Por Federico Diego van Mameren
25 Agosto 2013
Los músicos de José se ponen colorados
El gobernador llega de viaje con la mira en octubre, y también en 2015. Amaya parece fortalecido después de las PASO. Alperovich, seguramente, lo va a necesitar más cerca. La apuesta por los nuevos nombres pone incómodo a los viejos del PJ. El radical Cano festeja pero también recibió advertencias
¿Cuántos abrazos trae Alperovich en la valija? Seguramente, muchos. Hay uno clave: el que le dará a Domingo Amaya.
Faltan muy pocos días para el 27 de octubre. El equipo que armó no es el mejor para entrar a la cancha y no hay buen clima para la práctica deportiva, podría haber dicho Osvaldo Caffarelli en una transmisión radial.
No hay mucho tiempo. Los otros abrazos alcanzarán a los demás intendentes. Las urnas dicen que en la periferia al peronismo -vestido de Frente para la Victoria- le fue bien en los departamentos pero no en los municipios. A mayor conglomerado urbano, menor cantidad de votos.
Domingo Amaya recibe los abrazos sin ponerse más colorado. Sin embargo sabe que después de las elecciones: ¡Agarrate, Catalina!
El intendente de Capital se ha convertido en una pieza necesaria para el alperovichismo. No confían en él, pero hasta los comicios que vienen tendrán que trabajar codo a codo. Amaya no ha sabido construir políticamente durante el último lustro. Ha confiado en el armado territorial de Germán Alfaro, en los mimos nacionales y en su imagen. No alcanza para hacerle frente al alperovichismo. La estrategia, tal vez, debió haber sido salir a escena juntos y no convertir en ring cada escenario. Si a esa relación le sumaban la creación de equipos y de otras figuras políticas, otra sería la fortaleza del lord mayor. Ya es tarde. Sin embargo, y por lo menos hasta octubre Alperovich y Amaya son como Woody y Buzz Lightyear, los personajes de Toy Story, que pueden protagonizar individualmente la película, pero si están juntos, mejor.
Príncipes y carcamanes
Antes de los comicios, en la terraza de uno de los edificios céntricos varios políticos capitalinos se subieron a la cima y desde allí tocaron su música. Las canciones eran todas contra el amayismo y la ilusión era que el poder que acuña el colorado intendente se destiñera lo más posible: "Tenemos que desplazar al amayismo de la Capital", fue el tema preferido que oyeron cantar los vecinos. Los curiosos que asomaron a ver quiénes desentonaban vieron a Marcelo Caponio, a Carolina Vargas Aignasse, a Ramón Santiago Cano y a Guillermo Gassenbauer, quien además forma parte del grupo de los príncipes alperovichistas a quienes los carcamanes pejotistas se la tienen jurada.
Alperovich no había cumplido ni dos años de su primera gestión y ya hablaba de la renovación generacional en el peronismo tucumano. Lentamente lo fue haciendo y fue dejando a un costado a los viejos caciques. Les mantuvo cargos o roles, pero la interlocución con el gobernador fue quedando en manos de los príncipes. En su momento Gassenbauer hijo, Marcelo Ditinis, y últimamente el flamante secretario general de la Gobernación Oscar Bercovich. La renovación se fue consolidando, pero en estos momentos críticos donde se notan las diferencias, donde los grupos se distinguen claramente y se empiezan a escuchar cuestionamientos al líder, queda claro que Alperovich no amalgamó una fuerza.
"El peronista tiene una versatilidad que no la tiene nadie. Olfatea el poder y hacia allí va. Tucumán vive hoy momentos de dudas y falla el olfato", fue la explicación dada por un joven peronista que hablaba como si fuera uno de los veteranos.
