La importancia de educar a los adultos

14 Septiembre 2013
Se suele creer que una vez que llegan a los 65 o 70 años, las personas se encuentran en retirada de la vida. Es posible que así sea para unos, pero también es cierto que para otros, el hecho de jubilarse es la posibilidad de animarse a concretar los sueños. Los abuelos solían repetir que nunca es tarde para empezar, que el saber no ocupa lugar, y tampoco lo condiciona la edad. De ese modo, hay adultos mayores que se inscriben una carrera universitaria o que asisten a programas como el EPAM que depende de la UNT, donde pueden asistir a una gran variedad de talleres o asumen desafíos como volar en parapente. También están aquellos que no han podido estudiar y deciden concretarlo.

En nuestra edición de ayer, dedicamos un espacio a una vecina de casi 70 años que egresó de la escuela primaria como abanderada en 2012 y actualmente está haciendo la secundaria. La señora que vive en Alderetes, contó que había cursado hasta cuarto grado porque la escuela de El Talar, no había más. "Éramos 12 hermanos. Yo salía de la escuela a las 11 y de ahí me iba con el menor de ocho años al cerco a pelar caña. Cuando terminaba la zafra nos íbamos a la cosecha de la fruta. A los 15 años me mandaron a cuidar a mi abuela y ahí las monjitas me querían hacer quedar para que siga estudiando, pero mi papá no me quiso firmar la autorización", relató. Luego se casó, se ocupó de la crianza y educación de 10 hijos, pero nunca se le ocurrió que podía concluir la primaria.

Su actitud y fervor contagiaron a sus vecinas. A su curso asisten 45 alumnos mayores de 18 años en adelante. "Los más grandes siempre somos los más aplicados y responsables. ¡Pero los más indisciplinados ya me conocen: cuando molestan, ahí nomás les tiro de la oreja o los hago sonar con la regla en la cabeza!", contó.

Según datos oficiales, son 22.000 los alumnos que tiene el sistema sin contar con las del programa "Ellas hacen"; 14.000 mujeres con hijos discapacitados, víctimas de violencia de género o con tres o más hijos del programa "Ellas hacen" tienen como contraprestación la educación; 7.000 mujeres del programa "Ellas hacen" no tenían la escuela secundaria terminada y 2.591 no habían completado la primaria; 300 son los centros de alfabetización que realizan actividades en la provincia; 1.500 alumnos aprenden a leer y escribir durante siete meses y luego se incorporan al sistema educativo de adultos.

El último censo nacional de 2010 reveló que en el país son 268.897 los adultos con más de 60 años que alcanzaron el nivel universitario completo. De esa cifra, 149.036 son hombres y 119.861 son mujeres.

La educación de los adultos es fundamental en el desarrollo de los pueblos porque les da la posibilidad de integrarlos a la comunidad, de incrementar su autoestima, de obtener un trabajo digno, de convertirse en ejemplos para sus hijos y para los estudiantes. Pero también hay que pensar en aquellos que no se acercan a los centros de alfabetización ni lo harán por voluntad propia. Hay que ir a buscarlos adonde están y educarlos in situ, como hicieron ya hace muchas décadas los cubanos, que crearon brigadas de alfabetizadores voluntarios y lograron erradicar el analfabetismo en poco tiempo. De ese modo, aquellos que viven en sectores marginales, arrasados por la violencia y el consumo de droga, tendrían una herramienta importante para poder romper el círculo de la miseria y la desesperanza. A mayor educación, menos desigualdades.

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