08 Diciembre 2013
Si la FIFA hace trampa en los Mundiales para fortalecer su negocio, hay que convenir, entonces, que en Sudáfrica 2010 hizo todo mal. ¿Acaso no fueron eliminados en primera rueda Italia y Francia, nada menos que los finalistas del Mundial anterior de Alemania 2006? ¿Y no cayó también Sudáfrica? Fue el primer anfitrión eliminado en la rueda inicial en la historia de los Mundiales, otro pelotazo en contra para cualquier negocio. La Argentina, que había sido animadora en primera rueda y tenía imanes comerciales como Diego Maradona y Lionel Messi, dentro y fuera del campo, cayó en cuartos. Allí se fue también Ghana y el Mundial, primero que se jugaba en Africa, quedó directamente sin representantes del continente en sus tramos decisivos.
¿Y acaso una selección cero marketinera como Paraguay no estuvo a un paso de eliminar a la más rentable selección de España, cuando falló un penal que, de haberse concretado, habría dejado nocaut a “La Roja” de Xavi, Iniesta y compañía? La historia de los Mundiales, es cierto, tiene casos de sospechas más que merecidas. Y tal vez debamos coincidir con aquella frase que dice que el fútbol “es demasiado deporte para ser sólo negocio, pero también es demasiado negocio para ser sólo deporte”. Pero es imposible pensar en que todo está arreglado. Ni siquiera el polémico Mundial 78 puede colgarse con ese cartel. ¿O acaso Holanda no estrelló un pelotazo en el poste en el minuto 89 de la final que hubiese dejado sin el título al fútbol argentino y al dictador Videla con sus pulgares hacia abajo?
La introducción viene a cuento de las denuncias de supuestos arreglos para el sorteo de Brasil 2014, celebrado el viernes pasado en Costa do Sauipe. El resort elegido fue un escenario ideal que sirvió para burlar cualquier manifestación de protesta. Grupos opositores al Mundial tuvieron que conformase con reclamar frente al Maracaná, lejos de las cámaras de TV. Un tuit previo, es cierto, advirtió que Argentina, como realmente sucedió, saldría sorteada en el grupo F con Bosnia-Herzegovina, Irán y Nigeria. Pero también hubo denuncias de hackers que daban rivales distintos. Sí es cierto, en cambio, que fuentes del Comité Organizador -ya no hackers ni tuiteros anónimos- coincidieron en anticipar que Argentina jugaría en el grupo F. Y eso también sucedió.
¿Hubo acaso alguna fórmula que permitió enviar a Argentina lejos de Brasil para que ambos eventualmente terminen enfrentándose en una hipotética final? Imposible saberlo. Y, al menos en Argentina, a nadie parecía interesarle. Porque la Selección de Alejandro Sabella, hay que aceptarlo, fue la cabeza de serie acaso más beneficiada, por rivales, clima, cronograma y cuadro en caso de que avance. Al lado de Sabella, el dirigente Juan Carlos Crespi fue captado por la TV en el preciso momento en que hacía un gesto llamativo, como felicitando el poder de un “jefe” (¿Julio Grondona?) por el resultado favorable del sorteo. El jefe, en todo caso es el mismo de todos los anteriores Mundiales. Y en muchos de esos sorteos la selección argentina cayó dentro de un “grupo de la muerte”.
Si no hay brujas, algunos medios, sabemos, se encargan de buscarlas donde sea. Ejemplos: TyC Sports mostró un ingenioso spot usando un discurso del Papa Francisco en su visita de este año a Río alternando imágenes que alentaban obviamente a la selección argentina y parecían burlonas en cambio hacia Brasil y Cristiano Ronaldo. Medios brasileños afirmaron ayer que Argentina iniciaba así la “guerra de provocaciones”. Y en el video oficial de la ceremonia del sorteo, cuando tocó México 86 en el recorrido de la historia de los Mundiales, el locutor habló de “un tal Diego Maradona”.
Sonó, sin lugar a dudas, como admiración, no como burla. Algunos medios argentinos lo tomaron casi como una provocación a Maradona y, por ende, al fútbol argentino. Al menos nos libramos de sufrir a Galvao Bueno, el tradicional e histórico periodista de la Red Globo, la más poderosa en Brasil. No dejó escuchar a los presentadores, dijo que Ronaldo había hecho un gol ante Croacia en 2006 (el gol había sido hecho en realidad por Kaká) y ubicó al marfileño Didier Drogba como jugador de Camerún, cuando el sorteo indicó a Camerún como rival de Brasil. Sus compañeros se cansaban de corregirlo. Fue tan verborrágico como lució en Buenos Aires Alfio Basile, contratado para comentar el sorteo en un famoso local de comida rápida: “Dejate de joder. Si yo soy Sabella invito esta noche con champagne francés a todos los que sacaron las bolillas”, decía el “Coco” en tono de título anticipado.
