"Por favor, dejá ese teléfono, estamos conversando"

"Phubbing" es el nombre que recibe la molesta acción de usar el celular en presencia de otras personas. Un "desaire". Campañas en contra.

LA SECUENCIA DEL CHEQUEO. Priscila Guntern, Esteban Avilés, Andrés Cuenya y Antonella D'urso no son tan fanáticos del celular, pero de vez en cuando pueden interrumpir la charla para chequear Whatsapp, Facebook y Twitter. En ese orden. LA GACETA / FOTOS DE FRANCO VERA LA SECUENCIA DEL CHEQUEO. Priscila Guntern, Esteban Avilés, Andrés Cuenya y Antonella D'urso no son tan fanáticos del celular, pero de vez en cuando pueden interrumpir la charla para chequear Whatsapp, Facebook y Twitter. En ese orden. LA GACETA / FOTOS DE FRANCO VERA
01 Septiembre 2013

"Como hurgarse la nariz en público". Con esta desagradable maniobra compara el psicólogo Arturo Gómez López la acción de estar mandando mensajes de texto o navegando por internet en el celular mientras estamos con otras personas. Es un hábito que ya está entre nosotros hace rato y que, sin embargo, todavía no ha entrado en los manuales de buenas costumbres... como un ejemplo de lo que no se debe hacer durante una reunión social.

Pero esta acción de zambullirse en el teléfono móvil en presencia de otras personas ya tiene nombre. Le llaman "phubbing" (se pronuncia "fabing"), un verbo nuevo que surge de la unión de las palabras inglesas phone (teléfono) y snubbing (menospreciar, desairar). Atención a esta palabra, porque a partir de ahora la vas escuchar muy seguido.

LA GACETA hizo un recorrido por algunos bares durante la noche del jueves. De todos los consultados, ninguno conocía el término. Pero sí la acción, cuya descripción no puede sino causarles risas equivalentes a un mea culpa. "Sí, creo que todos lo hacemos, en mayor o menor medida. Por supuesto que no está bueno y sí me ha tocado tener que decirle a alguien 'che, por favor, dejá ese teléfono, estamos conversando'. Por lo general, pasa con amigos que se cuelgan chateando con la novia", contó Andrés Cuenya, un joven de 24 años estudiante de Ingeniería Industrial.

Aprovechando el impulso, su novia, Antonella D'Urso (23) se animó a solapar un reclamo: "algunos ya ni te tocan el timbre, direntamente te mandan un mensaje de WhatsApp para que vayás a abrirle la puerta". Andrés se limitó a responder con su mejor cara de póker.

Paradoja tecno

Gómez López opina que lo más preocupante de este comportamiento es que se ha naturalizado rápidamente, sin que haya recibido una calificación social clara. "Es necesario que se establezca una regla y también una penalidad. Por ejemplo, que un padre le diga a un hijo que se levante de la mesa si es que está chateando durante la comida. Pero esto no pasa, y el problema con el uso excesivo del celular está casi siempre presente en la consulta", afirma el especialista.

Precisamente con el objetivo de hacer entrar al phubbing dentro de las faltas de cortesía es que se creó una página web (ver "Un joven de 23...") que advierte que la comunicación cara a cara está perdiendo cada vez más terreno en manos de la máquina que nos promete manetenernos siempre conectados. "Esa es una fantasía, una paradoja tragicómica: nos sentimos cada vez más comunicados, pero a través de una máquina, y sin embargo estamos desconectados de quien tenemos al lado. Termina siendo una barrera", señala.

"Me toca hablar a mí"

Hay excepciones que confirman la regla. Todavía hay quienes ven al teléfono celular como un medio de comunicación en el sentido más taxativo de la palabra, y no como un apéndice de su vida social. "Mirá, tengo tres mensajes no leídos en el buzón de entrada. Estoy segura de que no es nada serio, porque si así fuera ya me hubieran llamado. Estoy con mis amigas y hace un mes que no nos vemos, ni me interesa leerlos", dice Lucía Juez Pérez (32) y muestra su nada pretencioso celular apoyado en la mesa. "Entre nosotras no nos tenemos que decir dejá el celular. Nos tenemos que decir callate que me toca hablar a mí", concluyó su amiga Jimena Zacchino (34).

"Olvidé mi celular"

Un video en youtube muestra el fenómeno del phubbing de la forma más cruda.

Ella se despierta y lo primero que hace su novio es chequear el celular. Ella se va a la playa a disfrutar del sol y por detrás suyo la gente habla por teléfono y una pareja se besa mientras se saca una foto... con el teléfono. Ella va a almorzar con amigos y se esfuerza por contar anéctodas, pero todos están enchufados en sus pantallas, comparten contenidos, pero no la escuchan. El video se llama "I forgot my phone" ("Olvidé mi celular"), se publicó en YouTube el jueves de la semana pasada y ya ha superado las 15 millones de reproducciones. Es un crudo reflejo de la realidad que vivimos, a través de la cual su autora pretende crear conciencia acerca de que existe la vida más allá del celular. El video llega a su punto más álgido de una forma casi cruel, pero no por eso menos real: durante el cumpleaños de su protagonista, en el momento de soplar la velita, ninguno de sus amigos la está mirando con sus ojos. La están filmando.

Todavía no hay consultas por "tecnoadicción"

La dependencia del celular puede compararse tranquilamente con otras adicciones como a las drogas o al juego. Sin embargo, hay que ser cautelosos al momento de calificar a alguien como "adicto". "Existe una escala a la que hay que prestar atención antes de diagnosticar una adicción. Hablamos de uso, abuso y después dependencia o adicción. Entran muchas cosas en juego, como por ejemplo ver si esa acción lo está llevando a tener problemas con la familia, los amigos, el trabajo, o si está gastando más dinero de lo que debería", detalla Ramiro Hernández, médico experto en adicciones sociales. 

El profesional afirma que todavía no se recibieron consultas vinculadas al celular en la fundación Volver, donde trabaja en la recuperación de adictos. "La mayoría de las consultas siguen siendo por ludopatía (adicción al juego). Al igual que en esta, hay que tener en claro que la solución no está en cerrar los casinos o, en este caso, eliminar los celulares, sino en aprender a hacer un buen uso de ellos", comparó.

Whatsapp en familia

Un grupo para los amigos, otro para la familia y algunos "irreproducibles".

Esteban Avilés, de 24 años, no sabe lo que es escribir de puño y letra una nota para su familia. Los seis integrantes tienen smartphone y se comunican a través de un grupo de WhatsApp, el popular mensajero gratuito. "Che, salí. Nos vemos más tarde" o "Qué hay de comer, tengo hambre", son mensajes típicos que reciben madre, padre y hermanos al mismo tiempo. Su novia, Priscila Guntern, aglutina a sus primos en un grupo. "Más de una vez nos hemos estados mensajeando en el grupo durante un asado, incluso cuando estábamos todos en la misma mesa", confiesa la joven.

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