06 Diciembre 2013
“¿Qué pueden aprender los países latinoamericanos de la experiencia de otros países que participan en este examen y de la evidencia producida por la investigación educacional?” Esa es la pregunta que se realizó el experto José Joaquín Brunner, a la luz de los pobres resultados que obtuvo América Latina en la prueba de rendimiento escolar PISA.
Cada uno con su propia realidad, los países latinos evaluados ocuparon los últimos puestos en el ranking de nivel educativo. Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, Colombia, México, Perú y Uruguay fueron a rendir examen, y calificaron dentro del 25 % de más bajo rendimiento entre los 65 países participantes.
El chileno Brunner, considerado una autoridad en Educación a nivel mundial, propuso algunas respuestas en un artículo que escribió para BBC Mundo. Y el contexto socioeconómico de nuestros países, casi siempre opuesto a los pares europeos, figura como el alma mater de las marcadas diferencias. “(En América Latina) hay más violencia en los hogares y los padres tienen un menor nivel educacional. Muchos más niños y niñas viven vidas más difíciles, en entornos hostiles. Y, a diferencia de lo que ocurre en un número de países del Asia donde la educación tiene un alto valor cultural y goza del apoyo absoluto de las familias, en América Latina la educación fue hasta la segunda mitad del siglo XX un privilegio de minorías. Todavía ocurre así en varios países de la región”, describió el analista. Más que detenernos en comparaciones siempre odiosas, Brunner ve en el examen PISA una buena oportunidad para ajustar las clavijas: “los gobiernos deben contar con una estrategia de desarrollo sustentable de la educación que articule las expectativas y los intereses de los diversos actores.
La experiencia muestra que para mejorar la calidad de los aprendizajes América Latina necesita hacer un esfuerzo extraordinario de equidad educacional. No hay otro camino. La educación debe compensar las desigualdades de la cuna”, dijo el experto y concluyó: “debe incrementarse el gasto pero, al mismo tiempo, elevar los estándares y las exigencias, hacer efectiva la rendición de cuentas, generar un más fuerte control por parte de la comunidad y crear redes de apoyo para las escuelas, especialmente las más rezagadas”.
Cada uno con su propia realidad, los países latinos evaluados ocuparon los últimos puestos en el ranking de nivel educativo. Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, Colombia, México, Perú y Uruguay fueron a rendir examen, y calificaron dentro del 25 % de más bajo rendimiento entre los 65 países participantes.
El chileno Brunner, considerado una autoridad en Educación a nivel mundial, propuso algunas respuestas en un artículo que escribió para BBC Mundo. Y el contexto socioeconómico de nuestros países, casi siempre opuesto a los pares europeos, figura como el alma mater de las marcadas diferencias. “(En América Latina) hay más violencia en los hogares y los padres tienen un menor nivel educacional. Muchos más niños y niñas viven vidas más difíciles, en entornos hostiles. Y, a diferencia de lo que ocurre en un número de países del Asia donde la educación tiene un alto valor cultural y goza del apoyo absoluto de las familias, en América Latina la educación fue hasta la segunda mitad del siglo XX un privilegio de minorías. Todavía ocurre así en varios países de la región”, describió el analista. Más que detenernos en comparaciones siempre odiosas, Brunner ve en el examen PISA una buena oportunidad para ajustar las clavijas: “los gobiernos deben contar con una estrategia de desarrollo sustentable de la educación que articule las expectativas y los intereses de los diversos actores.
La experiencia muestra que para mejorar la calidad de los aprendizajes América Latina necesita hacer un esfuerzo extraordinario de equidad educacional. No hay otro camino. La educación debe compensar las desigualdades de la cuna”, dijo el experto y concluyó: “debe incrementarse el gasto pero, al mismo tiempo, elevar los estándares y las exigencias, hacer efectiva la rendición de cuentas, generar un más fuerte control por parte de la comunidad y crear redes de apoyo para las escuelas, especialmente las más rezagadas”.
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