La UNT sigue en deuda con los adultos mayores

16 Agosto 2013
Entre los valiosos aportes que le ha hecho la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) a la comunidad está el programa de Educación Permanente para Adultos Mayores (EPAM). Creado hace 28 años durante el rectorado de Eugenio F. Virla por Ricardo Somaini (con una directora con garra como Teresa Bernasconi de García), el EPAM apareció entonces como una expresión innovadora. A la novedad de la creación de un espacio de esparcimiento para los "abuelos" o en edad de serlo, se sumaba el concepto de Extensión como esencial a la misión de la Universidad, que hasta entonces sólo había enfatizado en la docencia y -en menor medida- en la investigación. Como se recordará, durante un largo tiempo el EPAM funcionó en una casona en planta baja ubicada en la calle Rivadavia al 400. Y en ese período se fue consolidando como un espacio de encuentro y de creatividad para los adultos mayores. Más aún, el EPAM se constituyó en una "marca" de calidad de vida para aquellos que ya pasan la mediana edad. En marzo del año pasado, por problemas con el alquiler de la casa, las autoridades de la UNT decidieron mudar el EPAM al edificio de la avenida Sarmiento y Catamrca donde funcionaba la ex central termoeléctrica, y que le había sido cedida en custodia por el Organismo de Bienes del Estado (Onabe).

Desde que esa mudanza se concretó, en abril de este año, comenzaron las quejas entre los concurrentes al EPAM. El cuestionamiento central fue que el edificio reciclado de la ex usina no era el adecuado para gente de la tercera edad; y que hasta el emplazamiento, sobre el puente de la avenida Sarmiento, dificultaba el acceso, tanto por los impedimentos urbanísticos como por la falta de medios de transporte. Desde entonces se sucedieron numerosas protestas, muchas de las cuales aparecieron expresadas en nuestra sección de Carta de Lectores.

Las autoridades universitarias responsables del EPAM - el rector Alberto Cerisola y el secretario de Extensión, Mario Leal- relativizaron en su momento la representatividad de los que protestaban. Sin embargo, lo que no está en duda es que una parte importante de la comunidad tucumana se ha apropiado del EPAM en estos casi treinta años. Y que se siente con derecho de que le rindan cuentas sobre lo que considera le pertenece como bien público y cultural.

En esta misma página, una lectora increpa a los funcionarios mencionados, y puntualiza sobre el impacto negativo que tuvo para mucha gente la mudanza al edificio de la avenida Sarmiento. Y no sólo eso: en una carta publicada el pasado lunes, una lectora se aparta de la cuestión edilicia, y pide explicaciones sobre el destino de los fondos acumulados por las cuotas que se pagan por los talleres; y alerta sobre rumores de cierre del EPAM, por la baja en la concurrencia, desde que concretó el polémico traslado: versiones indican que apenas concurren 250 alumnos sobre los 1.400 inscriptos.

Nos parece que las autoridades de la UNT, de cara a las actividades del Centenario, deberían no sólo ratificar la permanencia del EPAM sino, más aún, acercar propuestas superadoras del malestar que cunde entre quienes sienten como propio ese organismo señero. Con seguridad, eso es lo que hubiera querido para nuestros "viejos o en camino a serlo", Juan B. Terán, el visionario que en 1914 creó la que con el tiempo sería la Universidad Nacional de Tucumán.

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