Un botón contradictor
Las dudas transmiten mensajes tan poco claros que confunden a los propios protagonistas. Hasta no hace mucho tiempo, la senadora Beatriz Rojkés de Alperovich no daba un paso sin la compañía de Gerónimo Vargas Aignasse. A quien se cruzase ante ellos, la primera dama presentaba al entonces diputado y actual legislador como el futuro intendente de Tucumán. Hoy es el archienemigo de la Casa de Gobierno y es la mosca en la sopa de la seguridad tucumana. Le puso 2.800 botones antipánicos al "sijosesismo", que sigue interpretando que uno de los problemas de la inseguridad es la prensa. Al mismo tiempo Vargas Aignasse concluye que es Cristina la responsable de un PASO en falso dado por el alperovichismo en Tucumán. Y, mientras es uno de los que mejor salió parado después de los comicios del 11 de agosto, no tuvo ningún empacho de nombrar como asesor suyo en la comisión especial para la reforma procesal penal local a Carlos López, nada menos que al hombre que investigó a los Alperovich y al que Alperovich le impidió seis veces convertirse en magistrado. Este monumento a la contradicción en la que se ha convertido Vargas Aignasse levanta puentes para dialogar con quien fuere, pero si está fuera del amayismo y de los príncipes, mejor. Ahí asoma la cabeza hasta el ex vicegobernador Fernando Juri. En medio de tantas idas y vueltas está claro que el futuro político de este legislador es inversamente proporcional al "sijosesismo".
Todos los grupos que empiezan a diferenciarse miran con atención a los mellizos Orellana. La construcción de poder que han hecho desde Famaillá hacia el norte y sur de la ruta 38 la envidian -y necesitan- más de uno.
El pacto de la discordia
Una de las señales de descomposición es que en los últimos tiempos se ha empezado a analizar -nadie da palabras definitivas- si tiene sentido o no -si hace falta o no- el Pacto Social. Este fue un invento de Alperovich que le servía para controlar y subordinar a los intendentes. Consiste centralmente en que todos los fondos de coparticipación que ingresan para el municipio los maneja la Casa de Gobierno, pero al mismo tiempo los sueldos se pagan desde 25 de Mayo y San Martín, así en Lules como en Alberdi o en la Capital. El pacto implica además que los nombramientos los sigan de cerca en el Poder Ejecutivo, y de autonomía no hablemos. El sólo hecho de que se empiece a analizar esa posibilidad está describiendo la necesidad de que algunos intendentes se saquen la soga -y la fidelidad- alperovichista del cuello. Y esa libertad para moverse lleva intrínseca la necesidad de que la política pase por sus manos y no por las de Alperovich. De nuevo, los intendentes que hacen sumas y restas para ver si les conviene independizarse sueñan que la primera piedra la tiren los Orellana.
Alperovich no sólo va a tener que ordenar la tropa para octubre, también para los meses subsiguientes. De lo contrario, su llegada a 2015 será tortuosa.
La red del pescador
Treinta y cinco mil votos. Esa cifra es lo único que por ahora une a Alperovich con José Cano, el pescador radical que tira la red a lo ancho y largo de la provincia. Cualquier sufragio viene bien. El Frente para la Victoria obtuvo en las PASO 391.0001 votos. En tanto, el Acuerdo Cívico y Social reunió 230.569. Si a esta cifra se le suman 35.000 boletas la distribución de bancas en lugar de ser 3 a 1 a favor del oficialismo será 2 a 2. Cano hasta ahora no ha desarrollado propuesta. Su campaña se ha centrado en decir en basta y asimilar al alperovichismo con la corrupción. Eso tal vez le alcance para una elección legislativa pero no para la construcción de un programa de acción con vistas a 2015, que es el objetivo final del radical. Por eso la ancha red de Cano pesca lo que venga. Está obstinado en conseguir en toda la provincia referentes que le acerquen compromiso y votos, algo que no tiene a mano en la geografía radical. Cano llega con viento a favor al 27 de octubre, al igual que su archirrival, el día después es un camino espinoso aún siendo exitoso. Cano no puede andar revoleando la matraca. El alperovichismo sacó menos votos de los esperados y Cano más. Pero el radical obtuvo más votos de un sector independiente inesperado que de sectores de derecha e izquierda, que avalaron a otros dirigentes. También es una advertencia a la que no le puede ser indiferente.
