas compartidas, pero esto es política, cuando se pierde hay que buscar un chivo expiatorio, es la picardía de los que no quieren compartir los errores. Sin embargo, José Alperovich no puede darse el lujo -como lo hacen sus adláteres- de pelearse con Amaya. Aun falta una elección, la más importante, la de octubre. Allí necesitará de todos, y no puede darse el lujo de dejar heridos en el camino.