Vivir sin agua

En el barrio Horco Molle, al oeste de la ciudad, los grifos se han secado. Desde hace meses, algunos vecinos tienen agua sólo de 1 a 8 de la mañana. Se levantan a las tres para cargar el lavarropas. Se cepillan los dientes con soda. Amontonan bidones como si se estuviesen preparando para una catástrofe. Y le tienen miedo al verano.

RESERVA. María Julia, empleada de los García, carga dos bidones llenos de agua. Las horas de gracia son entre la 1 y las 8 de la mañana. RESERVA. María Julia, empleada de los García, carga dos bidones llenos de agua. Las horas "de gracia" son entre la 1 y las 8 de la mañana.

Después de llegar de un casamiento, a las 6 de la mañana, Facundo García, un locutor de 26 años que vive con su familia en el barrio Horco Molle, cerca del cerro, se dirigió a la cocina. Fue el sábado 24 de agosto. Tal como ocurre siempre desde hace unos meses, abrió un grifo y se puso a llenar 15 botellas. Cuando acabó, se metió en el baño y se duchó. El agua estaba tibia. Afuera, Yerba Buena parecía una ciudad fantasma. A esa hora, la temperatura llegaba a 2°. Y en los jardines, los árboles extendían sus ramazones peladas por el invierno.

Luego de su baño, Facundo juntó agua otra vez, y dejó dos baldes al costado del inodoro, por las dudas. En su casa, como en las otras 96 del vecindario, el líquido que traen las cañerías suele agotarse a las 8 de la mañana, y no vuelve hasta la madrugada siguiente, alrededor de la 1.

Pasado el mediodía, Facundo almorzó junto a los cuatro hermanos y a los padres. Pese a que eran siete comensales, en la mesa sólo se habían colocado cuatro vasos, para economizar. Y en ciertas ocasiones comparten también hasta los platos. La falta de agua les ha cambiado la vida. Tuvieron que acostumbrarse a acumular bidones. En el piso del patio todavía se observa la marca de la pileta de goma, que este año dejaron armada hasta mayo para sacar agua de ahí. Y María Julia, la empleada, baldea los pisos sólo una vez a la semana.

Ese sábado, Claudia Leiva, una vecina suya, se cepilló los dientes con soda. Lo mismo hicieron el marido, los tres hijos y una tía. No se atrevió a abrir una botella de agua mineral porque tenía invitados para el té, y prefirió guardarla. A la noche, cuando se fue a dormir, puso el despertador a las 3, puesto que es la hora en la que sale más agua y aprovecha para cargar el lavarropas.

- A veces, no se llena la mochila del inodoro. Si los chicos quieren ir al baño, los meto en el auto y salgo disparando hacia lo de mi mamá.

También en la casa de María, situada en otra de las seis manzanas del vecindario, se han acostumbrado a vivir de noche. En una oportunidad, baldeó la vereda y quitó la tierra del cordón antes de que amaneciera y los grifos se secaran. María no se atrevió a proporcionar su apellido porque no paga la boleta del agua: se hartó de que en su casa el líquido corra siete de las 24 horas del día.

Al dirigirse a su trabajo esa mañana, Patricia Fernández, otra habitante de la barriada, saludó a un hombre que estaba parado desde las 8 regando la hierba. Ahí donde unos amontonan bidones, se lavan los dientes con soda y la lavadora anda de noche, otros riegan el jardín. Cuando la mujer le habló de la necesidad de economizar, se encogió de hombros.

-Las plantas también están secas -replicó.

Según los cálculos de la vecina Claudia Giffonielo, el barrio tiene unos 50 años, y desde sus comienzos hubo problemas. Pero en los últimos años esas fallas se agravaron. Nunca antes había visto pasar los camiones cisterna en pleno invierno, como ha ocurrido esta vez.

Para Ramón Morales, uno de los primeros pobladores de la zona, la culpa tiene nombre, y se llama construcción. El opina que las cañerías que corren por debajo de la tierra y los pozos de captación fueron pensados cuando esta zona era un confín de la ciudad, con cañas bravas y uno que otro caserío. Ahora que las cosas han cambiado, esos cañitos no dan abasto.

Los unos y los otros

A unas cuadras de ahí, en cambio, otros ciudadanos se quejan de llenos. En las calles donde viven, el agua potable corre como si se tratara de ríos de montaña, hasta con correntada. Fernanda Gutiérrez, por ejemplo, atiende desde hace 10 años una verdulería localizada en la calle Salas y Valdés al 100. Dice que no hubo más dos días seguidos en que la arteria estuviera seca. Que siempre corre agua por la acera norte; aunque no sabe de dónde viene. Y que la otra vez se cayó una señora. Violeta Pala, que fue a la verdulería en busca de brócoli, interrumpió a la vendedora para decir que, cuando debe cruzar, tiembla. Razones, le sobran. Porque al suelo resbaladizo debe sumarle sus 96 años.

- Ya se va a hacer viejito el intendente y va entender lo que le pasa a la gente grande. Analía Alegre es mamá de un nene de tres años al que no deja salir a jugar a la puerta, porque, si no, vuelve mojado. Jimena Bustos, que trabaja en una peluquería de Perú y Juan B. Terán, se puso esa mañana unas zapatillas de lona blanca, y tuvo que rodear toda la cuadra para entrar al local sin mojárselas.

Mientras todos ellos piden que les sequen las calles donde viven, Facundo sigue juntando agua en bidones.