El error de festejar antes de tiempo fue recordado por Pelé, cuando contó en la ceremonia que su padre lloró por la derrota ante Uruguay en la final del Mundial de 1950 y dijo que él no quería que sus hijos lo vieran a él repitiendo ese dolor para el Mundial 2014. Muy cerca de él estaba justamente Alcides Ghiggia, con sus 87 años y un bastón que servía para su estabilidad, dañada por un accidente de automóvil de un año atrás que lo dejó al borde de la muerte. Ghiggia, representante uruguayo en el sorteo, fue quien anotó el 2-1 del Maracanazo del 50, el gol acaso más importante (no el mejor, pero sí el más importante) en la historia de los Mundiales. Cuentan que fue Pelé, y no Cafú, quien representó a su vez a Brasil en la extracción de las bolillas porque “O Rei” tiene cierta fama de mufa y que sus pronósticos siempre fallan.
TyC Sports mostraba en ese mismo momento una joya de archivo del sorteo de Argentina 78 con Pelé diciendo que a la selección de César Menotti le había tocado el grupo más difícil pero que, si lo pasaba, era gran candidato a ganar el Mundial. Acierto pleno. Pero el fútbol, se sabe, no es amigo de las sutilezas. Lo está sufriendo Inglaterra, cuyo embajador debió hacer algunas piruetas para disimular las críticas del DT Roy Hodgson a la sede de Manaos, porque será un largo viaje y habrá que jugar con altísima temperatura. En Brasil lo liquidaron. Pocos repararon en que el propio Carlos Alberto Parreira, DT del Brasil campeón mundial en EE.UU. 94 y actual asistente de Luiz Felipe Scolari, también criticó a Manaos. “Si yo hubiese formado parte de la decisión técnica, Manaos no debería haber sido sede del Mundial”, dijo Parreira.
Pero Brasil, sabemos, es un país enorme. Por eso logró que la FIFA aceptara subir de ocho a 12 las sedes del Mundial. Manaos, como alguna otra sede, corre riesgo serio de construir un estadio que será inútil después del Mundial. Pero en Manaos, pocos lo saben, se juega el mayor campeonato de “picados” del mundo. A lo que nosotros le decimos “picado” los brasileños le dicen “pelada”. Y al campeonato lo llaman Peladao, es decir un Gran Picado. Son cientos de equipos que juegan sin parar, del modo más informal posible, como intentando revivir los viejos tiempos del fútbol romántico. Un Mundial es otra cosa.
Lo sabe ante todo la FIFA. Su principal preocupación es evitar las protestas que afectaron a la última Copa de las Confederaciones, que, se sabe recién ahora, estuvo a un paso de ser suspendida ante la dimensión que tomaban los reclamos. Sin segundas intenciones, nos quedamos con una imagen final que mostró la transmisión del sorteo. Con Sabella en diálogo animado con Scolari, mirando ambos el fixture, acaso como diciendo “nos vemos en la final en el Maracaná”. Sería fantástico, claro. Y también que en esa eventual final, apareciera “un tal Leo Messi”.
¿Y acaso una selección cero marketinera como Paraguay no estuvo a un paso de eliminar a la más rentable selección de España, cuando falló un penal que, de haberse concretado, habría dejado nocaut a “La Roja” de Xavi, Iniesta y compañía? La historia de los Mundiales, es cierto, tiene casos de sospechas más que merecidas. Y tal vez debamos coincidir con aquella frase que dice que el fútbol “es demasiado deporte para ser sólo negocio, pero también es demasiado negocio para ser sólo deporte”. Pero es imposible pensar en que todo está arreglado. Ni siquiera el polémico Mundial 78 puede colgarse con ese cartel. ¿O acaso Holanda no estrelló un pelotazo en el poste en el minuto 89 de la final que hubiese dejado sin el título al fútbol argentino y al dictador Videla con sus pulgares hacia abajo?
La introducción viene a cuento de las denuncias de supuestos arreglos para el sorteo de Brasil 2014, celebrado el viernes pasado en Costa do Sauipe. El resort elegido fue un escenario ideal que sirvió para burlar cualquier manifestación de protesta. Grupos opositores al Mundial tuvieron que conformase con reclamar frente al Maracaná, lejos de las cámaras de TV. Un tuit previo, es cierto, advirtió que Argentina, como realmente sucedió, saldría sorteada en el grupo F con Bosnia-Herzegovina, Irán y Nigeria. Pero también hubo denuncias de hackers que daban rivales distintos. Sí es cierto, en cambio, que fuentes del Comité Organizador -ya no hackers ni tuiteros anónimos- coincidieron en anticipar que Argentina jugaría en el grupo F. Y eso también sucedió.
¿Hubo acaso alguna fórmula que permitió enviar a Argentina lejos de Brasil para que ambos eventualmente terminen enfrentándose en una hipotética final? Imposible saberlo. Y, al menos en Argentina, a nadie parecía interesarle. Porque la Selección de Alejandro Sabella, hay que aceptarlo, fue la cabeza de serie acaso más beneficiada, por rivales, clima, cronograma y cuadro en caso de que avance. Al lado de Sabella, el dirigente Juan Carlos Crespi fue captado por la TV en el preciso momento en que hacía un gesto llamativo, como felicitando el poder de un “jefe” (¿Julio Grondona?) por el resultado favorable del sorteo. El jefe, en todo caso es el mismo de todos los anteriores Mundiales. Y en muchos de esos sorteos la selección argentina cayó dentro de un “grupo de la muerte”.
