Detrás de escena el ballet mantiene sus códigos

Asistimos a uno de los ensayos de "La consagración de la primavera", un desafío para los cuerpos estables.

LOS PRIMEROS MOVIMIENTOS. La mayoría de las bailarinas ensayó con el vestuario que usarán mañana. Es un llamativo contraste de colores. LOS PRIMEROS MOVIMIENTOS. La mayoría de las bailarinas ensayó con el vestuario que usarán mañana. Es un llamativo contraste de colores.
20 Septiembre 2013
Hay tonos azules, rojizos, amarillos y verdes en el vestuario de las bailarinas. "Una explosión de colores", sintetiza la diseñadora Claudia Flores. El ensayo está a punto de comenzar y Patricia Sabbag, directora general de esta esperada versión de "La consagración de la primavera", pide el micrófono. "¿Dónde está Martita?", pregunta. "Terminando con el maquillaje", le responde Gastón Gutiérrez. Martita es Marta Diez, elegida para interpretar uno de los papeles clave de la obra. A Gutiérrez le toca otro de los roles fundamentales.

Los bailarines realizan los últimos ejercicios. Un rato antes habían participado de una clase, ahora invaden el escenario del San Martín, dispuestos a seguir mecanizando la coreografía que Sabbag armó para este clásico de clásicos de Igor Stravinsky. Así como "Nabucco" fue una ópera 99% tucumana, "La consagración de la primavera" será un ballet 100% propio. Para eso se unieron los dos cuerpos estables -el Clásico y el Contemporáneo-. Hubo que amalgamar 35 bailarines en escena, formados con técnicas diferentes. No fue sencillo. Nada es fácil en la vida.

Aparece Marta Diez, a los saltos. Es fascinante detenerse a contemplar los movimientos de los bailarines. Da la sensación de que no caminan; flotan. Son movimientos gráciles, distintos, detectables hasta en la chica que habla por celular mientras come una manzana entre bambalinas.

Distinta, más bien única, es "La consagración de la primavera". Se estrenó hace exactamente 100 años y esa puesta, coreografiada por el gran Vaslav Nijinsky, resultó escandalosa. Los espectadores se levantaban, insultaban. No podían creer lo que estaban viendo. Stravinsky acababa de cambiar la historia. Nacía la danza moderna.

Sabbag perdió la cuenta de las puestas que vio de la obra. Su intención es dotar a esta versión de tucumunidad. Del verde de los cerros y del paisaje de la ciudad. Y para inspirarse se nutrió de un poema de Eduardo Galeano. Veremos mañana un espectáculo de un solo cuadro (el original cuenta con dos partes), aunque dotado de un instante de ruptura: la aparición de una embarazada. Ella, esa panza pletórica de vida, unirá con su caminata los segmentos ("La adoración de la Tierra" y "El sacrificio").

Conseguir a la embarazada fue todo un tema, confiesan entre risas los protagonistas. ¿Quién se anima a desfilar un sábado a la noche ante un teatro seguramente colmado?

Sabbag instruye a los bailarines. Hay una tarima -un plano inclinado- que simboliza una montaña. De allí baja Gastón Gutiérrez para mezclarse entre distintos grupos sociales. Idear esa superficie que irrumpe en el escenario y obstaculiza los movimientos de los danzarines fue uno de los desafíos que afrontó José María Zamora, el arquitecto a cargo de la escenografía y de la iluminación.

Todos listos. Se escucha a la London Symphony Orchestra, dirigida por Leonard Bernstein, ejecutando la laberíntica partitura de Stravinsky. Gutiérrez se desliza por la tarima y los grupitos desperdigados aquí y allá se activan. El inicio es sencillamente mágico. Hasta el fotógrafo de LA GACETA, ricotero hasta el caracú y asistente al megashow que brindó el Indio Solari el fin de semana pasado, luce hipnotizado.

Sabbag explica que hay cuadros solos, en dúos, tríos, cuartetos. En uno de ellos se distingue a Marta Diez. Ella es chiquita (tal vez la más petisa de los 35), pero el poder que irradia desde la cabellera roja hasta la determinación de sus saltos y giros es tremendo.

Stravinsky pensó en un cordero capaz de bailar hasta morir. Es el sacrificio a la tierra, el precio a pagar por la renovación del ciclo de la vida. Sabbag prefiere hablar de la excluida. Más referencias a nuestra cotidianeidad. De una u otra forma, a Diez le toca cerrar "La consagración de la primavera" durante cerca de seis minutos frenéticos en los que queda -literalmente- extenuada.

La directora va anotando en la memoria las correcciones imprescindibles de cara al estreno. Ellos y ellas, los bailarines, ofrecen la máxima concentración. Claro que mañana las cosas serán diferentes porque, al fin, florecerá el fruto de dos meses de trabajo. La fertilidad que honró el gran Stravinsky.

MAÑANA

• A partir de las 22 en el teatro San Martín (avenida Sarmiento y Muñecas).

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