05 Diciembre 2013
Es una de las acciones más nobles del ser humano. Poder ayudar a otros en forma desinteresada no tiene precio. Cuando la solidaridad es sostenida se convierte en un voluntariado. Justamente, hoy se celebra el Día Internacional de los Voluntarios para el Desarrollo Económico y Social, fecha instituida en 1985 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. “El voluntariado se basa en los valores de la solidaridad y la confianza mutua y trasciende todas las fronteras culturales, lingüísticas y geográficas. Al brindar su tiempo y sus conocimientos sin esperar una recompensa material, los propios voluntarios se sienten realizados, imbuidos de un extraordinario sentimiento de plenitud”, ha señalado en esta oportunidad el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
En Tucumán, son miles las personas que llevan adelante acciones solidarias en forma individual o colectiva, por ejemplo, en las villas miseria, ayudando a los indigentes a organizarse en cooperativas, asistiendo a enfermos, a ancianos, a víctimas de la droga, a minusválidos, o se dedican a la promoción de la donación de órganos o de médula ósea. Hay quienes van a leerles cuentos a chicos en las plazas, a pacientes en los hospitales, o que efectúan una tarea recreativa con los ancianos en los geriátricos, o velan por los mendigos que viven en la calle.
Por ejemplo, una labor sostenida viene realizando la Fundación León, entidad que trabaja a favor del voluntariado y la responsabilidad social, en sectores vulnerables de la población. Su Programa Ezequiel está dirigido a personas con problemas de salud y despliega un voluntariado en los hospitales Zenón J. Santillán y del Niño Jesús a través de propuestas recreativas y de apoyo emocional para los pacientes internados.
En el ámbito de la educación, una docente tucumana, designada maestra ilustre en 2006 por el Ministerio de Educación de la Nación, había obtenido un año antes el segundo Premio Presidencial por su proyecto de una biblioteca móvil en la escuela Capitán de los Andes. “Sacamos los libros de las bibliotecas, los acercamos a las familias. Hay casos de padres y abuelos analfabetos, o semianalfabetos, y los chicos les acercan los libros. En caso de que los padres sean alfabetizados, son mediadores, y les acercan los libros a los vecinos. Los resultados de ese proyecto se ven en la expresión oral, en las dramatizaciones... También hacemos tareas de voluntariado, con rondas de lectura en la plaza del barrio San Martín, o en Villa Cabildo”, contó en una ocasión. Otros desarrollan su tarea voluntaria a través de ONGs o grupos religiosos en zonas críticas como en La Costanera, El Sifón, Trulalá o La Bombilla.
La solidaridad se aprende. Por esa razón, es importante la implementación el programa nacional de Educación Solidaria cuya misión es impulsar la educación en la solidaridad, así como la participación comunitaria y ciudadana a través de la propuesta pedagógica del aprendizaje-servicio, en todas las escuelas e instituciones de educación superior, sea de gestión estatal o privada.
Si cada una de las personas ejercitara el voluntariado una o dos horas a la semana, tal vez tendríamos una sociedad más sensible a los problemas de sus habitantes. “Sé bien y lo saben cada una de mis hermanas, que lo que realizamos es menos que una gota en el océano. Pero si la gota le faltase, el océano carecería de algo”, decía la Madre Teresa de Calcuta.
En Tucumán, son miles las personas que llevan adelante acciones solidarias en forma individual o colectiva, por ejemplo, en las villas miseria, ayudando a los indigentes a organizarse en cooperativas, asistiendo a enfermos, a ancianos, a víctimas de la droga, a minusválidos, o se dedican a la promoción de la donación de órganos o de médula ósea. Hay quienes van a leerles cuentos a chicos en las plazas, a pacientes en los hospitales, o que efectúan una tarea recreativa con los ancianos en los geriátricos, o velan por los mendigos que viven en la calle.
Por ejemplo, una labor sostenida viene realizando la Fundación León, entidad que trabaja a favor del voluntariado y la responsabilidad social, en sectores vulnerables de la población. Su Programa Ezequiel está dirigido a personas con problemas de salud y despliega un voluntariado en los hospitales Zenón J. Santillán y del Niño Jesús a través de propuestas recreativas y de apoyo emocional para los pacientes internados.
En el ámbito de la educación, una docente tucumana, designada maestra ilustre en 2006 por el Ministerio de Educación de la Nación, había obtenido un año antes el segundo Premio Presidencial por su proyecto de una biblioteca móvil en la escuela Capitán de los Andes. “Sacamos los libros de las bibliotecas, los acercamos a las familias. Hay casos de padres y abuelos analfabetos, o semianalfabetos, y los chicos les acercan los libros. En caso de que los padres sean alfabetizados, son mediadores, y les acercan los libros a los vecinos. Los resultados de ese proyecto se ven en la expresión oral, en las dramatizaciones... También hacemos tareas de voluntariado, con rondas de lectura en la plaza del barrio San Martín, o en Villa Cabildo”, contó en una ocasión. Otros desarrollan su tarea voluntaria a través de ONGs o grupos religiosos en zonas críticas como en La Costanera, El Sifón, Trulalá o La Bombilla.
La solidaridad se aprende. Por esa razón, es importante la implementación el programa nacional de Educación Solidaria cuya misión es impulsar la educación en la solidaridad, así como la participación comunitaria y ciudadana a través de la propuesta pedagógica del aprendizaje-servicio, en todas las escuelas e instituciones de educación superior, sea de gestión estatal o privada.
Si cada una de las personas ejercitara el voluntariado una o dos horas a la semana, tal vez tendríamos una sociedad más sensible a los problemas de sus habitantes. “Sé bien y lo saben cada una de mis hermanas, que lo que realizamos es menos que una gota en el océano. Pero si la gota le faltase, el océano carecería de algo”, decía la Madre Teresa de Calcuta.
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