03 Enero 2014
PURA ALEGRÍA. Marina “la Mocha” Gómez sonríe junto a una de sus famosas tortillas parrilleras.
A la tortilla parrillera hay que darle una oportunidad. Con un bocado basta para comprobar por qué es el producto estrella de las panaderías vallistas. Su presencia se vuelve imprescindible cuando el mate comienza a circular de mano en mano.
“La tortilla es la opción número uno de lugareños y visitantes”, explica Marina “la Mocha” Gómez, vendedora de la panadería y confitería El Sol.
Todos la llevan para “mimarse” y compartir porque entre sus virtudes está el rendimiento. De una tortilla salen cuatro porciones generosas si se la corta como una pizza o torta, y muchas más si es partida en pequeños trozos rectangulares.
“Cuatro comen hasta saciarse, pero en mi casa la devoramos entre tres”, precisa Mario, veraneante fanático de este producto, que se ha acercado hasta el mostrador precisamente para llevarse una. “El secreto consiste en la cantidad de grasa: la de Tafí se distingue por la medida justa. Uno come y come, y no la siente”, expresa con seguridad de experto.
La tortilla se deshace en el paladar. La textura hojaldrada obliga a hacer movimientos rápidos para evitar una lluvia de migas sobre la mesa o sobre el mantel. El sabor salado suave resulta ideal para combinar con dulces caseros, mermeladas y manteca. Pero también se vale bien por sí misma, sin complementos. Con un golpe ligero de calor, la tortilla se convierte en algo sencillamente irresistible.
Por eso, porque funciona bien de todas las maneras posibles, sale como “pan caliente”, según Eugenia Monasterio, encargada de El Sol. Ese establecimiento expende a diario al menos 50 tortillas. Pese a la demanda, la elaboración, que está a cargo del panadero Pascual Mamaní, se mantiene fiel a la técnica artesanal.
Y ese “cariño” forma parte de la belleza del lugar. Tafí es un paisaje subyugante, un clima fantástico y una tortilla parrillera para chuparse los dedos.
“La tortilla es la opción número uno de lugareños y visitantes”, explica Marina “la Mocha” Gómez, vendedora de la panadería y confitería El Sol.
Todos la llevan para “mimarse” y compartir porque entre sus virtudes está el rendimiento. De una tortilla salen cuatro porciones generosas si se la corta como una pizza o torta, y muchas más si es partida en pequeños trozos rectangulares.
“Cuatro comen hasta saciarse, pero en mi casa la devoramos entre tres”, precisa Mario, veraneante fanático de este producto, que se ha acercado hasta el mostrador precisamente para llevarse una. “El secreto consiste en la cantidad de grasa: la de Tafí se distingue por la medida justa. Uno come y come, y no la siente”, expresa con seguridad de experto.
La tortilla se deshace en el paladar. La textura hojaldrada obliga a hacer movimientos rápidos para evitar una lluvia de migas sobre la mesa o sobre el mantel. El sabor salado suave resulta ideal para combinar con dulces caseros, mermeladas y manteca. Pero también se vale bien por sí misma, sin complementos. Con un golpe ligero de calor, la tortilla se convierte en algo sencillamente irresistible.
Por eso, porque funciona bien de todas las maneras posibles, sale como “pan caliente”, según Eugenia Monasterio, encargada de El Sol. Ese establecimiento expende a diario al menos 50 tortillas. Pese a la demanda, la elaboración, que está a cargo del panadero Pascual Mamaní, se mantiene fiel a la técnica artesanal.
Y ese “cariño” forma parte de la belleza del lugar. Tafí es un paisaje subyugante, un clima fantástico y una tortilla parrillera para chuparse los dedos.
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Tafí del Valle