BUENOS AIRES.- Si la estrategia del Gobierno nacional fue no realizar un ajuste para evitar el enfriamiento de la economía, el plan devino en fracaso. Si el diseño fue evitar la pérdida de reservas para bajar la inflación, el edificio se derrumbó.

De resultas, hasta ahora, no se entiende muy bien qué se quiso intentar en las últimas semanas, a partir de los cambios en el Gabinete.

El equipo económico es consciente que el gasto público es el principal motor del movimiento de los precios, junto con la expansión monetaria, sólo que no quiere reconocerlo públicamente ni tampoco presentarle a la Presidenta Cristina Fernández un programa llamado “de ajuste”.

De allí que se intentan, por distintas vertientes, correcciones cosméticas, dejando indemnes lo que deberían ser las modificaciones centrales.

Con ello, se insiste en frenar el drenaje de divisas mediante artilugios, como el impuesto al turismo y las compras en el exterior, y por otro lado, se convalida un tipo de cambio real para las importaciones que son un verdadero banquete para quien ingresa bienes no producidos en Argentina.

Esa política no sólo no ha sido acertada sino que fomenta aún más la salida de divisas al exterior.

Lo mismo ocurre con la tasa de interés. Las autoridades ablandan la política de emisión con lo cual dejan fácil el acceso a los pesos. Esto provoca que las empresas y los bancos con altos giros en moneda local puedan destinar gran parte de sus ingresos a la compra de divisas. Más temprano que tarde, el Gobierno se verá obligado a elevar las tasas de interés para disuadir la compra de divisas y, al mismo tiempo, para frenar una corrida bancaria.

Actualmente, el Gobierno no puede frenar el drenaje de divisas, bajar la inflación ni tampoco mantener la actividad que ya está presentando niveles importantes de caída, tal como lo demuestra la recaudación de impuestos.

No se trata sólo de devaluar para corregir el resto de las variables, si no de atacar las verdaderas causas de la inflación.

La devaluación no frena la caída de reservas ni la fuga de divisas. Por el contrario, el Gobierno demostró que aceleró el ritmo de ajuste cambiario y avanzó en la devaluación y la fuga de divisas.

Las reservas y las divisas se van porque los agentes económicos compran los dólares con los saldos de sus excedentes en pesos, generados a partir de una emisión descontrolada.

La devaluación tampoco resuelve el problema de la emisión monetaria. Si bien es cierto que licúa el gasto público, genera otros problemas, como el aumento de los precios de los bienes transables y el fuerte deterioro que provoca sobre el salario real y sobre el nivel de actividad.

De manera tal que aún cuando la administración Kirchner no quiera hacer un ajuste, la devaluación es otra forma de ajuste mucho más dramática y con consecuencias sociales mucho más gravosas. A ello se sumó un nuevo acuerdo de precios sobre 100 productos que el Poder Ejecutivo impulsa con supermercados como una solución a la inflación.

El Gobierno transita por su momento más difícil, con cambio de actores, políticas a medio camino y un plafond de confiabilidad bajísimo.

Los recientes hechos criminales en la provincia de Córdoba y en algunos puntos del Conurbano bonaerense muestran no sólo la impotencia oficial para atender funciones básicas como la seguridad, sino también un estado larvado de violencia que emerge de los problemas no solucionados desde 2002 hasta la fecha.

Sin tener un plan integral, cualquier aventurada decisión sobre las variables económicas puede hacer detonar el polvorín social, con consecuencias inciertas y serias.

El cruce de acusaciones entre funcionarios nacionales y provinciales puso al descubierto la impotencia de la clase política en proteger a la población y en resolver problemas básicos de la sociedad.

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