La SAT dice que se excavarán tres nuevos pozos  

Hay vecindarios con problemas de provisión de agua. Los pozos bajaron sus rendimientos a causa de la sequía. Y en unos días comenzarán a cavar en busca de más agua para Yerba Buena. Palabras más, palabras menos, eso fue lo que el gerente de Planificación e Infraestructura de la Sociedad Aguas del Tucumán (SAT), Sergio López, contestó cuando se le consultó sobre los ciudadanos que se cepillan los dientes con soda y las amas de casa que ponen el despertador a las tres de la mañana para programar su lavarropas.

- Hace unas semanas, vecinos de varios barrios estuvieron sin agua. Algunos de ellos continúan con los cortes. ¿Qué está pasando?

- Los problemas de provisión afectan a los barrios Horco Molle, Telefónico, Batalla de Tucumán y en los alrededores del parque Percy Hill. En esas zonas, los pozos bajaron sus rendimientos, pese a que se realizaron trabajos de repotenciación de los mismos. Pero los niveles siguen bajos, a causa de la prolongada sequía que sufre la provincia. Al no haber lluvias, las napas no se recargan. Las áreas afectadas tienen baja presión durante el día, y mejor por la noche.

- ¿De dónde y cómo se abastece de agua a Yerba Buena?

- El abastecimiento de Yerba Buena es a través de un sistema mixto de producción de pozos profundos y de tomas superficiales localizadas en la sierra de San Javier. Las perforaciones están distribuidas en la periferia del casco central, y son las encargadas de dar suministro a las regiones sureste, noreste y noroeste. La parte suroeste se alimenta de tomas superficiales, a través del centro de distribución ubicado en Lomas de Imbaud. - ¿Habrá inconvenientes en el verano? - Estimamos que sí, porque se pronostican altas temperaturas debido al cambio climático.

- ¿Se están realizando inversiones en infraestructura? ¿Qué debería hacerse?

- Antes de este panorama de baja producción, la SAT ya había comenzado con las tareas en los pozos. Se los repontenció. Y se planificó la construcción de dos nuevas perforaciones en las zonas con déficit de producción. Una de estas estará en la esquina de Brasil y Bascary, y la otra en el parque Percy Hill. El Municipio se comprometió a reforzar la zona del barrio Horco Molle, con la construcción de un tercer pozo en una escuela pública ubicada en Las Higueritas y Saavedra Lamas. Los trabajos de perforación están previstos para la primera quincena de este mes.

-En contraste con la falta de agua en las viviendas, hay calles que se han convertido en ríos, en ríos eternos. La calle Perú, en su intersección con Juan B. Terán, ha estado mojada todos los días en los últimos dos años, al menos. La calle Salas y Valdés es otro río. Desde hace meses, el agua corre sin control. Y esta situación se repite en otros lugares. 

- Hace un tiempo hemos comenzado con los trabajos de reparación de las fugas de agua. Las tareas están a cargo del Municipio de Yerba Buena y del personal de la SAT.

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"Hay que actualizar las instalaciones sanitarias"

Sus bigotes oscuros contrastan con su pelo cano. José Domián le da un sorbo al primero de los dos cafés que tomará durante la charla. Luego le pide al mozo que retire la vajilla de la mesa y despliega un plano de la ciudad de Yerba Buena, hecho a mano. Con felpa roja ha dibujado unos tanques de agua, en el límite norte del municipio, atrás de la avenida Perón. Cuenta en voz alta: uno, dos, tres, cuatro y cinco.

- En materia de ingeniería sanitaria hay que hacer al menos cinco depósitos más -dice el ingeniero. Pero con eso sólo no alcanza. También se tienen que ampliar los diámetros de los caños que distribuyen agua en las casas, cavar más pozos y colocar nuevas bombas -explica-. Domián ha sido director de la ex Dirección Provincial de Obras Sanitarias, conocida como Dipos, y concejal. Actualmente, tiene a su cargo las cátedras de Hidráulica I e Hidráulica II de la carrera de Ingeniería Civil de la Universidad Nacional de Tucumán, y ha sido contratado por los gobiernos de Santiago del Estero y de Catamarca para desarrollar obras sanitarias en esas provincias.

Explica que el agua con la que se abastece a la ciudad proviene, básicamente, de unos 30 pozos. En un tiempo, estas perforaciones bombeaban líquido hacia unos tanques; uno de estos, por ejemplo, está situado en la esquina de las calles Brasil y Bascary. Pero -según él- ahora elevan el agua directamente a las cañerías (por eso hay demasiadas pérdidas en las calles -relaciona-). Además, en las adyancencias de Lomas Imbaud, en la Reserva Experimental de Horco Molle, funciona una cisterna, donde se encuentran las reservas. Esa es toda la infraestructura hídrica, en palabras de Domián, de Yerba Buena. Y resulta insuficiente, también en palabras suyas.

- Lo que está pasando aquí, al igual que en toda la provincia, es que no se planificó una actualización de las instalaciones. Las obras que brindan el servicio de agua duran entre 20 y 25 años. Estamos funcionando con cañerías, bombas y tanques pensados en la década del 70.

Domián cuenta que en algunos sitios de Europa, por ejemplo, los ciudadanos disponen de dos servicios de agua en sus casas, uno potable y otro sustituto, para riego y limpieza. El primero lleva el líquido a la cocina y a la ducha, y el segundo surte al inodoro, al lavadero y a los jardines. Según él, esa sería una alternativa interesante en Yerba Buena, donde en los momentos de máximo consumo cada habitante gasta unos 600 litros de agua por día, contra los 450 litros por habitante que se consumen en San Miguel, la capital provincial.

El camarero acerca el segundo café. Domián lo toma caliente. Y prosigue: las zonas más problemáticas de la ciudad son las localizadas hacia el noroeste, cerca de la rotonda de Horco Molle. Antes de pagar la cuenta y dar por finalizado el encuentro, advierte que si no se cavan nuevos pozos el verano será crítico para quienes viven ahí.

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