Violencia y sexo en un thriller de vuelo bajo

Es sorprendente la facilidad con la que Ridley Scott pasa de filmar una gran película a otra prescindible. “El abogado del crimen” integra el segundo lote, arrastrando al elenco supercotizado que la protagoniza y aún a expensas de la omnipresencia de Cormac McCarthy en el proyecto. McCarthy es un gran escritor cuya novela “Sin lugar para los débiles” devino en éxito cinematográfico gracias a los hermanos Coen. Aquí es guionista y productor.

Michael Fassbender es, simplemente, “the counselor” (el abogado). Reiner, su socio y amigo (Javier Bardem), lo invita a involucrarse en una lucrativa operación de narcotráfico, de la que también participa Westray (Brad Pitt). En el medio está Malkina (Cameron Díaz), la sexópata pareja de Reiner. A la legua se nota que Malkina esconde infinidad de secretos. Y Laura (Penélope Cruz) es una chica angelical, ajena a ese mundo en el que se mueve el abogado, que es su prometido.

Estereotipados a más no poder, excesivos en cada gesto y reacción, los personajes van hundiendo de a poco en la sobreactuación a las estrellas que los encarnan. Eso sí: todos están vestidos por Armani. En el afán por revelarse como un gran escritor de diálogos McCarthy obliga a Scott a enredarse en escenas demasiado largas y explicadas. Y mientras tanto todo va haciéndose previsible.

De “Breaking bad” a esta parte todo lo que se filme sobre el universo del narcotráfico está regido por una vara altísima. Lo demás queda reducido a un thriller tan lujoso como vacío. Como “El abogado del crimen”, por ejemplo. Perlitas: las breves apariciones de Bruno Ganz y Rubén Blades, de lo mejor en dos horas de metraje.

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