Hace 30 años se recuperaba el primer centro de estudiantes en la UNT: el de Filosofía y Letras

El 24 y el 25 de agosto de 1983, dos meses antes del triunfo de Raúl Alfonsín, el Movimiento Humanista obtuvo la presidencia del Cuefyl. Militantes de distintas fuerzas que participaron de aquellos comicios recordaron con LA GACETA cómo fueron esos días. La calidad de las discusiones, el compromiso y el orgullo

OCHENTISTAS. De izquierda a derecha: Soto, Hillen, Fernández Murga, Abdala (de pie); Beltrán y Hynes (sentados). LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARAOZ OCHENTISTAS. De izquierda a derecha: Soto, Hillen, Fernández Murga, Abdala (de pie); Beltrán y Hynes (sentados). LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARAOZ
25 Agosto 2013
La dictadura yacía herida de muerte. Poco más de un año antes había claudicado en Malvinas; y desde entonces se había acelerado su derrumbe. En paralelo, se envalentonaban los sectores que pugnaban por el retorno de la democracia. Uno de esos espacios era el movimiento estudiantil, que en diversas universidades del país comenzaba a despertar de su último mal sueño, que había durado siete años. El Centro Único de Estudiantes de Filosofía y Letras (Cuefyl) se transformó en el primer gremio recuperado por los alumnos en el ámbito de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). Aquellos comicios se desarrollaron el 24 y el 25 de agosto de 1983: hace 30 años.

Por estrecho margen se impuso el Movimiento Humanista (MH), con 273 votos. Detrás terminaron Franja Morada (FM), con 230; un frente entre la Agrupación Universitaria Nacional (AUN) y el Movimiento Peronista Universitario (MPU), con 139; otro que incluía a la Juventud Universitaria Intransigente (JUI), con 45, y la Lista Unitaria por la Autonomía (LUA), con 15. En esos militantes la adrenalina por la parición del nuevo Cuefyl convivía con el miedo a las botas; pero no acataron el no te metás.

LA GACETA citó a referentes de las fuerzas que participaron en esa elección. Tres no estaban en Tucumán: Agustín Torrente (candidato a presidente por LUA) vive en Catamarca; Alejandro Auat (del MH, presidente del primer Cuefyl posdictadura) reside en Santiago del Estero y Pedro Arturo Gómez (MH) estaba dictando un curso de posgrado en esa provincia. Sus reflexiones, tomadas por teléfono, pueden leerse en sendos apartados.

Quienes sí se llegaron fueron Catalina Hynes (MH, secretaria general de aquel centro), Patricia Fernández Murga (FM, secretaria de actas), Mirta Hillen (AUN, secretaria gremial), Carlos Alfredo Soto (MPU, secretario de extensión universitaria) Carolina Abdala (JUI, secretaria de planes de estudios) y Bernardo Beltrán (MH), que se sumó al Cuefyl al año siguiente.

¿Cómo vivieron aquel proceso electoral? "Como aún estábamos en la dictadura, con derechos y garantías constitucionales suspendidos, teníamos una avidez por participar; las asambleas llenaban el salón de actos de bote a bote. Se veía bastante compañerismo entre las agrupaciones, porque teníamos un enemigo común: la dictadura", recordó Hynes, que hoy milita en el Partido Obrero. Añadió que en los meses previos a los comicios se realizaban reuniones de las que salió una coordinadora estudiantil: "fue todo un proceso hasta lograr que nos permitan hacer las elecciones". Hillen -actualmente se dedica a la docencia- precisó que los movimientos habían comenzado a poco del fin de la guerra de Malvinas. "En octubre del 82 se dieron panfleteadas; se discutía temas de la UNT. Eran los movimientos previos a la formación de agrupaciones", dijo. Y destacó que algunas palabras eran "cucos". "Era muy frecuente que te dijeran zurdo, todo el tiempo; y era muy difícil plantearle al otro: 'si estás diciendo zurdo, ¿dónde te colocás vos'? Todo era ebullición, había mucho miedo porque eran los primeros movimientos", puntualizó.

Abdala -actual docente en la facultad en la que militó- reconoció que se sentía mucha avidez; pero fue más allá: "a la vez sentíamos emoción y mucha alegría por recuperar algo; lo sentíamos como una conquista: volver a la democracia". Aún hoy se le enciende el rostro de orgullo cuando recuerda aquella época. "Me enorgullecía ser parte de la recuperación de esa democracia. Antes de la dictadura éramos muy chicos; la vuelta de la democracia nos encontró en la UNT. Esa experiencia fue muy valiosa: haber contribuido a recuperar la democracia", dijo.

Fernández Murga dirige el museo de la Casa Histórica. A su criterio, quienes militaron en aquella época continúan haciéndolo de por vida: ella se reivindica militante de la Red de Museos. "El compromiso de ese momento nos marcó mucho. La nuestra es generación de Malvinas: chicos de nuestra edad murieron allá", dijo. Según añadió, durante esos días eran conscientes de lo que estaban viviendo: "pasaron 30 años, y uno reformula los recuerdos; pero tengo la sensación de que en ese momento sabíamos que lo que estaba pasando era importante, habíamos vivido la guerra y la muerte de pares".

Desde el peronismo, Soto vivió ese proceso como la revancha de la derrota propinada a la "Juventud Maravillosa". "Para esta generación significó una carga muy pesada, porque detrás estaba toda la sangre derramada por jóvenes que luchaban por una sociedad más justa. Éramos la herencia de algo, y eso implicaba una gran responsabilidad. Veníamos de una batalla perdida; y nosotros éramos el fruto de esa cosa nueva", dijo.

Beltrán remarcó -y todos acordaron- la calidad de debates ideológico-políticos que se daban entre los militantes. "Para hacer un comunicado de prensa del Cuefyl discutíamos dos horas, palabra por palabra. Y opinábamos de todo. Discutíamos las decisiones del Gobierno, y distintas agrupaciones llenábamos tres o cuatro cuadras en movilizaciones contra del pago de la deuda externa", recordó.

Comentarios