Los días que vienen serán muy complicados para los dos principales referentes. ¿Cuántos abrazos caben en una valija? Todos sabemos que ninguno.
Faltan muy pocos días para el 27 de octubre. El equipo que armó no es el mejor para entrar a la cancha y no hay buen clima para la práctica deportiva, podría haber dicho Osvaldo Caffarelli en una transmisión radial.
No hay mucho tiempo. Los otros abrazos alcanzarán a los demás intendentes. Las urnas dicen que en la periferia al peronismo -vestido de Frente para la Victoria- le fue bien en los departamentos pero no en los municipios. A mayor conglomerado urbano, menor cantidad de votos.
Domingo Amaya recibe los abrazos sin ponerse más colorado. Sin embargo sabe que después de las elecciones: ¡Agarrate, Catalina!
El intendente de Capital se ha convertido en una pieza necesaria para el alperovichismo. No confían en él, pero hasta los comicios que vienen tendrán que trabajar codo a codo. Amaya no ha sabido construir políticamente durante el último lustro. Ha confiado en el armado territorial de Germán Alfaro, en los mimos nacionales y en su imagen. No alcanza para hacerle frente al alperovichismo. La estrategia, tal vez, debió haber sido salir a escena juntos y no convertir en ring cada escenario. Si a esa relación le sumaban la creación de equipos y de otras figuras políticas, otra sería la fortaleza del lord mayor. Ya es tarde. Sin embargo, y por lo menos hasta octubre Alperovich y Amaya son como Woody y Buzz Lightyear, los personajes de Toy Story, que pueden protagonizar individualmente la película, pero si están juntos, mejor.
Príncipes y carcamanes
Antes de los comicios, en la terraza de uno de los edificios céntricos varios políticos capitalinos se subieron a la cima y desde allí tocaron su música. Las canciones eran todas contra el amayismo y la ilusión era que el poder que acuña el colorado intendente se destiñera lo más posible: "Tenemos que desplazar al amayismo de la Capital", fue el tema preferido que oyeron cantar los vecinos. Los curiosos que asomaron a ver quiénes desentonaban vieron a Marcelo Caponio, a Carolina Vargas Aignasse, a Ramón Santiago Cano y a Guillermo Gassenbauer, quien además forma parte del grupo de los príncipes alperovichistas a quienes los carcamanes pejotistas se la tienen jurada.
Alperovich no había cumplido ni dos años de su primera gestión y ya hablaba de la renovación generacional en el peronismo tucumano. Lentamente lo fue haciendo y fue dejando a un costado a los viejos caciques. Les mantuvo cargos o roles, pero la interlocución con el gobernador fue quedando en manos de los príncipes. En su momento Gassenbauer hijo, Marcelo Ditinis, y últimamente el flamante secretario general de la Gobernación Oscar Bercovich. La renovación se fue consolidando, pero en estos momentos críticos donde se notan las diferencias, donde los grupos se distinguen claramente y se empiezan a escuchar cuestionamientos al líder, queda claro que Alperovich no amalgamó una fuerza.
"El peronista tiene una versatilidad que no la tiene nadie. Olfatea el poder y hacia allí va. Tucumán vive hoy momentos de dudas y falla el olfato", fue la explicación dada por un joven peronista que hablaba como si fuera uno de los veteranos.