Si no hay brujas, algunos medios, sabemos, se encargan de buscarlas donde sea. Ejemplos: TyC Sports mostró un ingenioso spot usando un discurso del Papa Francisco en su visita de este año a Río alternando imágenes que alentaban obviamente a la selección argentina y parecían burlonas en cambio hacia Brasil y Cristiano Ronaldo. Medios brasileños afirmaron ayer que Argentina iniciaba así la “guerra de provocaciones”. Y en el video oficial de la ceremonia del sorteo, cuando tocó México 86 en el recorrido de la historia de los Mundiales, el locutor habló de “un tal Diego Maradona”.
Sonó, sin lugar a dudas, como admiración, no como burla. Algunos medios argentinos lo tomaron casi como una provocación a Maradona y, por ende, al fútbol argentino. Al menos nos libramos de sufrir a Galvao Bueno, el tradicional e histórico periodista de la Red Globo, la más poderosa en Brasil. No dejó escuchar a los presentadores, dijo que Ronaldo había hecho un gol ante Croacia en 2006 (el gol había sido hecho en realidad por Kaká) y ubicó al marfileño Didier Drogba como jugador de Camerún, cuando el sorteo indicó a Camerún como rival de Brasil. Sus compañeros se cansaban de corregirlo. Fue tan verborrágico como lució en Buenos Aires Alfio Basile, contratado para comentar el sorteo en un famoso local de comida rápida: “Dejate de joder. Si yo soy Sabella invito esta noche con champagne francés a todos los que sacaron las bolillas”, decía el “Coco” en tono de título anticipado.
El error de festejar antes de tiempo fue recordado por Pelé, cuando contó en la ceremonia que su padre lloró por la derrota ante Uruguay en la final del Mundial de 1950 y dijo que él no quería que sus hijos lo vieran a él repitiendo ese dolor para el Mundial 2014. Muy cerca de él estaba justamente Alcides Ghiggia, con sus 87 años y un bastón que servía para su estabilidad, dañada por un accidente de automóvil de un año atrás que lo dejó al borde de la muerte. Ghiggia, representante uruguayo en el sorteo, fue quien anotó el 2-1 del Maracanazo del 50, el gol acaso más importante (no el mejor, pero sí el más importante) en la historia de los Mundiales. Cuentan que fue Pelé, y no Cafú, quien representó a su vez a Brasil en la extracción de las bolillas porque “O Rei” tiene cierta fama de mufa y que sus pronósticos siempre fallan.
TyC Sports mostraba en ese mismo momento una joya de archivo del sorteo de Argentina 78 con Pelé diciendo que a la selección de César Menotti le había tocado el grupo más difícil pero que, si lo pasaba, era gran candidato a ganar el Mundial. Acierto pleno. Pero el fútbol, se sabe, no es amigo de las sutilezas. Lo está sufriendo Inglaterra, cuyo embajador debió hacer algunas piruetas para disimular las críticas del DT Roy Hodgson a la sede de Manaos, porque será un largo viaje y habrá que jugar con altísima temperatura. En Brasil lo liquidaron. Pocos repararon en que el propio Carlos Alberto Parreira, DT del Brasil campeón mundial en EE.UU. 94 y actual asistente de Luiz Felipe Scolari, también criticó a Manaos. “Si yo hubiese formado parte de la decisión técnica, Manaos no debería haber sido sede del Mundial”, dijo Parreira.
Pero Brasil, sabemos, es un país enorme. Por eso logró que la FIFA aceptara subir de ocho a 12 las sedes del Mundial. Manaos, como alguna otra sede, corre riesgo serio de construir un estadio que será inútil después del Mundial. Pero en Manaos, pocos lo saben, se juega el mayor campeonato de “picados” del mundo. A lo que nosotros le decimos “picado” los brasileños le dicen “pelada”. Y al campeonato lo llaman Peladao, es decir un Gran Picado. Son cientos de equipos que juegan sin parar, del modo más informal posible, como intentando revivir los viejos tiempos del fútbol romántico. Un Mundial es otra cosa.
Lo sabe ante todo la FIFA. Su principal preocupación es evitar las protestas que afectaron a la última Copa de las Confederaciones, que, se sabe recién ahora, estuvo a un paso de ser suspendida ante la dimensión que tomaban los reclamos. Sin segundas intenciones, nos quedamos con una imagen final que mostró la transmisión del sorteo. Con Sabella en diálogo animado con Scolari, mirando ambos el fixture, acaso como diciendo “nos vemos en la final en el Maracaná”. Sería fantástico, claro. Y también que en esa eventual final, apareciera “un tal Leo Messi”.