Con banda de música
"En la estación -contaba Romero-, la banda de música que dirigía don Miguel Xamena recibía a la formación del servicio internacional de los ferrocarriles argentinos. Los pasajeros que venían dormidos se sobresaltaban con los acordes de la banda taficeña".
En 1940, evocan los memoriosos de Tafí Viejo, la avenida Alem aún era de tierra. Si bien bastante compactada, pero sin asfalto ni pavimento y con un cantero central ancho. La gente se paseaba hasta la 9 de julio y daba vueltas al cantero en lo que por entonces le decían "la vuelta del perro".
Media hora Tito Agüero, ex trabajador de los talleres, puso énfasis en que "Tafí Viejo florecía con el tren. El pasajero paraba media hora y algunos bajaban a comprar empanadas, empanadillas, pan, fiambre y queso. También algo para beber. La estación era un punto de encuentro y de mucha actividad ".
El revistero
El tren era el contacto con la capital, las provincias y el país. Al respecto, "El Toto" Romero solía describir que "en el furgón venía un gordo que vendía las revistas, Para Ti, Caras y Caretas, El Mundo, Purrete, El Tony y algunos diarios de Buenos Aires. La verdad que hacía capote. Vendía una barbaridad. Yo le encargaba para mi madre Damas y Damitas y para mi le pedía Mandrake el Mago y Salgari, que eran mis favoritos".
Bastión ferroviario
Tafí Viejo era un bastión ferroviario. Y aún lo sigue siendo. No sólo por los talleres; también por su estación -es una de las pocas del troncal CC que carece de frente hacia la calle-. Entre ambas instalaciones ocupan un predio inmenso, delimitado por los pasos a nivel de las calles Rivadavia, al norte y de la avenida Roca, al sur. El límite oeste es la avenida Sáenz Peña y el este, la Independencia.
En la parada ferrocarrilera se observan dos andenes, siete vías, la base de un galpón demolido y una pasarela que atraviesa de este a oeste y viceversa; desde Independencia a Sáenz Peña. Dos vagones de cola sobre el tercer raíl son vestigios imposibles de obviar de un tiempo de vapores, traqueteos, despedidas, manos y pañuelos que se agitaban; de promesas y juramentos; de retornos, despedidas y reencuentros.
Años de sirena
Eran años de esperanzas y progresos. Épocas de despertares con el sonido de una sirena de bronce de casi dos metros de altura y 300 kg. de peso, cuyos estertores convocaban a los trabajadores de los gigantescos talleres a las 5, 5.20 y 5.30 de la mañana. Por entonces los trenes iban y volvían por Tafí Viejo, como los pasajeros, las cargas, los mensajes, los días, los meses y las paradas. Unían pueblos, regiones y ciudades de sur a norte de ida y vuelta. Y viajar, ya sea a corta, a media o larga distancia era más que un placer. En Tafí Viejo el tren es como el agua, la luz o el amor. No se puede vivir sin ellos. Aunque sea en la memoria de su gente.
DE LA MEMORIA FERROVIARIA
- FURGON DE COLA.- Dos vagones de este tipo se encuentran en la amplia playa de maniobras. Ambos se resisten al olvido y contagian optimismo entre tanta ausencia de vapores, fierros, silbatos, campanas y sirenas. (foto arriba)
- CEREMONIA.- "La partida de un tren atrapaba a grandes y chicos. Primero sonaba la campana para indicar que había que ascender. Después venía el primer silbato del jefe de la formación. La úlltima campanada y el último silbato hasta que aparecía la bandera verde. El primer estertor de la vaporera desperezándose y los retrasados que corrían para subirse a los coches. El resto es historia conocida", detalló con un dejo de nostalgia, Carlos Coronel di Fazio.
- ENERGIA ELECTRICA.- La luz de las calles, cuentan los difusores de la historia oral taficeña, era provista por la usina de los talleres ferroviarios. Amarillenta, alumbraba con focos que se colocaban en las esquinas y a mitad de cuadra. A las doce de la noche -las 24 o la cero hora- se apagaban y todos debían irse a dormir. Si los agarraba el apagón andaban a los tropezones con las raíces de los tarcos y los siempre verdes. Hasta mediados del siglo pasado, en Tafi Viejo dormían con la puerta sin llave y hasta, a veces abierta.
- MADRUGADORES.- La gente se levantaba a las cinco de la mañana porque los talleres no paraban y trabajaban en doble turno. La boletería de la estación abría a las 5.15 y el primer tren hacia la ciudad partía a las 6.45.