Un botón contradictor
Las dudas transmiten mensajes tan poco claros que confunden a los propios protagonistas. Hasta no hace mucho tiempo, la senadora Beatriz Rojkés de Alperovich no daba un paso sin la compañía de Gerónimo Vargas Aignasse. A quien se cruzase ante ellos, la primera dama presentaba al entonces diputado y actual legislador como el futuro intendente de Tucumán. Hoy es el archienemigo de la Casa de Gobierno y es la mosca en la sopa de la seguridad tucumana. Le puso 2.800 botones antipánicos al "sijosesismo", que sigue interpretando que uno de los problemas de la inseguridad es la prensa. Al mismo tiempo Vargas Aignasse concluye que es Cristina la responsable de un PASO en falso dado por el alperovichismo en Tucumán. Y, mientras es uno de los que mejor salió parado después de los comicios del 11 de agosto, no tuvo ningún empacho de nombrar como asesor suyo en la comisión especial para la reforma procesal penal local a Carlos López, nada menos que al hombre que investigó a los Alperovich y al que Alperovich le impidió seis veces convertirse en magistrado. Este monumento a la contradicción en la que se ha convertido Vargas Aignasse levanta puentes para dialogar con quien fuere, pero si está fuera del amayismo y de los príncipes, mejor. Ahí asoma la cabeza hasta el ex vicegobernador Fernando Juri. En medio de tantas idas y vueltas está claro que el futuro político de este legislador es inversamente proporcional al "sijosesismo".
Todos los grupos que empiezan a diferenciarse miran con atención a los mellizos Orellana. La construcción de poder que han hecho desde Famaillá hacia el norte y sur de la ruta 38 la envidian -y necesitan- más de uno.
El pacto de la discordia
Una de las señales de descomposición es que en los últimos tiempos se ha empezado a analizar -nadie da palabras definitivas- si tiene sentido o no -si hace falta o no- el Pacto Social. Este fue un invento de Alperovich que le servía para controlar y subordinar a los intendentes. Consiste centralmente en que todos los fondos de coparticipación que ingresan para el municipio los maneja la Casa de Gobierno, pero al mismo tiempo los sueldos se pagan desde 25 de Mayo y San Martín, así en Lules como en Alberdi o en la Capital. El pacto implica además que los nombramientos los sigan de cerca en el Poder Ejecutivo, y de autonomía no hablemos. El sólo hecho de que se empiece a analizar esa posibilidad está describiendo la necesidad de que algunos intendentes se saquen la soga -y la fidelidad- alperovichista del cuello. Y esa libertad para moverse lleva intrínseca la necesidad de que la política pase por sus manos y no por las de Alperovich. De nuevo, los intendentes que hacen sumas y restas para ver si les conviene independizarse sueñan que la primera piedra la tiren los Orellana.
Alperovich no sólo va a tener que ordenar la tropa para octubre, también para los meses subsiguientes. De lo contrario, su llegada a 2015 será tortuosa.
La red del pescador
Treinta y cinco mil votos. Esa cifra es lo único que por ahora une a Alperovich con José Cano, el pescador radical que tira la red a lo ancho y largo de la provincia. Cualquier sufragio viene bien. El Frente para la Victoria obtuvo en las PASO 391.0001 votos. En tanto, el Acuerdo Cívico y Social reunió 230.569. Si a esta cifra se le suman 35.000 boletas la distribución de bancas en lugar de ser 3 a 1 a favor del oficialismo será 2 a 2. Cano hasta ahora no ha desarrollado propuesta. Su campaña se ha centrado en decir en basta y asimilar al alperovichismo con la corrupción. Eso tal vez le alcance para una elección legislativa pero no para la construcción de un programa de acción con vistas a 2015, que es el objetivo final del radical. Por eso la ancha red de Cano pesca lo que venga. Está obstinado en conseguir en toda la provincia referentes que le acerquen compromiso y votos, algo que no tiene a mano en la geografía radical. Cano llega con viento a favor al 27 de octubre, al igual que su archirrival, el día después es un camino espinoso aún siendo exitoso. Cano no puede andar revoleando la matraca. El alperovichismo sacó menos votos de los esperados y Cano más. Pero el radical obtuvo más votos de un sector independiente inesperado que de sectores de derecha e izquierda, que avalaron a otros dirigentes. También es una advertencia a la que no le puede ser indiferente.
Los días que vienen serán muy complicados para los dos principales referentes. ¿Cuántos abrazos caben en una valija? Todos sabemos que ninguno.